jueves, 23 de mayo de 2013

Perdido en el espacio

Maduro casi cumple el mes de juramentado. Sumado a los años anteriores en el gobierno, nadie podría decir que es un novato. Fueron largas las horas en el anterior gobierno, oyendo, pero también tomando decisiones en su área de influencia. Además de ser Canciller, también fue Vicepresidente. Mucha responsabilidad y experiencia compartida para decir ahora que no conoce. Pero lo cierto del caso es que Maduro no parece tener la menor idea sobre las dimensiones de los problemas que confrontan los venezolanos. Y mucho menos de las soluciones.

Con respecto a la inseguridad, la “genial” idea de llenar las calles de soldados ya tiene su fracaso anticipado. El efecto será solamente para llamar la atención. Los problemas de fondo que caracterizan la inseguridad de los venezolanos quedarán sin mayor variación. Ante la mayor angustia de los ciudadanos, el gobierno ya da muestras de que seguiremos sin soluciones. Eso de traer a otros a resolver los problemas, en este caso a los militares, no es buen signo de las capacidades reales del gobierno.

Por si fuera poco lo anterior, Maduro también se ha estrenado con un completo desconocimiento sobre la escasez que está castigando sin clemencia a todos los sectores. Su interpretación es bastante simple, más bien, rudimentaria y prejuiciada. Según Maduro, la escasez es responsabilidad de los sectores productivos. Según él, los que quieren vender para tener ganancias, no lo hacen, solamente para “fregar” al gobierno. Todos los empresarios que tienen inversiones de años y con cientos de miles de empleados, según Maduro, se han puesto de acuerdo para no vender, y someter sus negocios a la posibilidad de quiebra. Esta “lógica” de Maduro no es menos que ridícula.

Luego, sigue Maduro, si los empresarios venezolanos son unos “masoquistas” que quieren acabar con sus negocios, entonces hay que “buscarlos” en el exterior. Y de allí que en los viajes de la semana pasada, el gobierno ofrece comprar cientos de miles de toneladas de alimentos a empresarios de otros países. Estos últimos empresarios, dice Maduro, si son “revolucionarios”. Se “sacrifican” para ayudar a los venezolanos.

Maduro, no queda duda, está completamente desubicado. Desconoce que este largo gobierno ha exterminado la capacidad productiva de la economía venezolana. Más del 95% de las divisas que obtenemos provienen de la venta de petróleo. Quince años atrás el 50% de las divisas provenían de la exportación de bienes industrializados. Todo eso lo acabó esta administración. Si a ello sumamos la política de agresiones contra la propiedad, y el control en materia de precios, tasa de cambio, salarios, entre otros, no es difícil explicar este panorama de escasez e inflación. Para todos estos problemas Maduro no tiene soluciones. Está definitivamente perdido.

Politemas, Tal Cual, 15 de mayo de 2013

Autoritarismo en ascenso

El gobierno del presidente Chávez ha decidido avanzar con todo. Luego de la aprobación de la enmienda constitucional, incorporando la reelección indefinida, muchas “instituciones” han caído en la arremetida. Desde el fundamento constitucional del Estado Federal Descentralizado, pasando por los votos que llevaron a Antonio Ledezma a la Alcaldía Metropolitana, siguiendo con las violaciones al derecho de propiedad, y llegando (a finales de la semana pasada) a la propuesta de eliminación de reglas electorales como la representación proporcional de las minorías.

De manera que ya no se puede evadir lo que es una constatación clara. La pérdida de las capacidades democráticas en Venezuela, acentuada desde el inicio del actual gobierno, ha sido sistemática. Los impedimentos que la sociedad democrática ha colocado, han retrasado el frenesí autoritario, pero no lo han eliminado. Quizás sea hora de iniciar una reflexión política profunda sobre el tipo de gobierno que padecemos hoy los venezolanos.

Hace pocos años, en 2003, la profesora Marina Ottaway, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins publicó un libro sobre los denominados regímenes semi-autoritarios. El título del libro (Democracy Challenged) expresa como la democracia puede ser una ficción en algunos países. Especialmente en aquellos en los cuales las formas democráticas esconden su verdadera naturaleza. Esta ambigüedad no es fortuita, responde a las verdaderas intenciones de los gobernantes.

En el libro se considera a los regímenes semi-autoritarios como aquellos en los cuales coexiste una aceptación retórica de la democracia liberal, o al menos de algunas de sus instituciones (poderes públicos, partidos políticos, elecciones, entre otras), con rasgos marcados o tenues de autoritarismo. Destaca la autora, que no son regímenes en evolución a la democracia. Dicho de otra manera, un régimen semi-autoritario tiende a perpetuarse, a aumentar su duración por cualquiera de los canales a su disposición.

Muchos venezolanos de esta época, tanto los que están con el gobierno como los que lo adversan, saben con lujo de detalles como ha sido nuestra marcha, acelerada en las últimas semanas, para convertirnos de manera muy evidente en un régimen con grados mayores de autoritarismo. Ello se expresa, según la autora, en cuatro rasgos centrales.

El primero es la limitación que impone el régimen a la transferencia del poder. Nada más con la introducción de la posibilidad de reelección indefinida pareciera estar demostrado el punto. Por primera vez en casi cien años existe la posibilidad de que un gobernante venezolano esté en el poder más de veinte años. El segundo es la debilidad progresiva de las instituciones. Sólo con citar la dependencia de la Asamblea Nacional y la reversión de la descentralización, pareciera ilustrarse este aspecto.

El tercero, agravado en nuestro caso, es la ausencia de vínculos entre las reformas económicas y las políticas. Es decir, estos gobiernos pueden tener economías de mercado y ser autoritarios. En nuestro caso particular podemos tener una economía controlada y autoritarismo. Explicado mucho por la dependencia del petróleo. El cuarto rasgo es la limitación progresiva a la acción de la sociedad política y civil. Todo lo cual nos debe llevar a examinar con detalle cómo nacen y finalizan los regímenes de este tipo. Especialmente cuando sabemos que el nuestro ya no tiene otra obsesión que ser eterno.

Politemas, Tal Cual, 27 de mayo de 2009

Delirio en el Lago de Maracaibo

Tal parece que el gobierno del presidente Chávez decidió de una vez por todas asumir que la lucha es totalmente ideológica. Nos imaginamos que en el Alto Gobierno ya nadie le busca las “lógicas” a las decisiones. Se trata simplemente de adaptarse a la nueva ola de la “revolución”. En esta ola se impone sin restricciones todo lo que el pueblo venezolano rechazó en diciembre de 2007, cuando se propuso la reforma de la Constitución. Para muestra un botón.

