sábado, 20 de abril de 2019

Dimensiones de la debacle del sistema eléctrico

Los venezolanos sufrieron en el mes de marzo las peores manifestaciones de lo que significa un país sin servicio de electricidad. Esta situación ha causado el mayor sufrimiento directo de familias y comunidades. Ya desde finales del siglo XIX, la cobertura del servicio eléctrico no solo ha sido expresión de bienestar de las personas. También es un símbolo de la capacidad de los países para enfrentar todas las áreas de la vida económica y social. Sin electricidad no existe prácticamente ninguna manifestación de bienestar. Podría decirse que el símbolo del atraso de una sociedad es justamente no tener servicio permanente y adecuado de electricidad. En consecuencia, el hecho de que los venezolanos hayan tenido en el último mes cientos de horas sin electricidad es la mayor expresión del rezago de desarrollo que experimenta el país.

La crisis del sistema eléctrico del último mes, se suma al deterioro sistemático que ha experimentado el servicio en la última década, especialmente en ciudades diferentes a Caracas en las cuales los apagones son parte de la rutina diaria. Es decir, ya desde hace una década, disponer de la conexión eléctrica respectiva en cada vivienda dejó de ser sinónimo de contar con el servicio. En América Latina, según el Banco Mundial, el 3% de la población no tiene conexión eléctrica en la vivienda, es decir, aproximadamente 20 millones de personas. A ese número habría que agregar ahora los casi 30 millones de venezolanos que no tienen ninguna certeza de disponer del servicio.

En 1992, Venezuela era el país de América Latina que se encontraba más cerca de alcanzar el 100% de cobertura de servicio eléctrico. Ese año Venezuela desplazó del primer lugar a Costa Rica al reportar 97,8% de población cubierta con electricidad. Sin embargo, esa meta del 100% de cobertura, estándar en los países de la Unión Europea, se ha vuelto cada vez más distante para los venezolanos. En la práctica, el 100% de cobertura eléctrica ya se ha alcanzado en ocho de los veinte países de la región.

El hecho de que los venezolanos contemplen con la mayor angustia posible la incertidumbre sobre el servicio eléctrico, no es azaroso. Es más bien, el resultado de erradas políticas. Una de las cuales es la relacionada con el servicio eléctrico, pero no la única. Es más bien todo un enfoque de lo que significa gobernar, la contradicción con la noción de buen gobierno. Además, no es solamente la consecuencia desastrosa de no tener cobertura eléctrica, sino el efecto en otros servicios, tales como agua, saneamiento y telecomunicaciones, solo por citar unos pocos.

Queda muy claro, entonces, que el objetivo en la gerencia del servicio eléctrico en las últimas dos décadas no era garantizar el suministro de electricidad a las incubadoras con recién nacidos, ni en las salas de terapia intensiva, ni en los hospitales, escuelas, aeropuertos, campos deportivos, salas de teatro, fábricas, universidades, ni en ningún sitio de actividad humana. Ese no era el objetivo. Eran otros objetivos. En la búsqueda de esos otros objetivos se ha convertido al país, con una de las mayores coberturas de electricidad en la región, en una total calamidad. Es un ejemplo dramático de la antítesis de un gobierno, esto es, instituciones y servicios dedicados a proteger a las personas, a prestar servicios de calidad, a aumentar el bienestar y el progreso.

Politemas, Tal Cual, 3 de abril de 2019

viernes, 19 de abril de 2019

Los compromisos de Ramón Espinasa

Como a muchos, la noticia del fallecimiento de Ramón Espinasa me conmovió profundamente. En esos segundos en los que se intenta tener dimensiones de la pérdida, pasaron por la mente muchos momentos compartidos con Ramón. A medida que pasan los días, aumenta la convicción de que sus aportes personales y profesionales se irán valorando más. En mi caso, he recordado insistentemente en estos días las oportunidades en las que tuve la grata experiencia de conversar con él a lo largo de casi treinta años de amistad. A pesar de que no nos vimos en estos últimos años, guardo esos encuentros con especial valoración. 

Supe de Ramón por lecturas, antes de conocerlo personalmente. En los ochenta, escribía con cierta frecuencia en la Revista SIC. Muchos de esos trabajos se convirtieron en referencias para la discusión política y petrolera de aquellos tiempos. Ramón le daba a esos trabajos una especial significación, quizás porque lo llevaban a una arena más complicada como era el mundo político. Sin embargo, creo que percibía que sus escritos podían ser de utilidad para ampliar el radio de acción de la discusión, y, especialmente, para impulsar la construcción de acuerdos. 

