La jugada está cantada. La reelección del presidente Chávez es el mayor riesgo que confronta la sociedad venezolana de esta época. Las consecuencias de esta reelección afectarán la vida de todos. Nadie podrá evitar tales efectos amparándose en la indiferencia o el desinterés. Nadie podrá voltear a los lados como queriendo aplazar lo inevitable. Allí radica la especial atención que debemos prestar a los esfuerzos por recuperar la democracia en Venezuela.
Seis años más de gobierno representará la posibilidad de profundizar en el camino de subyugar completamente la vida del país. El camino recorrido por el actual gobierno ha sido exitoso para arrinconar las expresiones democráticas en Venezuela. Luego de una Asamblea Nacional Constituyente realizada para dividir, no para acordar, se impuso la eliminación de todos los contrapesos institucionales. Se eliminó el balance de poderes y se sustituyó por la sumisión. Las posibilidades de renovación del sistema se clausuraron al evitar el financiamiento público de los partidos. Por si fuera poco, se controló el poder electoral y se debilitó la institución del voto directo y secreto. Y se abrió paso a lo más temido de nuestra historia: el continuismo. El gobierno sin límites, sin renovación.
En el último año, el gobierno se ha apoderado completamente del poder legislativo. Ya nadie osa disentir de las legislaciones enviadas desde el ejecutivo. Las amenazas sobre los medios de comunicación, sobre la educación privada, el auge militarista, no son más que expresiones de un gobierno que intenta copar todos los espacios, todas las posibilidades. Para ello se vale del control absoluto del poder, pero especialmente, del uso de la fuerza militar para defender una facción, no para ponerla al servicio de toda la sociedad.
Al final de estos ocho años de gobierno, los resultados están a la vista. Perdimos la democracia. Perdimos recursos y oportunidades para derrotar a la pobreza y abrirnos paso en la carrera del desarrollo. Hoy en día el porvenir del país es cada día más incierto y preocupante. A todas estas responsabilidades, el gobierno sumó quizás la más grave: su deliberada intención de dividir a los ciudadanos, de separar, de excluir. Con el gobierno actual los venezolanos estamos más lejos de acordar caminos y objetivos.
La reelección del actual gobierno podría llevar estos desajustes a un nivel más crítico. Al menos tres eventos deben ser contemplados como posibilidades reales. La primera es la convocatoria a una nueva Asamblea Nacional Constituyente. El propósito es claro: incorporar la reelección indefinida y eliminar todo vestigio de participación que se hubiera podido “colar” en la Constitución de 1999. También será enviada al olvido la posibilidad de referéndum a mitad de período. Todo aquello que conspire contra el continuismo será eliminado.
La segunda posibilidad, que se expresará seguramente en esa nueva constitución, es consolidar el control del Estado sobre la sociedad. Todos los espacios serán copados por un Estado que se ampara en el poder militar y en el manejo discrecional de nuestra producción de hidrocarburos. En medio de todo esto tendremos la tercera posibilidad: un mayor deterioro del bienestar de toda la sociedad, justamente por la imposibilidad de generar empleos de calidad en forma sostenible.
Todo lo anterior es evitable. Para ello se requiere la unidad activa y vigorosa de los sectores democráticos del país. El objetivo no es otro que garantizar la redemocratización de Venezuela incorporando las lecciones aprendidas en las últimas cinco décadas.
La elección de diciembre es un hito fundamental en esa tarea, pero no el único. Es tiempo de reconstrucción de espacios de acuerdo, de promoción de nuevas ideas, de renovación de nuestras estructuras políticas, de la incorporación de nuevos grupos a la defensa de lo público. Es tarea de toda la sociedad democrática oponerse a estas apetencias continuistas y militaristas. Es tarea de todos acordar por la democracia y el bienestar.
Politemas, Tal Cual, 16 de agosto de 2006
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