Desde principios de esta semana las cosas han subido de tono en la Costa Oriental del Lago. Los trabajadores de las empresas expropiadas, hace pocos días como se recordará, decidieron realizar protestas. La razón: argumentan deterioro en las condiciones laborales de 16.000 obreros petroleros que se encontraban en la nómina de 75 empresas expropiadas por el gobierno.

Todo esto sucede a menos de dos semanas de la llamada “toma del Lago de Maracaibo”. Quizás con mucha nostalgia, porque se hubiera querido hacer en ambiente más digno de películas de guerra y marina, a plena luz del día y encabezado por el propio Presidente de la República, se procedió a tomar “control” de decenas de empresas que prestaban servicios de todo tipo en la principal industria nacional. Muchas de estas empresas tenían décadas de experiencia, e incluso muchas de ellas prestaban servicios en áreas de gran complejidad tecnológica.

Pero el “socialismo del siglo XXI” no entiende estas razones. En su visión, el único empleador debe ser el Estado. El trabajo es una “concesión” que se otorga a los ciudadanos que asuman las reglas de juego de la llamada “revolución”. Si aceptas a tus gobernantes y le rindes la pleitesía debida, entonces podrás disfrutar de los “beneficios” de todas las empresas públicas que tendremos en el país.

Lo anterior es más fácil decirlo que hacerlo, y menos en una sociedad tan internacionalizada como la venezolana. El gobierno prometió que en un “primer momento” asumiría 8.000 trabajadores. Ahora los trabajadores se quejan de que sólo se ha absorbido a 300 de ellos. Otros trabajan y no le pagan. A otros les pagan sólo el salario básico.

No queda dudas, entonces. Lo que vimos en vivo y en directo en la llamada “toma del Lago de Maracaibo” no es otra cosa que la manifestación de un gobierno en fase delirante. En máxima expresión de la pérdida de la mínima noción de realidad. No entiende que las complejidades de una industria como la petrolera no pueden atender a caprichos ideológicos. Es muy probable que nadie haya estimado en detalle las consecuencias financieras, técnicas, operativas, que conllevaría la expropiación de tales empresas. Ya muchas de las consecuencias no previstas están allí, en frente de nosotros.

Hay otra fase más grave en este delirio. Tiene que ver con la propia sostenibilidad de la “revolución bonita”. No queda ninguna duda de que el gobierno apuesta todo lo que tiene a su carta más preciada: el precio del petróleo. Asume que se puede seguir manteniendo a toda la sociedad, y especialmente la voracidad del gasto público, a través de las exportaciones petroleras.

Si lo anterior es cierto, ¿cómo explicar entonces que sea el propio gobierno quien estimule el temor de las empresas nacionales e internacionales que tienen capacidad para las actividades de producción, exploración y gerencia de la industria? ¿Por qué eliminarlas del mapa a través de las expropiaciones? ¿Por qué ahuyentarlas del país a través de las restricciones a la propiedad? Tal parece que el delirio y el arte de gobernar no se llevan muy bien.

Politemas, Tal Cual, 3 de junio de 2009

La génesis del autoritarismo

Ya pareciera haber un gran consenso sobre la naturaleza autoritaria del actual gobierno. En los últimos diez años la élite gobernante ha reducido, sin muchos miramientos, las capacidades democráticas de la sociedad venezolana. Salir de este autoritarismo supone un gran esfuerzo unitario. Como el que está en marcha. También requiere conocer las causas que lo produjeron. Para no repetirlas. Una mirada a las experiencias pasadas nos puede ayudar.

Se ha comparado este gobierno con el que encabezó Velasco Alvarado en Perú (1968-1975). Políticas implementadas por la actual administración lo asemejan bastante. En ambos casos la entrada del autoritarismo se da por falta de acuerdos en el orden político. En el caso peruano, se desencadena un golpe militar. En el nuestro, la vía de entrada son las elecciones de 1998. Veamos.

El presidente peruano Fernando Belaúnde Terry fue electo en junio de 1963, con 39% de los votos. Fue un margen pequeño. De hecho, no obtuvo la mayoría en el parlamento. El gobierno no consiguió aliados para alcanzar la mayoría. El Apra era rechazado por los militares. Tampoco podía aliarse con los partidarios del dictador Odría. El gobierno se quedó solo. Sin embargo, sus adversarios políticos conforman la llamada Coalición Apra-Odría.

A pesar de ello, en los primeros meses de gobierno, Belaúnde ratifica su intención de cumplir algunas de sus más importantes promesas electorales: nacionalización de la Caja de Depósitos y Consignaciones, la cual era una agencia privada a cargo del cobro de impuestos, la reforma agraria y el traspaso de 300.000 hectáreas (la hacienda de Algolán) a campesinos. Estas medidas aumentaron la popularidad de Belaúnde y de su partido Acción Popular. Hasta el punto de ganar las elecciones municipales de diciembre de 1963 con 49% de los sufragios. La popularidad del gobierno aumentó aún más con la creación de la Cooperación Popular, especie de alianza de estudiantes y campesinos.

No todo fue tan positivo. La oposición al gobierno bloqueó la reforma agraria en el Congreso y exigió la represión de los campesinos que habían ocupado tierras. También la Coalición eliminó los fondos para financiar a la Cooperación Popular. Para colmo, el gobierno fue incapaz de resolver el viejo litigio con la International Petroleum Company (IPC). El gobierno de Estados Unidos amenazó con cortar la ayuda económica a Perú si se procedía a la nacionalización de la IPC.

La inestabilidad del gobierno fue agravada por la crisis fiscal de 1966. La devaluación se hizo obligatoria. Acusaciones de corrupción por el manejo de las divisas hicieron tambalear al gobierno. Ante la posibilidad de que se produjera un golpe militar, un sector aprista se alió con un sector del belaundismo. Se constituye un nuevo gabinete con esta alianza. Sin embargo, la consecuencia directa fue la pérdida de apoyo de las Fuerzas Armadas.

El error del gobierno al llegar a un acuerdo con la International Petroleum Company, según el cual se obligaba a la empresa estatal a venderle todo el petróleo para sus refinerías, ocasionó protestas masivas de trabajadores.

