viernes, 11 de diciembre de 2015

Preguntas indispensables

Asumamos que el señor Maduro tiene las mejores intenciones del mundo. Y convengamos que sus posiciones públicas no tienen que ver con la propaganda o la utilización interesada de los argumentos. Supongamos, en definitiva, que el señor Maduro cree de verdad en todas las cosas que dice, y que le ha dedicado su mejor esfuerzo a entenderlas.

Si lo anterior es correcto, podríamos identificar las ideas principales que sustenta el señor Maduro. La primera es que el mundo está dividido entre los que comparten sus planteamientos, y todos los demás. Para los primeros están todos los halagos, palabras de felicitación, reconocimientos. Para los segundos, en seguimiento pleno de su antecesor, están todos los insultos, recriminaciones, incluso agresiones (nada más con citar la violencia contra los parlamentarios de la Unidad se ilustra el punto). 

La segunda idea está relacionada con el manejo del Estado, derivada de la creencia anterior. El Estado es para ser utilizado por una facción. Aquellos que ejerzan el poder, o los que estén cercanos, tiene acceso a todas las prebendas. Pueden aprovechar todos los resquicios para obtener beneficios. Todos aquellos que no estén en el sector dominante, no tienen mayores derechos, se les excluye por cualquiera de las vías: reduciendo su acceso a los poderes públicos, limitando el acceso a recursos económicos, impidiendo el uso de los medios, entre otros aspectos.

La tercera idea se sustenta en que el desarrollo solo es posible aprovechando la fortaleza del Estado. Nada de promover la alianza entre los productores privados y el sector público. Nada de garantizar derechos a la inversión y a la propiedad, por decir algunos. En esta concepción todo empresario o emprendedor es un enemigo. Es un subversivo que disfruta con la inflación, el desabastecimiento, la escasez. En esa lógica los empresarios se esmeran en ponerse a pelear con el gobierno antes que producir, crear empleos, ampliar sus empresas, y obtener ganancias. De la misma manera, los trabajadores de esas empresas son traidores a sus intereses de clase, postrados ante el capitalismo. Y todo esto se mantiene porque el capital internacional está interesado en que el gobierno de Venezuela fracase.

Uno quisiera imaginar que el señor Maduro tenga la audacia de preguntarse si existe una forma diferente de ver las cosas. De llamar a sus asesores y confrontarlos con la posibilidad de que los venezolanos que adversan este gobierno también quieren lo mejor, que tienen ideas para promover una mejor democracia y bienestar. Y también plantearse que el Estado no es patrimonio exclusivo de los aliados, o de que para avanzar se requiere el concurso de todos los sectores, que el sector productivo privado quiere contribuir y no obstaculizar. Que lo que se aspira es un clima de convivencia y respeto. Ojalá el señor Maduro se hiciera pronto estas preguntas.

Politemas, Tal Cual, 30 de octubre de 2013

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