El canciller Celso Amorin es un diplomático de carrera. Ha sido el máximo representante de la política exterior brasileña, considerada una de las más competentes en América Latina, en dos oportunidades. La segunda desde 2003, en el gobierno del presidente Lula. También fue representante máximo de Brasil en la ONU, desde 1995 hasta 2001. Posee una formación académica relevante, incluyendo un Doctorado en la prestigiosa London School of Economics and Political Science.
Todo lo anterior hay que tomarlo en cuenta para analizar las recientes declaraciones del canciller Amorin, realizadas al diario O Estado de Sao Paulo y referidas en la prensa nacional. Dice Amorin que en Venezuela existe un gobierno democrático. También dice que no le consta “que en Venezuela existan presos políticos y que las personas estén siendo impedidas de expresar sus opiniones". Una opinión de tal tenor, especialmente por el rol del declarante, debe llamar la atención de los sectores democráticos de Venezuela.
Lo primero que salta a la vista es lo desinformado que está el Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores) de Brasil. Que el canciller Amorin exprese a estas alturas del partido que en Venezuela no hay presos políticos es casi insultante para todos aquellos que siguen juicios de naturaleza política y que sufren los excesos de una “justicia” que no responde a procedimientos ni a normas. Hasta el punto de que existe toda una iniciativa ciudadana para promover la amnistía de estos venezolanos. Hasta la Iglesia, a través de documentos colectivos, ha insistido en la reconciliación que debe seguir a una amplia amnistía. ¿Transmite la embajada brasileña estas noticias al Itamaraty? ¿Pasan por debajo de la mesa estas realidades?
Tampoco el canciller está informado de las agresiones a la libertad de prensa en Venezuela. No ha oído hablar de la amenaza contra RCTV, ni de los juicios contra Tal Cual y Laureano Márquez. Mucho menos debe estar enterado de la sanción contra Claudio Mendoza. Para el canciller Amorín Venezuela es una “isla de la fantasía”. Podría preguntarle al periodista brasileño que osó preguntar al presidente Chávez sobre la libertad de expresión.
El segundo aspecto que resalta es la concepción de democracia que expresa el canciller Amorin. Le basta con reconocer que el presidente Chávez resultó reelecto en los comicios de diciembre pasado para concluir que nuestra “democracia” goza de buena salud.
Nuevamente pareciera que los diplomáticos brasileños no están informando adecuadamente a las altas autoridades del gobierno. El canciller Amorin parece no saber que en Venezuela se dejó sin efecto los mecanismos constitucionales para nombrar los poderes públicos. Que desde 1999 hemos experimentado una creciente concentración del poder ejecutivo en desmedro del resto de los poderes. Que tenemos un Poder Ciudadano que brilla por su ausencia en la defensa de los derechos de los ciudadanos y el control de la gestión del gobierno. Que desde hace más de un año tenemos un parlamento monocolor, producto de la exclusión política imperante. Que la democracia dejó de existir en Venezuela en la gestión del actual gobierno.
Sin “querer queriendo” el canciller Amorin coloca a Venezuela en el mismo nivel de Brasil, en lo que corresponde a desarrollo democrático. Desconoce el canciller que las últimas comparaciones internacionales ya no colocan a Venezuela entre las democracias. Obvia el canciller el “pequeño” detalle de que en Venezuela todos los miembros del Tribunal Supremo fueron nombrados por el sector oficialista de la Asamblea Nacional. Olvida el Canciller que sólo cuatro de los jueces del Tribunal Supremo Federal de Brasil han sido nombrados por el presidente Lula (de un total de once). El resto permanecen en sus cargos y fueron nombrados por los anteriores presidentes.
También olvida el canciller que en el Senado brasileño están representados 13 partidos, que el Partido de los Trabajadores (PT) tiene 11 escaños (de un total de 81). Que en las últimas elecciones el PT obtuvo el 15% de los votos para la Cámara de Diputados y 5 de los 27 gobernadores de estado. Todo eso lo “olvidó” el canciller Amorin. Nada que ver con la visión única que ejecuta el actual gobierno.
Politemas, Tal Cual, 28 de febrero de 2007
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