La primera contribución de Ramón en la Revista SIC fue a finales de 1979, a los 27 años de edad. Es un análisis sobre la política económica del primer año del gobierno de Herrera Campins. Más que los contenidos de ese trabajo, me interesa indicar la pregunta final que formuló en el último párrafo: ¿con quién es el compromiso? Se refiere, claro está, a las políticas de la época pero utiliza dos palabras que fueron siempre muy importantes para él: las personas concretas (“¿cón quién?”) y “compromiso”. A lo largo de su vida, Ramón fue consecuente con esas palabras, demostró incesantemente compromisos con personas y con ideas. 

Ramón estaba ante todo comprometido con su familia y con sus amigos. Lo primero que aparecía en la agenda de temas era compartir sobre las circunstancias de la vida personal y cómo iban cambiando con el paso del tiempo. Por eso compartíamos lo que hacíamos, los próximos retos, sobre nuestras familias. Cuando nos veíamos fuera del país, invariablemente preguntaba sobre amigos comunes, quería saber qué estaban haciendo, cómo les iba. Antes de las redes sociales, Ramón se encargaba de conectar personas entre sí, porque intuía que podría ser de mutuo beneficio. Por ese rasgo de personalidad fue creando una inmensa red de amigos a lo largo del tiempo. Cuando venía a Venezuela le faltaba el tiempo para pasar revista con ellos, y cuando recibía visitas en el exterior siempre buscaba un espacio para conversar y compartir. Además, tenía un “arma secreta”, usaba mucho la palabra “chamo” para saludar y despedirse. Antes yo le valoraba mucho esa costumbre, ahora mucho más. 

En los testimonios de los últimos días, muchas personas se han referido a Ramón como mentor, guía, referencia en su vida profesional o académica. Estudiantes de los noventa, se han expresado sobre Ramón en un tono de cercanía y admiración. Era una atracción en los foros públicos, por su capacidad de comunicar, por la rigurosidad de sus argumentos. Fue un comprometido con la vida académica, tanto en el desarrollo de su carrera como experto en petróleo y gas en el ámbito internacional, como por su dedicación a la formación de las nuevas promociones dentro y fuera del país. Sus contribuciones en múltiples publicaciones académicas, individualmente, o como coordinador o miembro de equipos, es un acervo de primer orden en los temas a los cuales se dedicó sistemáticamente. 

También Ramón se dedicó con pasión a pensar las políticas públicas requeridas para el sector petrolero de Venezuela. Fue un compromiso de varias décadas. No solamente por su destacada carrera en la cual llegó a desempeñarse desde 1992 a 1999 como Economista Jefe de PDVSA, sino por su contribución, en informes técnicos, propuestas, artículos académicos, a la elaboración de una nueva visión del sector petrolero para el país. En el portal Prodavinci publicó a finales del año pasado un ensayo sobre las lecciones y propuestas para reconstruir el sector petrolero de Venezuela, a 75 años de los acuerdos de 1943. Si en algo fue persistente Ramón, fue en la necesidad de adaptar las políticas a las nuevas situaciones, tratando de vislumbrar diferentes opciones a la luz de las enseñanzas internacionales. Su participación en múltiples esfuerzos para pensar esa nueva política fue una de sus grandes preocupaciones en estos años. 

El compromiso de Ramón con el futuro del país fue permanente. Ya en el mencionado trabajo publicado en SIC en 1979, destacaba: “Venezuela ha vivido a expensas de la riqueza petrolera. Pero esta riqueza no se ha transformado en riqueza real.” Más adelante escribió una frase que no puede tener más pertinencia en la actualidad: “Una política económica alternativa debe tener como objetivo central desarrollar la capacidad productiva de los venezolanos”. Sin ninguna duda, Ramón Espinasa dedicó su vida a trabajar incesantemente por mejorar la capacidad productiva de los venezolanos. Su aporte al conocimiento del sector petrolero es una de sus grandes contribuciones en esa dirección. 

En estos días que el país experimenta tremendas crisis, los aportes de Ramón seguirán siendo de especial relevancia. Lamentablemente ya no está con nosotros, pero su cercanía como persona, académico y profesional, serán estímulos para poner en marcha el país de futuro que él ha ayudado a visualizar. Para mí fue un inmenso privilegio haber compartido su amistad. Es sin dudas una gran referencia para seguir adelante. Es bueno que sepas, “chamo”, que te vamos a tener siempre presente.