El resultado final fue el golpe de estado encabezado por Velasco Alvarado a mediados de 1968. Al igual que en nuestro caso, la imposibilidad de los actores políticos para acordar sobre puntos centrales de la agenda pública abrieron el cauce a la experiencia autoritaria. Es bueno no olvidarlo. En próxima entrega analizaremos las consecuencias de esta falta de acuerdos para la sociedad peruana.

Politemas, Tal Cual, 10 de junio de 2009

Obama contra el sistema

Para un Presidente que tiene una lista interminable de problemas que enfrentar, debe ser difícil acometer la reforma del sistema de salud con viento en contra. El presidente Obama hizo de la cobertura universal de la salud un gran tema de su campaña. Para más de cincuenta millones de personas en los Estados Unidos la cobertura de servicios de salud es una mera ilusión.

Estados Unidos tiene el peor sistema de salud del mundo desarrollado. Es una verdad aceptada en círculos académicos y políticos. En el centro de las deficiencias del sistema de salud de los Estados Unidos está la manera de financiarlo. Al contrario de muchos países desarrollados, Estados Unidos no cuenta con un seguro de salud para toda la población. Es decir, no tiene previsiones para atender las contingencias de salud de toda la población.

En países como Inglaterra, España, Italia, sólo por nombrar algunos, el financiamiento de la salud se hace con cargo a los impuestos generales. Se define un conjunto de servicios, expresados en número y tipos de consultas, servicios de atención primaria, secundaria, terciaria, medicamentos, recursos diagnósticos. El total de estos costos son financiados con los impuestos de cada año y los recursos son aprobados por el respectivo parlamento. Las personas pueden contratar seguros por encima de la cuota financiada por el seguro público, pero esto lo hace un porcentaje pequeño de la población.

En Estados Unidos no existe tal previsión. De manera que la incorporación al seguro de salud depende de la afiliación laboral, de la edad, o de la condición social. Es por ello que hay seguros de salud que financian las empresas parcial o totalmente. También hay seguros públicos para las personas mayores de 65 años. O para los estratos más pobres. De manera que si una persona no está trabajando, o es menor de 65 años, o no pertenece al sector más pobre, es muy posible que termine sin ninguna cobertura de seguros de salud.

Modificar esta situación requiere considerar opciones para fortalecer el financiamiento público, es decir, con nuevos gastos para los cuales debe haber los respectivos recursos, o la aprobación de mecanismos de financiamiento con la participación de terceros, por ejemplo empresas pequeñas o trabajadores por cuenta propia. Estas opciones son totalmente ajenas a la estructura del sistema de salud de Estados Unidos. Todo lo que signifique mayor intervención pública es rechazado en líneas generales. El “status quo” en el cual participan empresas aseguradoras y prestadores privados es bastante difícil de reformar.

Esa fue la experiencia de la reforma emprendida a principios del gobierno de Clinton, liderada por la Primera Dama de la época, ahora Secretaria de Estado. La reforma no pudo ser aprobada. Luego de 16 años el presidente Obama insiste en el punto. Su estrategia pasa por aumentar el financiamiento público de la salud para financiar seguros privados, obligar a las grandes empresas a financiar los seguros de sus empleados o el seguro público, hacer obligatorio la cobertura de seguro de los niños, entre otras medidas.

La propuesta del presidente Obama sufre los embates del sistema. Ha tenido que tomar otras medidas que son interpretadas por muchos ciudadanos como muestras de una mayor intervención del Estado, tales como los recursos para la crisis financiera o el control de las empresas fabricantes de vehículos. En tales condiciones, las posibilidades de aprobar su reforma dependerán de su capacidad de liderazgo y presión política. Nada fácil la tarea.

Politemas, Tal Cual, 17 de junio de 2009

El espejismo de Zelaya

Algo ha tenido que fallar en el cálculo de José Manuel Zelaya. Su abrupta salida de la Presidencia de Honduras, ejecutada a través de un golpe de Estado, en la oscuridad de la noche y violando los procedimientos institucionales, debe ser rechazada por los sectores democráticos. La consecuencia de ello es regresar a los penosos tiempos en que los militares se constituían en actores dominantes en nuestros países.

La suma de eventos ha llevado a una seria alteración del curso institucional en el país centroamericano. La más grave en casi una década en la Región. Razón de peso para identificar las posibles causas, especialmente porque algunas de ellas podrían encontrarse más difundidas de lo que se supone.

Hace menos de un mes, con ocasión de celebrarse la Asamblea General de la OEA en San Pedro de Sula, el presidente Zelaya reconocía que Honduras “se ha convertido en la economía más dinámica de Centroamérica, hemos obtenido tasas de crecimiento en 2006 y en 2007 de más de 6,3 y 6,7% (respectivamente)…”. Más adelante, señalaba los esfuerzos realizados por Honduras para mejorar su competitividad. Mencionó el último informe del World Economic Forum en el cual se indicaba que el país había ascendido 15 puestos en la escala de competitividad. Como si fuera poco, indicaba que en el país se había reducido la pobreza en los dos primeros años de su gobierno.

Y es acá donde aparece lo llamativo. Luego de todos esos éxitos, el gobierno de Zelaya decide sumarse a la Alternativa Bolivariana (ALBA), y asumir los postulados del Socialismo del Siglo XXI. El Congreso de la República aprobó el ingreso al ALBA, no sin dejarse colar el rechazo de sectores políticos y empresariales.

La ganancia no era nada desdeñable. Al ingresar al ALBA, Honduras hace más méritos para contar con 400 millones de dólares anuales de petróleo en las mejores condiciones. Para un país con grandes requerimientos energéticos el trato no es nada malo. Pero tal acuerdo tenía su contrapartida. Los “grandes” del ALBA ahora podrían contar con un aliado más.

Es poco probable que Zelaya haya descifrado con precisión los riesgos que corría. Empezó a hablar de una especie de “liberalismo socialista”. Algo así como una cuadratura del círculo que le permitiera superar las críticas. Para tranquilizar al sector privado, del cual había sido un conspicuo exponente en el pasado, señaló “queremos una empresa privada y un sector privado que comparta sus ingresos con los trabajadores, que genere riquezas para que Honduras se desarrolle”.

El espejismo de Zelaya fue notorio. Creyó que en el Socialismo del Siglo XXI es posible un sector privado productivo. Una mirada en detalle de la economía venezolana le hubiera dado una mejor idea. Para muchos sectores de su país la película está más clara. No en balde, los ciudadanos de Honduras son, luego de los dominicanos, los que más admiran a los Estados Unidos. Basta con ver las remesas que reciben de sus compatriotas en el exterior. Poca cabida para el socialismo en ese contexto.

