Recuperar una democracia abierta en Venezuela será una tarea ardua. La suma de poder político, económico e institucional acumulada por el gobierno del presidente Chávez en estos últimos diez años es inmensa. No se trata de una diferencia de matices en un sistema competitivo. Se trata de una gran desproporción en el manejo del poder.
Es por ello que la forma más efectiva para avanzar es la alianza de todos los sectores partidarios de una democracia plural. La desunión conspira contra ese objetivo. Esta es la razón por la cual desde el año 2006 se ha producido una amplia coincidencia no solamente electoral, también política y estratégica. Las elecciones regionales y municipales de noviembre de 2008 constituían una parte fundamental de esta secuencia de acuerdos.
El esfuerzo realizado por la alianza democrática en los últimos doce meses ha sido extraordinario. Y exitoso. Nada más la tarea paciente y organizada para seleccionar un candidato unitario en cada estado y municipio constituye una prueba de la gran labor realizada.
Estaba claro, sin embargo, que no bastaba el acuerdo unitario para llegar al triunfo electoral. Se requerían candidatos comprometidos, con experiencia, pero también con nuevas ideas. Más bien con propuestas que lograran entusiasmar a los electores. De manera que la combinación de buenos candidatos, propuestas centradas en la gente, amplias e inclusivas, junto con la ejecución efectiva de la campaña electoral, era una combinación con posibilidades de triunfo.
En aquellos estados y municipios que pudieron presentar alianzas con tales características, el éxito ha sido contundente. Especialmente en la zona central del país, así como en Zulia y Táchira, junto con Nueva Esparta, se lograron triunfos indiscutibles. Hasta el punto que veinticuatro horas después de anunciados los resultados vemos al propio Presidente, en cadena nacional, tratando de convencer al país de que al “oposición sobredimensiona el triunfo”. Si efectivamente hubiera sido así, hubiéramos tenido a un Presidente menos preocupado.
Los éxitos obtenidos por la alianza democrática son demostraciones claras de que la voluntad unitaria tiene consecuencias concretas. En los sitios donde se ganó ahora se contará con gobiernos de diferente signo al oficialismo. Se tendrá la oportunidad de implementar una agenda de cambios. Se podrá llevar a la práctica una propuesta dirigida a resolver los problemas cotidianos de los ciudadanos. Para que ello suceda la unidad debe traspasar a la acción de gobierno. Los acuerdos políticos y estratégicos deben mantenerse y profundizarse en el desarrollo de la gestión. Esa será la opción más segura para continuar ampliando las posibilidades de una opción mayoritaria distinta.
En aquellos sitios donde la alianza unitaria no se pudo concretar, los resultados también están a la vista. En la mayoría de los casos el triunfo fue a parar a manos de los sectores favorables al oficialismo. En algunos casos las diferencias en número de votos fueron muy pequeñas. En otras es evidente que hubo fallos políticos considerables. La consecuencia es muy concreta también: se perdieron oportunidades para constituir gobiernos de diferente tendencia y se decepcionó a muchos votantes que tenían expectativas de cambio. Los responsables de estas fallas deberán examinar con detalle estas deficiencias y asumir las consecuencias de sus errores.
A todo evento ha quedado demostrado que el trabajo paciente y sistemático ha sido fructífero. Todo lo cual es una lección aprendida para las etapas futuras. Tanto en el gobierno como en los siguientes eventos electorales. La unidad sí paga. Es cuestión de fortalecerla.
Politemas, Tal Cual, 26 de noviembre de 2008
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