Politemas, Tal Cual, 27 de marzo de 2019

jueves, 18 de abril de 2019

Referencias para construir el futuro

Los venezolanos viven horas de gran angustia e incertidumbre. Los efectos del apagón del 7 de marzo seguirán presentes en las próximas semanas y meses, especialmente por la inestabilidad del servicio eléctrico, agregado a las restricciones de agua y saneamiento, y telecomunicaciones. Estas limitaciones se suman a las que existían antes del apagón. Hay zonas del país en las que las restricciones de servicios llevan varios años. Esta situación, ya bastante crítica, se sobrepone a la destrucción sistemática de capacidad productiva derivada de la hiperinflación que ya alcanzó 16 meses. Si a todas estas penurias se añade la situación política, no resulta difícil explicar las condiciones tan adversas que enfrenta la sociedad. 

En estas circunstancias, el futuro de las familias venezolanas queda reducido a lo que pueda pasar en la siguiente hora, o en el próximo día. Mucho menos pensar en la próxima semana o en el próximo mes. La paradoja es que en la medida que los tiempos del futuro sean más cortos, en esa misma medida el futuro se hace menos sostenible. Cabe preguntarse entonces, ¿cómo han hecho otros países en circunstancias parecidas?, ¿cómo se han aproximado a identificar los rasgos de un mejor futuro? Es necesario encontrar esas pistas, so pena de que el futuro siga siendo de muy corto plazo. 

Una primera referencia, a finales del siglo XIX, fue Japón. Para esa época, la élite política japonesa, con el Emperador a la cabeza, tenía la convicción de que el país estaba aislado, resultaba lejano para el resto del mundo, y, además, al margen de los progresos que la industrialización estaba facilitando en Estados Unidos y Europa. Decidieron entre 1871 y 1873 enviar emisarios a conocer lo que estaba pasando en los países de mayor interés. Por ello se realizó la Misión Iwakura, llamada así por el diplomático que la dirigió. En poco menos de dos años viajaron a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Rusia, Alemania, Prusia, Dinamarca, Suecia, Bavaria, Austria, Italia, Suiza. En el viaje de regreso también estuvieron en otros países de África y Asia. Producto de lo que vieron en esos países, especialmente el efecto que tenía el proceso de industrialización en el modo de vida, escribieron un reporte muy detallado que fue el fundamento para los cambios que Japón implementó para convertirse en una de las economías más industrializadas del mundo en el siglo XX. 

La segunda referencia es más cercana en el tiempo. Luego de la Revolución Cultural en China, las perspectivas para el progreso no podían ser menos atractivas. Prácticamente habían desaparecido universidades y centros de tecnología, la economía estaba empobrecida. El fallecimiento de Mao Tse Tung, abrió la posibilidad para introducir cambios manteniendo un sistema político cerrado y autoritario. Los cambios se visualizaban más en la dinámica económica y en la inserción de China en la globalización. 

En 1978, incorporado Deng Xiaoping al gobierno de Hua Guofeng, se realizaron cuatro viajes con delegaciones de alto nivel a aquellos países que el liderazgo chino consideraba que eran experiencias que debían ser conocidas en profundidad. Los primeros viajes se realizaron a Rumania y Yugoeslavia, en Europa Oriental, a Hong Kong y a Japón. El viaje de mayor influencia fue a Europa Occidental (Alemania, Suiza, Francia, Dinamarca y Bélgica). El desarrollo de las empresas y los efectos de la tecnología en las sociedades europeas occidentales, fue de gran impacto para los funcionarios chinos. A su regreso, elaboraron reportes que fueron la base de los cambios que comenzaron a ponerse en práctica a finales de 1978 y que marcaron el rumbo de la gran transformación de China en los siguientes cuarenta años. Hoy sabemos que los países seleccionados para esos viajes, estaban entre las economías con mayor complejidad en el mundo, esto es, de mayor diversidad para producir. 

En un resumen del efecto que los cuatro viajes habían tenido para visualizar la brecha de la sociedad china en el mundo, Deng Xiaoping señaló: “el punto central es: debemos reconocer que estamos rezagados, que muchas de las maneras de hacer las cosas son inapropiadas, que necesitamos cambiar.” Los venezolanos de hoy no tienen que viajar a ninguna parte para estar de acuerdo con esa frase. Pero si es importante colocar el punto de partida: estamos rezagados, necesitamos cambiar. Ahora bien, ¿en qué dirección?, ¿qué tipo de cambios hay que introducir? 