Para completar el espejismo, Zelaya pensó que podía ser un ·reformador” del sistema hondureño, que podía llevar su país a la “tierra prometida”. Por ello el empeño en la Asamblea Constituyente. No tomó en cuenta que su gobierno es el segundo menos aprobado en la Región. Menos del 30% de los ciudadanos favorece su conducción. Poco espacio entonces para ser el “salvador” del sistema con una fachada socialista. Las consecuencias de tal espejismo no sólo las sufre Zelaya, también el pueblo hondureño. Esperemos que por poco tiempo.

Politemas, Tal Cual, 1 de julio de 2009

La negligencia de la OEA

Ya podemos estar “tranquilos”. La Asamblea Permanente de la OEA concluyó que en Honduras hubo un golpe de Estado el 28 de junio. Además, como consecuencia de la negativa del gobierno de Micheletti a restituir a Zelaya, aprobó (por unanimidad) la suspensión del Estado de Honduras.

De lo anterior se deduce que la OEA sabe reconocer un golpe de Estado. Después que ocurre, claro está. En esto se parece mucho al ciudadano de a pie, especialmente al sur de Río Grande, que en la mañana del domingo 28 se enteró de que el presidente Zelaya había sido sacado de su residencia en la madrugada, por un comando de efectivos militares, y llevado a Costa Rica en un avión. El ciudadano de a pie llegó a la misma conclusión que la OEA: acá tenemos un golpe de Estado.

Ahora bien, no es suficiente con diagnosticar el problema cuando ya está “de bulto”. El problema es diagnosticar con anticipación. Lo que llaman “política preventiva”. En este caso, las consecuencias las sufre el pueblo de Honduras: está reducido su comercio, afectadas las inversiones y los préstamos internacionales, disminuido el turismo, sus estudiantes sin clases, y con muchas preocupaciones.

La pregunta que debe contestar la OEA es si hizo todo lo que estaba a su alcance para evitar esta ruptura institucional. En la página web de la Corte Suprema de Justicia de Honduras está el relato de los hechos. Allí se indica que la propuesta del presidente Zelaya, para proceder a una consulta, fue suspendida por el Juzgado Contencioso Administrativo el 27 de mayo. Dos días más tarde, a solicitud del Ministerio Público, el Juzgado Contencioso aclara que la suspensión abarca tanto los actos tácitos o expresos, y cualquier cambio de denominación que se incorpore. El 1 de junio la Corte de Apelaciones decidió por unanimidad rechazar el amparo introducido por el presidente Zelaya. También se señala que el Presidente fue notificado tres veces para que se abstuviera de contravenir las decisiones judiciales.

También se informa sobre la orden a las Fuerzas Armadas para que decomisaran el material electoral, así como sobre la solicitud de juicio al presidente Zelaya (presentada el 25 de junio) por los delitos contra la forma de gobierno, traición a la patria, abuso de autoridad y usurpación de funciones. Además, se informa sobre la comunicación enviada a todos los Presidentes de las Cortes Supremas de Centroamérica detallando estas actuaciones.

Todo esto era público y notorio. Es obvio que la delegación de la OEA en Tegucigalpa lo conocía. Se sabía que era probable un “choque de trenes”. Esas son las situaciones que pueden afectar el proceso político institucional democrático, tal como se señala en el artículo 18 de la Carta Interamericana.

Ese artículo también faculta al Secretario General y al Consejo Permanente, previo consentimiento del gobierno afectado, para que realice visitas y gestiones para resolver la crisis. ¿Se comunicó el Secretario General con el presidente Zelaya? ¿Se propuso para visitar el país y ayudar? Si lo hizo y no fue aprobado por Zelaya, ¿se comunicó con otros presidentes para que intercedieran? ¿Puede informar el Secretario General sobre sus intentos? Más aún, ¿por qué no se incluyó en la resolución del 26 de junio (dos días antes del golpe) que el Secretario General viajara inmediatamente a Honduras? Quizás dialogar con los actores hubiera evitado la crisis. La OEA fue negligente. No enfrentó con decisión los eventos. Los venezolanos sabemos mucho de esto. Es la misma negligencia que llevó al alcalde Ledezma a la huelga de hambre.

Politemas, Tal Cual, 8 de julio de 2009

Petroimperialismo

Todo el que conozca un poco de Honduras sabe el impacto que significan 1.000 millones de dólares para su población. De acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, Honduras sólo supera a Bolivia, Guatemala y Haití. De manera que el efecto de más de dos semanas de inestabilidad política y restricciones comerciales no son buenas noticias para los hondureños, especialmente si nos referimos a la población en pobreza extrema, casi el 15% de la población total.

Esos 1.000 millones de dólares es el monto estimado en los proyectos que tienen financiamiento multilateral, como los del Banco Interamericano de Desarrollo y Banco Mundial, por mencionar sólo estas instituciones, así como los relacionados con la cooperación bilateral con Brasil para temas ambientales. Esta cooperación ha sido paralizada producto de la suspensión acordada por la OEA.

Honduras ha sido el escenario más reciente en el cual se ha expresado el alcance de una corriente expansionista en América Latina. Con la consigna del Socialismo del Siglo XXI, se ha repetido la fórmula venezolana, esto es, llegada al poder por elecciones, cambios institucionales producto de procesos constituyentes con poca consideración por los sectores opositores, eliminación del equilibrio de poderes, disminución de los mecanismos de transferencia de poder, entre otros aspectos.

Que la fórmula se haya acogido en otros países, como Bolivia y Ecuador, está fundamentado en el rol del petróleo como moneda de cambio en esta modalidad de imperialismo. El petróleo, si es utilizado sin mayores cortapisas, genera dependencia en los aliados. Petróleo barato es el anzuelo para mayores compromisos. Muchos de ellos políticos y diplomáticos. Es el petroimperialismo, muchas veces descarado, otras veces encubierto. Con la misión de copar el mayor espectro de influencia en la región. No otra es la función de Petrocaribe: darle soporte financiero a la estructura política representada por la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América (ALBA).

Honduras era una “ficha” atractiva en ese tablero petroimperial. Hubiera sido el primer país centroamericano que aprobara una constituyente con estos objetivos. De allí la importancia asignada a la consulta de la cuarta urna y todo el apoyo otorgado, tanto político, como financiero y logístico. Claro está, las presenciales petroimperiales también tienen sus opositores. Para muchos latinomericanos no es “buen negocio” pasar del imperialismo del Norte, al petroimperialismo tropical liderado por el presidente Chávez. El rechazo a estas posiciones está en el fondo de la crisis hondureña de la actualidad. La complejidad de estos hilos hace suponer que no será fácil ni rápida la solución.

