Ya quedan pocas dudas de que nos enfilamos hacia una situación económica más difícil. Comparado con lo que viene, se puede tener la idea de que estamos pasando de la época de las “vacas gordas” a la época de las “vacas flacas”.
Una mirada más detallada da elementos para afirmar que las llamadas “vacas gordas” no han sido tales. De hecho en el pasaje bíblico se dejaba claro que en la época de abundancia se ahorraba para las contingencias. Cuesta mucho pensar que hemos generado los ahorros para enfrentar el deterioro del crecimiento en un contexto de alta inflación.
No podemos haber tenido una época de prosperidad, las llamadas “vacas gordas”, cuando la inseguridad se ha apoderado de las calles de Venezuela. Nada más saber se ha duplicado la tasa de mortalidad por homicidios y que Caracas es la ciudad más violenta del mundo, son evidencias de un deterioro nunca visto en nuestra seguridad ciudadana. Ciudadanos indefensos y temerosos con un estado de postración de las fuerzas policiales es la idea más contraria a la prosperidad.
Tampoco hemos podido tener bienestar cuando sabemos que nuestros empleos son menos productivos. Los bienes que elaboramos tienen menor contenido industrializado que diez años atrás. Lo cual significa menor competitividad en el mercado internacional. El petróleo es casi lo único que exportamos. Lejos quedan las manufacturas con valor agregado nacional. No es extraño que cientos de empresas hayan desaparecido o que se hayan ido a otra parte. Nada que hablar de la calidad de los empleos.
Por si fuera poco hoy tenemos más epidemias que diez años atrás. Desde la fiebre amarilla que estaba erradicada y la padecimos en los años 2002 y 2003, al aumento de la malaria, dengue, leishmaniasis. Sin contar los estragos de la tuberculosis. Hasta el punto de que la mejor política que se le ocurre al Ministerio del Poder Popular para la Salud es impedir que se conozcan los problemas. Cero información. Romper el termómetro para que no haya fiebre. No puede ser más genial la estrategia.
En educación también se eliminaron las mediciones que debería realizar el gobierno. Se sabe, por investigaciones de centros especializados privados, que más del 70% de los estudiantes en escuelas oficiales no alcanza los requerimientos mínimos de lecto-escritura y matemáticas. Nada más el déficit de 5.000 liceos en todo el país, invariable en la “revolución bonita”, es un reflejo de la incompetencia y desidia en la gerencia educativa.
Ni hablar de la construcción de viviendas. La menor cifra por año (en promedio) desde que se lleva este registro. Los cambios ministeriales en esta área no han generado ningún cambio. Para millones de venezolanos la carencia de una vivienda adecuada es un problema sin solución cercana.
Por si fuera poco, los servicios de la vivienda, especialmente la electricidad y la recolección de basura, han retrocedido en términos de cobertura y calidad. En algunas zonas del país los “alumbrones” son cada vez menos frecuentes. La caída de la inversión pública en estos servicios no puede tener otro efecto.
Para remate las propias cifras oficiales nos indican que, al contrario de lo pregonado a los cuatro vientos por el Primer Comunicador, los pobres tienen menos ingresos en la “revolución bonita” que a mediados de la década pasada. Los estratos de menos recursos tienen hoy la mitad de los ingresos (en términos porcentuales) que tenían en 1997. Somos más desiguales, pues, signo nítido de que hemos tenido más demagogia que resultados, más ilusiones que realidades. Si así fueron las “vacas gordas”, ¿puede Ud. imaginarse cómo serán las “vacas flacas?
Politemas, Tal Cual, 15 de octubre de 2008
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