Esta semana el país ha palpado una triste y decepcionante realidad. El gobierno actual no sólo promueve el auge del hambre y de la pobreza. También aniquila la vida. La acorrala. La acaba. Le da el tiro de gracia. Enfrente de todos nosotros. Sin vacilar. Sin pensarlo dos veces.
Los asesinatos de Edgar Quintero, Erick Montenegro y Leonardo González, nos han enfrentado con la verdad. Estamos tomados por la violencia. Aceptada irresponsablemente desde la gestión gubernamental. Potenciada con la certeza de que los propios cuerpos policiales ejecutan órdenes para acabar con la vida de las personas. Tres muertos. Dije tres.
Todos eran estudiantes universitarios. Todos tenían entre 19 y 25 años de edad. Todos regresaban de lidiar con exámenes de ingeniería de sistemas. De lidiar con el futuro. Quizás por esas razones sus asesinatos han sido tan notorios, tan llamativos. Pero, con toda seguridad, la violencia también afecta a los que no estudian, a los que viven en la lejanía de nuestros barrios, a los trabajadores anónimos, a los jóvenes que salieron de la escuela, a los padres desempleados.
Solamente en el año 2003 murieron en Venezuela 8.338 personas por disparos de armas cortas, largas, escopetas, rifles. Repetimos, 8.338 personas. Increíble. Esas son las últimas cifras oficiales del Ministerio de Salud y Desarrollo Social (MSDS). Las del año 2004 todavía no están disponibles. Pero eso no es todo.
Los jóvenes entre 15-24 años son los más afectados por estos disparos. Es el grupo que tiene más muertes por este motivo. En la actual gestión gubernamental se ha producido un extraordinario aumento de esta causa de muerte. En el año 2000 murieron 2.697 jóvenes de este grupo por disparos de todo tipo. En el año 2003 esta cifra aumentó a 3.683 jóvenes. Casi 1000 muertes más en el corto período de cuatro años. Entre el año 2002 y el 2003 el aumento fue de 400 muertes. El 95% de estas muertes afecta a jóvenes del sexo masculino. En resumen, puede señalarse que la probabilidad de muerte por esta causa en jóvenes venezolanos de estas edades ha aumentado 30% en el período 2000-2003.
Ante esa realidad, en la que la violencia se impone a la vida, tenemos una gestión gubernamental incompetente. Que no sólo no previene la violencia, sino que la fomenta, y la practica. Ha hecho de la violencia un modo de actuación. Una marca.
¿Cómo es posible esto en un gobierno que se vanagloria de su condición popular? Tres razones pueden señalarse. La primera es que el gobierno no ha internalizado que la razón central de las políticas públicas es cuidar la vida de todos los ciudadanos. Que todos importamos. Que importa el que tiene y el que no tiene. El que estudia y el desempleado. Que a todos hay que protegerlos. Que la violencia nos hace menos a todos.
La segunda razón es que el gobierno no cree que los funcionarios de seguridad sean servidores públicos. Si ello fuera así, Edgar, Erick y Leonardo hubieran asistido a sus exámenes esta semana. Cuando la ciudadanía teme a la policía, todos estamos indefensos.
Finalmente, esto es posible porque el gobierno actual no puede coordinar. Porque no entiende la coordinación, porque no acepta que haya distintos tipos de servicios policiales en diferentes niveles de gobierno. Cada uno con sus funciones. Pero coordinados y trabajando en equipo. El gobierno actual ha demostrado incesantemente que no puede con esta asignatura.
Un gobierno que no cuida la vida de sus ciudadanos tiene ya poco que decir. Tiene la credibilidad en el piso. No puede mirar el país a la cara. Ha hecho de su palabra una mentira y de su práctica una traición.
Politemas, Tal Cual, 6 de julio de 2005
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