Politemas, Tal Cual, 15 de julio de 2009

¿Cómo triunfó la Unidad en Perú?

Hace diez años Fujimori era el hombre fuerte de Perú. Su gobierno puede catalogarse como semi-autoritario. El último en América Latina antes de la aparición del gobierno del presidente Chávez. Fujimori creó un sistema de miedo. Persiguió a los medios de comunicación que le hacían oposición. Con la complacencia de los militares reprimió la disidencia. Muchos peruanos tuvieron que salir al exilio. Como tantos otros gobiernos autoritarios, su fin era mandar para siempre.

Todo eso lo sabían los sectores democráticos del Perú. Enfrentar la dictadura, como era reconocido el gobierno dentro y fuera del país, exigía un gran esfuerzo de concertación. La política de Perú ha tenido de todo. Desde gobiernos civiles con amplias libertades, hasta experimentos precursores del socialismo del siglo XXI, como el de Velasco Alvarado. También ha tenido partidos destacados, algunos de ellos pioneros en América Latina.

Los políticos peruanos opuestos a Fujimori sabían que la lucha por la recuperación de la democracia requería sentarse y acordar. Experiencia no muy frecuente en Perú. Algunas veces los conflictos entre sus sectores políticos terminaban dando al traste con la institucionalidad. Fujimori era una demostración de ello.

Es así como se dispusieron a acordar. El 25 de noviembre de 1999 se firma en Lima el llamado Acuerdo de Gobernabilidad. Fue suscrito por los líderes de los partidos políticos y movimientos democráticos de Perú, a saber: Democracia y Solidaridad, Perú Posible, el Partido Aprista Peruano, Acción Popular, Movimiento Unión por el Perú, Movimiento Perú Ahora, Unión Demócrata Cristiana, Movimiento por la Democracia, Convergencia Democrática (CODE), Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos, Partido Unificado Mariateguista, y el Partido Popular Cristiano. Entre los firmantes del Acuerdo de Gobernabilidad estuvieron Valentín Paniagua y Alejandro Toledo, primeros presidentes luego de la restauración de la democracia en Perú.

Los puntos del Acuerdo eran pocos, pero fundamentales. En primer lugar, una propuesta de gobierno democrático de unidad nacional. Ante la división generada por el fujimorismo, se proponía inclusión, respeto a la disidencia, rescate de las libertades públicas, apertura. Ante los desmanes de una política neoliberal, se propone una política económica que promueva el empleo de calidad. Ante la desprotección de vastos sectores de menores ingresos, se contrapone una política social que enfatice la inversión en capital humano. Ante la concentración de poder del gobierno de Fujimori, se propone la descentralización. Estos fueron los grandes acuerdos.

Los firmantes del acuerdo se comprometieron a respetarlo y garantizar que quien fuera a dirigir el gobierno que sucediera a Fujimori, debería llevar a la práctica estas grandes líneas de acción. Poco menos de un año después Fujimori renunció a la presidencia de Perú. El gobierno del presidente Toledo, basado en la experiencia del Acuerdo de Gobernabilidad, convoca en 2001 al llamado Acuerdo Nacional. A mediados de 2002 se firma dicho Acuerdo con la representación de amplios sectores de la vida política, social y económica peruana.

A diez años del Acuerdo de Gobernabilidad, Perú es un país diferente. Se ha convertido en una de las economías más pujantes de América Latina. Persisten rezagos y dificultades. Pero la vitalidad de la política peruana es reconocida por propios y extraños. Sin lugar a dudas que los acuerdos de 1999 tienen mucho que ver con esto. Ejemplo cercano, ya se avanza para imitarlo.

Politemas, Tal Cual, 22 de julio de 2009

La "revolución" echa el resto

El gobierno le teme al año 2010. No le falta razón. Dentro de cinco meses las tensiones económicas serán mucho mayores. Los desequilibrios acumulados, tanto en el mercado cambiario, como en el ritmo inflacionario, así como la fragilidad de las cuentas fiscales, presagian tormentas significativas. Todo ello agravado por el deterioro que ya se siente en el mercado laboral, no hablemos de lo que tendremos a final de año. Para remate, las noticias sobre los programas de protección social del gobierno indican caída de la cobertura real y de los recursos asignados si lo comparamos con el año 2008.

Por si fuera poco, la imagen internacional del gobierno ha quedado bastante maltrecha después de los sucesos de Honduras. Ya nadie duda de la intervención directa y sistemática del Petroimperio en este país centroamericano. Para muchos gobiernos de la región ha quedado muy claro que la “revolución” venezolana se las trae. Es capaz de movilizar recursos y voluntades para aumentar su expansión. También para muchos ha sido evidente que en Venezuela tenemos un franco proceso de deterioro democrático. Lo más grave es que se quiera imponer en otros países un modelo que conduce a gobiernos autoritarios y excluyentes.

Todo lo anterior ha deteriorado aún más al gobierno. Para la mayoría de los venezolanos ya la preocupación es más que significativa. El rechazo a los postulados socialistas, a las confiscaciones de la propiedad privada, a la creciente apropiación de medios por parte del gobierno, a la limitación de la participación política, son mucho más frecuentes que un año atrás. Para muchos venezolanos este gobierno ha dejado de ser una mala gestión, a secas. Ahora es un gobierno autoritario que quiere mantenerse a toda costa en el poder, sin mayor consideración que los intereses de la élite dominante.

En tal contexto el gobierno ha examinado sus opciones. Disminuir las tensiones con una relativa apertura ha debido descartarse muy rápidamente. El gobierno sabe que tiene que radicalizar sus posiciones. No se ha transitado todo este camino para no llegar a la meta, dicen. Se trata de alcanzar todas las aspiraciones de una “revolución” del Socialismo del Siglo XXI. Se trata de dominar completamente a todos aquellos que se opongan. Se trata de consolidar una “revolución” eterna. Sin mayores contemplaciones.

De manera que el escenario está servido para una aceleración de la marcha del llamado “proceso”. El objetivo es llegar al 2010 habiendo tomado control de instituciones claves para imponer una sola voz, una sola obediencia. Es por ello que las baterías están enfiladas contra la educación, contra los medios de comunicación, contra los derechos de propiedad, contra la inversión privada. En cinco meses se aspira imponer todo aquello que no haya podido imponerse hasta la fecha. De allí la nueva Habilitante que seguramente será aprobada en los próximos días.

