domingo, 9 de abril de 2017

Sin orden constitucional desde 1999

Las sentencias aprobadas por la Sala Constitucional del TSJ la semana pasada, han colocado al país en una nueva fase de deterioro democrático. La consecuencia más directa de ambas sentencias es suprimir a la Asamblea Nacional como poder público. La “corrección” de las sentencias, a través de mecanismos completamente fuera de toda formalidad constitucional, deja más evidente grandes carencias en el respeto a las normas y procedimientos. La situación ha ameritado la expresión de organismos internacionales denunciando la vulneración del “orden constitucional” en el país.

Pudiera quedar la impresión de que esta situación es una arremetida del actual gobierno a partir de octubre de 2016, cuando se eliminó la opción del referendo revocatorio, y que ha continuado con la ausencia de cronograma electoral para todos los niveles de representación. Sin embargo, debe destacarse que lo sucedido es consecuencia de una decisión tomada hace casi 18 años cuando se procedió al nombramiento de los Poderes Públicos sin seguir lo estipulado en la Constitución aprobada el 15 de diciembre de 1999 en referéndum nacional. Los efectos de la Tragedia de Vargas habían dejado al país en completo shock. A la semana siguiente de la aprobación de la Constitución, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) asumió el nombramiento de los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, del Consejo Nacional Electoral, así como los representantes de la Fiscalía y la Contraloría, sin apego a lo establecido en la Constitución.

Todo lo que ha pasado en Venezuela desde ese momento, es consecuencia de esa ruptura del orden constitucional en esa fecha. Claro, en aquel momento otra era la conformación de fuerzas políticas. El gobierno había logrado un notable respaldo popular, y se habían puesto en marcha mecanismos que subestimaron la fuerza electoral de los sectores adversos. De tal forma que la representación en la Asamblea Nacional Constituyente no se correspondía con la votación real de los sectores opositores. 

A partir de esa decisión, se generó una coincidencia entre los objetivos del gobierno y las posibilidades que brindaba la pérdida del equilibrio de poderes. Entre 1999 y 2015, exactamente 16 años, esta alianza de poderes fue el instrumento para alterar todas las disposiciones constitucionales contrarias al objetivo de controlar al gobierno y a la sociedad. Entonces, no estamos hablando de una alteración de corta evolución, estamos en presencia de un deterioro constitucional de casi dos décadas.

El triunfo de la Unidad en la elección de la Asamblea Nacional en diciembre de 2015 ocasionó el cese de esa alianza férrea de poderes públicos. Por primera vez un poder público pasaba a estar en manos de un sector político adverso al gobierno. A partir de esa elección, se ha pretendido anular la capacidad de la Asamblea Nacional para ejercer todas sus facultades constitucionales a través de las sentencias del TSJ y con el pleno apoyo de los restantes poderes públicos. Es por ello que lo que está en juego no son los efectos de las decisiones recientes del TSJ, sino la reversión completa de todas las decisiones que han anulado en la práctica lo que significa la Constitución de 1999 como garantía de los derechos de todos los venezolanos.

Politemas, Tal Cual, 5 de abril de 2017

La mayor desprotección en América

La cobertura universal se ha convertido en el principal objetivo de los sistemas de salud del mundo. En aquellos países que han alcanzado un alto nivel de desarrollo, lo fundamental es mantener la alta cobertura especialmente ante el aumento de la expectativa de vida, y los costos crecientes de la atención a la salud. En los países de menor desarrollo es mucho más complicado. Se trata de alcanzar la cobertura universal en un escenario más difícil desde el punto de vista económico, y con las mismas tendencias en cuanto al envejecimiento de la población y el aumento de las inversiones requeridas.

De allí que alcanzar la cobertura universal de salud supone tanto la prestación de servicios como garantizar que todas las familias cuenten con la protección financiera para sufragar los costos. Es por ello que la protección financiera de las familias se convierte en un eje central de la cobertura universal de salud. Se trata de evitar que las familias deban asignar una proporción muy alta de los ingresos para los servicios de salud, así como impedir que en algunas circunstancias se afecte de manera permanente la sostenibilidad económica del hogar. Dada las características de la prestación de servicios de salud, el rol de los gobiernos, a través de la asignación de recursos públicos, se convierte en un requisito clave para alcanzar la cobertura universal salud.

En este contexto es totalmente dramática la situación de desprotección financiera que afecta a las familias venezolanas. De acuerdo con los últimos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2014, casi el 65% del gasto en salud en Venezuela fue realizado por las familias, con lo cual se convierte en el gasto de bolsillo más alto de América. Los mismos datos señalan que el gasto de bolsillo en Venezuela es uno de los más altos del mundo.

Datos obtenidos a través de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), realizada por especialistas de la UCV, UCAB, USB en 2016, indican que 63% de la población no cuenta con un plan de seguros de salud. Esta cifra representa un aumento de 10% con respecto a la obtenida en ENCOVI 2015. Más aún, cuando se toma en cuenta el nivel de recursos de las familias, se constata que la falta de plan de seguro de salud alcanza casi al 90% de la población en el estrato social de menores recursos. También se constata que el 20% de la población en uno de los estratos de mayores de recursos perdió la cobertura de seguro de salud entre 2015 y 2016. 

Los datos anteriores confirman una terrible tendencia: Venezuela ha experimentado la mayor privatización de la salud que se ha producido en América en el siglo XXI. Esta tendencia está acompañada por uno de los gastos de salud per cápíta del gobierno más bajos de América (solo superado por Haití y Guatemala). Es por ello que la desprotección financiera de salud de los venezolanos es la mayor en América. No hay forma de negarlo.

Politemas, Tal Cual, 29 de marzo de 2017