Ya terminando la segunda década del siglo XXI, las experiencias concretas están más a nuestro alcance. La información es mayor y la capacidad de análisis también. Las sociedades que tienen mayor diversidad productiva, es decir, que son más sostenibles, de acuerdo con el Observatorio de Complejidad Económica del MIT y del Atlas de Complejidad Económica de la Universidad de Harvard son: Japón, Suiza, Alemania, Singapur, Suecia, Corea del Sur, Estados Unidos, Finlandia, República Checa, Austria. Alcanzar un futuro mejor para los venezolanos de ahora y de los próximos años, requiere un esfuerzo sistemático para aprender de estos países, por identificar lo que puede funcionar en nuestro contexto, y lo que puede aplicarse con modificaciones, y también lo que es inadecuado. Para que el futuro deje de ser de incertidumbre y angustias, debemos esforzarnos por apuntar a metas que hoy pueden parecer lejanas pero que son las que irán requiriendo que avancemos con más efectividad. El futuro lo debemos empezar a construir ahora.

Politemas, Tal Cual, 20 de marzo de 2019

miércoles, 17 de abril de 2019

Apagón total

En los últimos diez años la sociedad venezolana ha vivido con la angustia de que en cualquier momento se iba a producir un “gran apagón”. Los equipos técnicos del país especializados en el sistema eléctrico, lo habían reiterado de manera sistemática. Hay que recordar que Venezuela llegó a contar con uno de los sistemas eléctricos más desarrollados de la región, y también más allá. La angustia se convirtió en realidad el pasado jueves 7 de marzo al producirse el apagón eléctrico que ha alcanzado al momento casi 100 horas en algunas áreas del país. 

José María de Viana (@josedeviana), uno de los más competentes gerentes públicos con los que cuenta afortunadamente el país, lo ha dicho con todas sus letras. Ha expresado, José Mari, que el apagón de la semana pasada constituye, la tragedia civil más grande en la historia del país, y probablemente en la historia, tanto por la duración como por la población afectada. La lenta recuperación del servicio eléctrico, expresión de las limitaciones en las que se ha funcionado en los últimos años, agrava los efectos en personas y familias. 

La ausencia de electricidad por tiempo tan prolongado en servicios fundamentales como los de salud, agua, transporte, acceso a alimentos, entre otros, no hace sino empeorar las condiciones de vida de la gran mayoría de los venezolanos en los últimos años. Especialmente en servicios críticos para la vida, como los de salud, la sociedad ha visto el profesionalismo y desprendimiento de miles de personas que laboran en nuestros centros públicos y privados. 

El hecho de que no se haya recuperado el servicio eléctrico en partes del país, indica que los efectos inmediatos del apagón todavía están presentes. Sin embargo, luego de superada esta primera contingencia, empezarán los problemas de corto plazo. Esto es, las fallas en el servicio eléctrico debidas a que los equipos no están en condiciones de funcionar adecuadamente, y también las restricciones aún mayores de los servicios de agua y saneamiento, sumadas a las deficiencias de las telecomunicaciones. Los riesgos de epidemias por las carencias de agua y saneamiento bastan para ilustrar las dimensiones de la tragedia civil que puede avanzar. 

Estas son las evidencias del “apagón” que podemos ver. La electricidad es muy útil para ilustrar. Se tiene o no se tiene. No hay medias tintas. Las personas o las comunidades cuentan con electricidad o no. Tan sencillo como esto. Pero hay otras áreas en las cuales el “apagón” se presenta en gradientes. Se comienza con el aumento de casos de malaria y se termina con la peor epidemia en la historia del país. Se inicia con una reducción de coberturas de vacunaciones y se finaliza con epidemias de sarampión y difteria, y decenas de muertes por esas causas. Se empieza con una reducción en la cobertura de servicios materno-infantiles, y se alcanza uno de los mayores aumentos en la razón de mortalidad materna en América Latina. Es decir, hay “apagones” que evolucionan de manera no tan evidente, pero que indican al final la pérdida significativa de condiciones de vida. 

Y el peor “apagón” es justamente aquel que nos separa del futuro. Comienza con la migración de empresas, sigue con el cierre de muchas de ellas, luego con el desplazamiento de trabajadores a otros países, y continúa con la pérdida de talento en las universidades. Este apagón evoluciona de manera menos abrupta, pero también es expresión de la pérdida de capacidades de todo el país. 

Es por ello que la sociedad venezolana hoy experimenta un apagón total. No es irreversible, pero cada día que pase las consecuencias son peores. Es un apagón total, es bueno tenerlo siempre presente, derivado de pésimas políticas públicas, originadas en colocar la ideología por encima de las realidades, y de la total incompetencia en el manejo del gobierno. El gran reto es superar este apagón total para convertirnos en una sociedad de conocimientos, basada en la capacidad de crear bienestar y nuevas riquezas. Ojalá este gran apagón contribuya a alumbrar un nuevo sendero para todos los venezolanos.

Politemas, Tal Cual, 13 de marzo de 2019