El discurso del candidato continuista ha dejado muy claros los riesgos que significaría su reelección. Es evidente que el mensaje de amor de hace pocas semanas ya pasó de moda. Los signos de confrontación y exclusión, característicos del actual gobierno, reaparecen en la última etapa de la campaña electoral para que no queden dudas sobre la grave decisión que debemos tomar el 3 de diciembre.
El gobierno del presidente Chávez ha sido una etapa de exclusión, como no se había conocido en los últimos setenta años. La tradicional pugnacidad de la vida política, natural en una sociedad abierta y plural, ha sido sustituida por la división y el más amplio sectarismo.
En estos ocho años el gobierno ha minado los espacios de concertación de una sociedad democrática. Ya no existe el equilibrio de poderes, ni la representación proporcional, ni los órganos de control de la administración pública, ni la imparcialidad de la Fuerza Armada. Tampoco podemos hablar de descentralización ni de libertad amplia para la participación. Los empleados públicos son coartados en la expresión de sus derechos políticos.
Venezuela no tiene hoy los estándares de una democracia madura y abierta. Hemos perdido espacios de desarrollo político. Pero también hemos perdido espacios de bienestar. Hemos descendido nuestro nivel de desarrollo humano cuando se nos compara en el contexto internacional. No se han creado los empleos decentes que se requieren para acometer las grandes tareas del progreso. La política social implementada por el actual gobierno es más una estrategia de propaganda que la satisfacción de las demandas de servicios y oportunidades para los ciudadanos.
El gobierno actual también se ha encargado de llevarnos nuevamente a etapas de control de la actividad económica características de mediados del siglo XX. El acceso a divisas, las tasas de interés, los precios de los productos, las asignaciones de los recursos públicos para inversión, todo ello es definido por las altas esferas del gobierno. Tenemos una economía de un sólo actor: la élite gobernante. Ningún otro factor es capaz de tener la menor incidencia en la creación de riqueza.
Por donde quiera que se le mire Venezuela ha regresado al pasado. En todas las áreas sustantivas del desarrollo, el país no ha hecho otra cosa que retroceder en estos ocho años. Todo lo anterior, sin embargo, puede agravarse.
Las últimas declaraciones del candidato continuista indican la orientación. La ausencia de un programa de gobierno ha sido sustituida por la reiteración de sus ideas claves.
La primera idea clave es la completa subordinación de la Fuerza Armada al gobierno autoritario. Según el candidato continuista, “Rojo, rojito es ser patriota. La Fuerza Armada tiene que ser roja hasta la médula. No puede haber un soldado que no sea rojo, rojito”. A confesión de parte, relevo de pruebas. Para el continuista la Fuerza Armada es una institución a su servicio, totalmente obediente, convertida a su antojo en una fuerza pretoriana.
La segunda idea clave es avanzar hacia la completa dominación de la libertad de expresión. Las nuevas amenazas a los medios de comunicación, precedidas por el clima de persecución de los últimos años, denotan que el candidato continuista no ha aprendido que en una sociedad democrática la libertad de expresión es un supuesto central. La libertad de expresión que hoy tenemos es más un mérito de la sociedad que una convicción del gobernante de turno.
La tercera idea clave es que el socialismo es la solución a la pobreza. En un gobierno que en ocho años ha hecho muy poco por mejorar las condiciones de vida, estas palabras son justamente un salto al pasado. La reanimación de propuestas que traerán más pobreza y más atraso.
La reelección del candidato continuista empeorará la condiciones políticas, económicas y sociales del país. Seis años más de políticas equivocadas y concepciones y prácticas autoritarias debilitarán aún más las posibilidades de progreso y bienestar. Ante tal disyuntiva, no puede haber indiferencia el 3 de diciembre. Votar por una opción de futuro es un mandato ineludible.
Politemas, Tal Cual, 22 de noviembre de 2006
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