Lo que no calcula el gobierno es que la “epoyeya” que quiere iniciar sólo tiene eco en un pequeño círculo de incondicionales, cercanos al poder, pero muy alejados de la gente. Para la inmensa mayoría de los venezolanos la arremetida es una prueba más de que el actual gobierno se ha quedado sin banderas, ha perdido la calle, corre a refugiarse en sus últimos bastiones. En las propias filas del oficialismo hay conciencia de que la “revolución” es hoy más débil que nunca. No tiene argumentos, sólo la desesperación de saber que tiene que apurar la marcha, de que lo que ha “consolidado” es una mera ilusión. La “revolución” echa el resto cuando no le queda nada.

Politemas, Tal Cual, 29 de julio de 2009.

domingo, 19 de mayo de 2013

Tropas a la calle

Ya Maduro puede “estar tranquilo”. Dos semanas después de su juramentación, cree haber encontrado una política pública. Hasta ahora todo lo que había dicho era la repetición de frases del anterior presidente. Sus cadenas se habían concretado a anunciar que al acto había llegado el Vicepresidente, o algún ministro. Como para ocupar el tiempo asignado por los productores de la cadena. Sin mucho libreto, pues. Lo que llaman “pasar el rato”. La única diferencia es que lo hace en cadena nacional, con grandes costos involucrados.

Hasta que llegó el día de su visita a Uruguay, Argentina y Brasil. Muchos días sin cadenas requerían una “compensación”. Y entonces vino la “gran idea”. Algo que decir que dejara al país conmocionado con la genialidad y originalidad. Los asesores de Maduro tuvieron seguramente que hacer un esfuerzo supremo. Una idea para la historia. Y por ahí se fue. Maduro anunció que la solución para el problema de la seguridad, especialmente en Petare, El Valle, Antímano, El Recreo y Baruta, era sencillamente sacar a las calles a la Fuerza Armada junto con la Policía Nacional Bolivariana. Hay que aclarar que esa propuesta no es para el resto del país.

Eso es todo. Muy original, Maduro. Para remate pasó a atacar directamente a la Policía de Miranda diciendo que eran unos “malandros, sicarios, y secuestradores”. Sin una prueba, ni denuncia concreta en los organismos competentes. Muy mala señal es que Maduro pretenda imponer a los venezolanos una política de seguridad basada en la vigilancia en las calles por parte de la Fuerza Armada.

Por supuesto no es la primera vez que tal propuesta se hace. Con la magnitud que ha alcanzado el auge de la inseguridad en este largo gobierno, cunde más bien la desesperación. Para nada les pasó a los responsables del gobierno, incluyendo a Maduro, que la solución real del problema pasa por convocar a los responsables de la seguridad en todas esas áreas geográficas, en todos los niveles de gobierno. Algo así como una reunión de trabajo con propuestas concretas y planes acordados para asignar recursos. Que tomaran en cuenta el apoyo a la dotación de las policías, la vigilancia en las zonas críticas, las acciones preventivas, la integración de los organismos encargados de la lucha contra las drogas, entre otros aspectos.

No parece importarle mucho a Maduro el hecho de que la Fuerza Armada está para ocuparse de otras funciones. Que las tareas de seguridad son muy diferentes a las de defensa. Que la lucha contra la seguridad requiere la participación de la Fuerza Armada, pero siempre en el ámbito de sus atribuciones y responsabilidades. Tal medida, en consecuencia, es una mera acción efectista. Para llamar la atención, para llenar un vacío. Parece que un imposible de Maduro será encontrar políticas para resolver los problemas de los ciudadanos.

Politemas, Tal Cual, 8 de mayo de 2013

Se acabó la farsa

Diez años tuvieron que pasar. La conversión que sufrió el golpismo del año 1992, pasando por el abstencionismo de mediados de los noventa, terminó en la utilización del “camino democrático” para acceder al poder. La suma del derrumbe del orden político y las demandas populares por cambio, lo llevaron efectivamente a gobernar desde Miraflores. Desde ese momento hasta ahora, el gobierno no ha hecho otra cosa que ir reduciendo progresivamente la calidad de nuestra democracia. Hasta el punto de que desde hace mucho tiempo ya no podría llamarse como tal. Durante todos estos años hubo ese “prurito” por mantener las formas. Por disfrazar de legalidad cualquier acto que atentara contra la Constitución y el Estado de Derecho. Hasta que no se pudo más.

Ante los acontecimientos de los últimos días, esto es, la propuesta de Ley de Delitos Mediáticos y el cierre de 34 emisoras de radio, no queda otra certeza de que el gobierno pasó la línea. Todo el deterioro de nuestras capacidades democráticas, liderado desde el gobierno a partir de 1999, siempre ha encontrado resistencia. Por tal razón el gobierno siempre ha perdido aliados. Millones de venezolanos han abandonado progresivamente al gobierno en sus deseos de convertirse en un régimen totalitario.

Esta resistencia que ha encontrado el gobierno en su proyecto totalitario ha sido permanente. Por diversidad de vías, desde las políticas, pasando por los medios de comunicación, por el estudiantado, por los trabajadores y empresarios, ni hablar de los intelectuales, se ha expresado esa resistencia. Hasta el punto de que a diez años de gobierno, hoy en día hay más venezolanos opuestos al proyecto totalitario que aquellos que lo apoyan.

Para un gobierno que aspira mandar para siempre, esto es inaceptable. Hay que enfilar todas las baterías para “someter” a la sociedad. Se trata, tal como lo ha dicho con claridad el Presidente de la República, de crear un país “virtual”. Esto es, donde los problemas no salgan por los medios, hasta el punto que cada ciudadano considere que las deficiencias de los servicios, o la inseguridad, o la falta de empleo, o el aumento de la pobreza, sólo le pasan a él. En el resto de ese país virtual las cosas funcionan perfectamente. Cada ciudadano empieza a sentir que quizás las cosas no están tan mal por cuanto no oye muchas críticas ni disidencias. Es evidente que esta lógica totalitaria ya tiene plena entidad en el actual gobierno. Se trata de construir una sociedad en la que prevalezca una sola visión, una sociedad completamente subyugada.

