En 1998 los venezolanos tenían el segundo poder de compra más alto de América Latina. El primero lo tenía Argentina. El valor de ese poder de compra equivalía a cerca de 12 mil dólares. Dicho monto era superior al que tenían los ciudadanos de México, Chile, Uruguay, Brasil, solo por señalar algunos países.
El último pronóstico del FMI, presentado en Lima la semana pasada, nos indica que en el año 2015 los venezolanos tenemos el sexto poder de compra de América Latina. Una caída de cuatro puestos. Los cinco primeros lugares corresponden a Chile, Argentina, Uruguay, Panamá y México. También en este pronóstico se indica que la economía venezolana es la séptima en tamaño en la Región, por debajo del lugar que había ocupado al menos desde 1980. También llamativo es que el tamaño de la economía venezolana en 2015 corresponde al valor que tenía en 2005. Un retroceso, en términos de las dimensiones de la economía, de una década. Más aún, en 2015 tenemos menos de la mitad del tamaño de la economía que teníamos en 2012.
Una economía que se vaya reduciendo es sinónimo de disminución de posibilidades de bienestar para todos sus habitantes. Lo ideal es que las economías crezcan, generen mayores opciones para el empleo productivo y para la creación de empresas. Es la única forma de generar los ingresos y la difusión de los recursos que permitan llegar a más personas, más familias, más comunidades. La reducción del tamaño de la economía venezolana no es otra cosa que el alejamiento de posibilidades para todos.
Toda esta reducción tiene causas concretas. Las políticas económicas implementadas a lo largo de estos casi 17 años han ido justamente en la dirección contraria al progreso y el bienestar. No puede haber crecimiento cuando lo que existe es anulación de las fuentes de inversión, especialmente las que se derivan de la actividad productiva, cuando se arremete contra los derechos de propiedad, cuando se persigue a los empresarios, cuando se establecen controles por doquier. No puede haber crecimiento ni prosperidad cuando se asume que la única meta es controlar la riqueza petrolera por parte del Estado eliminando todas las demás posibilidades.
Cuando se hace todo lo anterior, se llega al estado de la economía en la actualidad. Hoy estamos padeciendo las consecuencias. Tenemos la peor economía del mundo, en caída libre, sin alternativas visibles por parte del gobierno, creando sufrimientos para toda la población, con la mayor inflación en el mundo en los últimos tres años, con la mayor caída de la producción en toda América. Las evidencias están enfrente de nosotros. Ojalá sirvan para aprender que la ruta es completamente diferente y que el actual gobierno no quiere ir en esa dirección. Estos dos aprendizajes son fundamentales.
Politemas, Tal Cual, 14 de octubre de 2015
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