Esta semana los venezolanos hemos constatado que nuestra cultura democrática goza de buena salud. A pesar de no contar con un sistema equilibrado, apegado a las normas de una sociedad democrática moderna, una amplia alianza de sectores y organizaciones políticas ha propuesto un camino para enfrentar cívicamente el gobierno autoritario e incompetente que aspira reelegirse.
Tales avances, sin embargo, deben profundizarse. Sería vana ilusión suponer que la mera coincidencia alrededor de un liderazgo inclusivo es garantía de éxito. No se puede luchar contra las expresiones autoritarias sin la conjunción entre propuestas alternativas y la suma de todos los sectores de de extracción y convicción democrática. La concreción de los objetivos del Acuerdo Unitario requiere la disposición inteligente y madura para superar los retos de la hora actual. Al menos tres de ellos son altamente significativos.
El primer reto es articular una propuesta electoral atractiva. Millones de venezolanos no aprueban el rumbo que tiene ahora el país. Han visto deteriorarse sus condiciones de vida, sus posibilidades de trabajo decente. Saben que la dependencia excesiva de la renta petrolera y el rechazo a la inversión productiva no traen otro resultado que la disminución de la calidad de vida. Incluso los que hoy apoyan al actual gobierno perciben las fallas y desatinos de las políticas públicas de los últimos ocho años. También millones de venezolanos aspiran recobrar un sistema de libertades democráticas. Que promueva la alternabilidad en el gobierno y la verdadera participación.
Para todos los venezolanos es fundamental contar con una propuesta que articule estas exigencias. Que coloque en el centro de la agenda pública los problemas de los ciudadanos. Tanto los que afectan el bienestar de las familias e individuos, como los que impiden las expresiones de una sociedad diversa, incluyente y orientada al progreso. Se requiere una propuesta que entusiasme. Que presente con claridad las rutas alternativas que debemos acometer. No se trata de largos enunciados, sino de soluciones basadas en nuestras posibilidades y en las lecciones aprendidas, tanto de nuestra experiencia como las de otros países.
Un segundo reto es ganar la mayor cantidad de adeptos. Está claro que la división sólo beneficia al continuismo. El liderazgo unitario debe promover el acercamiento a todas las opciones. En la medida que se decante la calidad de las propuestas, se impondrá la mejor. Mal podría el liderazgo unitario descuidar a los sectores que plantean la abstención electoral. Tal conducta sería desconocer que la abstención es un síntoma, no la causa final de la enfermedad.
El reiterado empeño del actual gobierno por intervenir en la autonomía del Poder Electoral ha afectado lo más sagrado para el votante: la confianza en el sufragio. Para los que promueven la abstención, el liderazgo unitario debe ofrecer argumentos, acompañar propuestas, buscar coincidencias. Pero, más importante, exigir el cumplimiento de los mecanismos más idóneos para que los ciudadanos se expresen con libertad y seguridad. En la medida que disminuya la abstención, aumentará la fortaleza del Acuerdo Unitario.
Finalmente, el Acuerdo Unitario debe proponer un programa político que sustente la recuperación de la gobernabilidad en Venezuela. Un programa que ofrezca contenidos y reglas para redemocratizar al país y promover el bienestar de todos los ciudadanos. Tal programa exige imaginación, ilusión, optimismo, así como la capacidad para coincidir pensando en el futuro y en las lecciones del pasado.
Redemocratizar significa dotar a nuestro sistema político de las mejores condiciones para fortalecer el ejercicio de las libertades públicas, así como de mecanismos que promuevan efectivas políticas públicas, dirigidas a derrotar la pobreza y alcanzar el desarrollo. Todo este esfuerzo de concertación nos debe dejar una estrategia para acometer las etapas posteriores al 3 de diciembre. Ojalá estemos a la altura de estos retos.
Politemas, Tal Cual, 23 de agosto de 2006
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