Es por ello inaceptable para los líderes de la “revolución” que el espectro de comunicación tenga 240 emisoras que difundan, aunque sea en pocas horas o minutos, una visión diferente de las cosas. Eso significa, en la lógica totalitaria, dejar pasar ideas o mensajes que contribuyen a la disidencia y a la diversidad. Es por ellos que derechos a la libertad de expresión y de información no están en el glosario del totalitarismo, todo lo contrario.

Todo indica que en las próximas semanas las baterías se enfilarán contra las 206 emisoras restantes. También es lógico presagiar que en los próximos días se aprobará la ignominiosa Ley de Delitos Mediáticos. Por parte del gobierno se trata de encontrar el momento preciso, generalmente cuando se acerca la noche, para ejecutarlas. Por parte de los sectores democráticos, que no aceptan que Venezuela se convierta en una sociedad totalitaria, se trata de decir con claridad que estamos ante un gobierno que ya tiene prurito en reconocerse como anti-democrático.

Politemas, Tal Cual, 5 de agosto de 2009

Presidente, el responsable es Usted

Bastó la solicitud de la hermana de una parturienta para que el Presidente “conociera”, en vivo y en directo, cuán alejado está su gobierno de los problemas de la gente. La señora tuvo que aprovechar un chance en Aló Presidente para pedir auxilio, para pedirle que alguien atendiera a su hermana.

El Presidente no salía de su asombro. Allí, en plena transmisión, se enteró de la dolorosa realidad. En este país es difícil parir. Especialmente si la mujer embarazada forma parte de la inmensa mayoría, esto es el 80%, que no tiene cobertura de seguros de salud, ni públicos, ni privados. Los servicios públicos no garantizan un parto con la calidad que se corresponde por ser habitante de este país.

Por supuesto que el Presidente se sorprendió. Nunca se imaginó que al mismo tiempo que libra combates a diestra y siniestra con el “imperialismo”, hay mujeres que no pueden tener sus hijos con dignidad. Primero dijo que no entendía. Pasó a engrosar con ese comentario la inmensa mayoría de los ciudadanos que tampoco entienden. Que con tantos recursos obtenidos en los últimos años, por el orden de los cientos de miles de millones de dólares, no se tenga para dotar los hospitales y maternidades con los medios necesarios para atender a todas las parturientas de este país.

El Presidente no se quedó ahí. Acto seguido preguntó: ¿Quién es el responsable de esto? No hay que ir muy lejos, Presidente. Usted tiene, según el artículo 236 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la obligación de cumplir y hacer cumplir nuestra Carta Magna, y de dirigir la acción del gobierno, entre otras atribuciones y obligaciones. De manera que las fallas y omisiones de su gobierno están bajo su responsabilidad.

Es por ello que usted no se puede deslindar de las enormes carencias que tiene su política de salud, especialmente en el área de la atención materna que le asaltó el domingo con sorpresa. En Venezuela, Presidente, 500.000 mujeres requieren cuidados de parto todos los años. Para cada una de ellas se necesita un Estado que las proteja, así como a sus hijos. Para 400.000 mujeres los servicios públicos son los únicos que existen.

Es por ello inexplicable que usted haya ordenado en los primeros meses de su gestión, por allá en 1999, que se eliminara un programa que atendía a más de 500.000 mujeres y niños menores de seis años. Se les prestaba servicios de salud y se les entregaba leche. Con su firma, porque es usted el que firma los decretos presidenciales, se eliminó ese programa.

También con su firma se aprobó la implementación de un mecanismo perverso como fue aprobar sueldos muy altos para el personal de Barrio Adentro, en desmedro del personal que laboraba en la red de servicios del Ministerio y de otras instituciones. Como resultado, Presidente, dejó de ser atractivo trabajar en esos centros especializados. Esa es la razón por la cual no hay suficientes médicos en la Maternidad Concepción Palacios, hasta el punto de que ya no existe el postgrado en neonatología.

También con su venia, Presidente, se revirtió la descentralización de los servicios de salud, eliminando los beneficios que tenía en estados y municipios. Esas tres decisiones, entre otras, todas con su firma y “última palabra”, han contribuido a que la mortalidad materna haya aumentado casi 20% durante su larga gestión. Por eso la parturienta del domingo no encontraba servicios. Estaba sufriendo los efectos de las equivocadas decisiones que usted ha tomado. No busque más, Presidente, usted es el responsable.

Politemas, Tal Cual, 12 de agosto de 2009

El Presidente y la crisis social

En junio de este año el 16% de los venezolanos, según algunas encuestas de opinión pública, consideraba que la situación estaba “muy mal”. Este porcentaje duplica al obtenido en enero de este mismo año. En cuestión de seis meses ha aumentado de manera muy notoria la proporción de venezolanos que siente el impacto de la crisis.

No es para menos. Desde finales del año pasado la economía ha dejado de moverse al ritmo de los cuatro años anteriores. Ya el desempleo oficial de los meses de mayo y junio es superior al que se tenía un año atrás. Todo eso en un clima de insatisfacción sobre los mecanismos de protección social (léase Misiones). Casi veinte por ciento de los venezolanos ha dejado de ser beneficiario de ellas. Si para remate se le agrega el impacto de la inflación sobre las compras básicas que tienen que hacer las familias, se tiene una idea de las condiciones de vida que hoy padecen millones de hogares venezolanos, especialmente en los estratos más pobres de la población.

La causa de tanto malestar en la vida de muchos venezolanos no es indescifrable. Tiene que ver con las consecuencias de malas políticas públicas. Luego de diez años hay muy pocas dudas de que tales políticas tienen su origen en concepciones equivocadas y retrasadas sobre lo que significa el desarrollo en una sociedad moderna como la nuestra. En estos diez años lo que hemos tenido es el intento infructuoso de alejar a Venezuela de la modernidad, al menos de los estándares que otros países han alcanzado cuando se trata de pensar en las condiciones de vida de la gente.

La responsabilidad de todo ello está vinculada a la propia concepción del presidente Chávez sobre bienestar. En el discurso de toma de posesión, por allá en el 2 de febrero de 1999, el presidente Chávez reconocía la existencia de una gran crisis social en Venezuela. Decía el Presidente que asumir el gobierno era como si “a uno le entreguen en sus manos una bomba de tiempo”. Señalaba que la “bomba social” estaba latiendo.

