La crisis ha copado la vida de los venezolanos. No es solo los catorce años de un gobierno autoritario e incompetente. Es que ahora se ha sumado la conciencia para la mayoría de la población de que la dirección por la cual quiere llevarnos el actual gobierno conduce al empobrecimiento, a la escasez, a la ausencia de posibilidades, a la afectación sistemática de la libertad y del progreso. Las evidencias están a la vista: mayor deterioro del clima de convivencia ciudadana en medio de la parálisis económica y el descontento social. Todo a la vez.
Estas crisis no son fortuitas. Tienen un origen concreto, demostrable. En estos casi tres lustros, entre ignorancia y acción deliberada, se ha querido ensayar la llamada ruta del Socialismo del Siglo XXI. Utilizando el control que permite manejar a uno de los Petroestados más grandes del mundo, se ha optado por cercenar las rutas que han producido la riqueza y el bienestar en los países desarrollados. Antes que crear prosperidad, se han expropiado empresas, se ha perseguido la inversión nacional e internacional, se ha acosado a los centros de conocimientos, y a los profesionales y técnicos. Bajo la discutible premisa de que era posible dejarlo todo al Estado. Que bastaba repartir directamente el erario público.
Es así como Venezuela no es una fuente de riqueza. Todo lo que producimos tiene como eje la actividad petrolera. Cualquier otra área de producción, especialmente la que está asociada con la generación y utilización de conocimientos, está literalmente borrada del mapa. Apenas 0,07% de los dólares recibidos por exportaciones en 2011, provino de manufacturas que llevan incorporadas altas tecnologías. Eso significa que ocupamos el último lugar en los 17 países de América Latina con información disponible para ese año según la Cepal. Países de menor desarrollo relativo como Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Guyana tuvieron mayores porcentajes de exportaciones con alta tecnología. Ni hablar de Panamá que alcanzó 40%, o Costa Rica y México que superaron el 20%. Los 68 millones de dólares que recibimos por ese concepto palidecen con los casi 6 mil millones de dólares de Panamá, o los 1.100 millones de Colombia. Nada que hablar de los 78 mil millones de México.
Los niveles alcanzados por Panamá, México y Costa Rica son comparables con los países desarrollados, tales como Alemania y Japón (están cerca de 20%), Corea del Sur (26%), o incluso China (32%). Mientras todo eso sucede, nosotros no pasamos del 0,07%. Esa es la dimensión de nuestra brecha para crear riqueza. Ese es el resultado de este gran fracaso del Socialismo del Siglo XXI. Esta manera de gobernar nos ha convertido en más dependientes, más pobres, con menos posibilidades. Eso es lo que explica la inmensa impopularidad del actual gobierno, y las grandes exigencias que hoy confronta la sociedad venezolana.
Politemas, Tal Cual, 29 de mayo de 2013
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