Para ejemplificar tal crisis social, el Presidente señalaba al desempleo, a la situación de sobrevivencia de un “millón de niños”, al déficit de 1,5 millones de viviendas, y al déficit de cobertura de la educación preescolar. Diez años después estamos con una crisis social aumentada. El desempleo y la informalidad está en la base de la situación de pobreza que afecta a casi un tercio de la población, el déficit de viviendas asciende a más de 2 millones de unidades, el 20 % de los niños en las escuelas está desnutrido.

Toda esta crisis es inherente a la manera de concebirla. En ese mismo discurso, decía el presidente Chávez que teníamos la “reserva de petróleo más grande del mundo”, así como la “quinta reserva más grande” de gas y oro, y que además teníamos, entre otras cosas, “millones de hectáreas de tierra fértil”. Cuando habló de la gente, el Presidente dijo que teníamos un “pueblo joven, alegre, dicharachero”. Hasta ahí no más. No dijo nada sobre la importancia de formar a ese pueblo para que produzca riqueza. No habló de la importancia de la educación para superar la pobreza. No habló de la protección social de calidad para contribuir a acabar con el círculo perverso de la pobreza.

No dijo nada sobre eso. Tampoco lo dice ahora. Para el presidente Chávez llegar al gobierno era fundamentalmente una revancha. Acabar con una clase política para colocar a otra. Y amparado en el alza del petróleo, repartir, dejando claro que todo ello depende de un gobierno centralista y omnipotente. No hay que extrañarse entonces de que la bomba social esté latiendo a más velocidad.

Politemas, Tal Cual, 19 de agosto de 2009

Llanero solitario

El Presidente decidió cabalgar. Aprovechó la sesión semanal de su “diálogo” con el país para mostrarnos que sabe montar a caballo. Además, lo hizo desde la empresa socialista ganadera agropecuaria Marisela, en el estado Apure, antes llamada hato El Frío. La imagen es expresiva. El Presidente se siente a gusto montando caballo.

Al día siguiente de la cabalgata del Presidente, la prensa también trae una noticia bastante preocupante. A menos que se quiera que los venezolanos volvamos a la época del transporte a caballo. La nota de prensa indica que la empresa Mitsubishi Motors Automotriz cierra sus actividades en Venezuela. Después de casi 30 años y dejando en la calle a 2.000 trabajadores.

Tal parece, entonces, que el rumbo del gobierno del Presidente Chávez, sea a caballo, sea en avión, afecta con fuerza el bienestar de los venezolanos. Uno pudiera imaginar que los presidentes están para evitar que cierren empresas. Más aún, lo que los presidentes deben impulsar es que tengamos más y mejores empresas. Cientos, miles de empresas. Porque cada nueva empresa es posibilidad de trabajo para ciudadanos de este país. Nuevas empresas son señales de progreso, superación.

Que la Mitsubishi se haya sumado a la inmensa lista de empresas que cierran sus puertas es un drama para los venezolanos. Lo que tiene de particular este cierre es que se produce en un momento en que el Presidente quiere señalar un rumbo, en el cual no lo acompaña la mayoría del país.

La información sobre el cierre de Mitsubishi Motors Automotriz indica que hay varias causas de este lamentable desenlace. En primer lugar, el bajo nivel de las operaciones de la empresa. Quizás originado en el retraso en la entrega de divisas para la importación de auto partes. También señala la empresa que desde hace varios meses se venían presentando situaciones de indisciplina laboral, que evolucionaron hasta la violencia en algunos casos, incluso hasta la pérdida de dos vidas de trabajadores y varios heridos. Luego de un pacto en abril de este año, la empresa no pudo recobrar su producción. Se vio obligada a cerrar.

El caso demuestra con claridad la vocación anti-productiva del gobierno del presidente Chávez. En primer lugar, porque las políticas económicas no contribuyen para nada con un adecuado clima de negocios. Los trámites en el otorgamiento de divisas, sumado a las restricciones a la competitividad de la economía, no son poca cosa. Pueden enviar a los inversionistas a otra parte. Estamos hablando de una empresa establecida en 1970, localizada en 160 países, con una producción anual de millón y medio de vehículos en todo el mundo.

En segundo lugar, porque la responsabilidad del gobierno, tanto el nacional, como el estadal, era hacer todo lo posible por evitar el cierre de la planta. Son las oportunidades en que gobernar debe atender el bien común, la condición más adecuada para los ciudadanos. Es evidente que los venezolanos estamos mejor con la ensambladora que sin ella. Que 2.000 familias se encuentren de un día a otro sin el sustento es un completo drama. Especialmente por las dificultades económicas que ya se profundizan.

El resultado final demuestra que no avanzamos en la dirección del bienestar. Que las políticas equivocadas nos alejan de los empleos decentes. Que la despreocupación del gobierno por la creación de riqueza nos afecta a todos, nos hace más dependientes. Mientras todo esto pasa, el Presidente cabalga cada día más solitario. Es dramático que lo haga en dirección contraria al progreso de Venezuela.

Politemas, Tal Cual, 26 de agosto de 2009

Ese maldito pluralismo

En la discusión final de la Ley Orgánica de Educación, hubo cierta polémica porque se había olvidado colocar la palabra “pluralismo” en uno de los artículos. Este “olvido” contradecía, según los parlamentarios adversos al gobierno, lo señalado en el artículo 6 de la Constitución de 1999, esto es, “el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”.

Los hechos de la semana pasada demuestran que tal omisión no era propiamente un “olvido”. Las detenciones de manifestantes, sea por haber participado en la marcha del 22 de agosto, sea por protestar por la pérdida del empleo, sea haber impedido una golpiza contra un policía como es el caso del prefecto Richard Blanco, forman parte de un patrón. Todas estas detenciones se suman a las 2000 realizadas en los diez años de gobierno por la misma causa: expresar opiniones diferentes. El gobierno no acepta opiniones adversas, especialmente cuando sabe que el clima de opinión pública lo desfavorece, que hay mucho malestar en la calle, que la gente se están cansando de apoyar un gobierno que no resuelve los problemas de la gente.

Ahora bien, esto de que el gobierno actual no acepte el pluralismo no es nada nuevo. Tiene su origen en sus primeras acciones por allá en 1999. Se recordará que la elección de la Asamblea Nacional Constituyente fue realizada contraviniendo el principio de proporcionalidad de la representación. Fue una votación basada en el método de “gobierno de la mayoría”, el cual se ha aceptado como norma en la recientemente aprobada Ley Orgánica de Procesos Electorales.

Como resultado de lo anterior, la composición de la Asamblea Nacional Constituyente no representaba la verdadera expresión política de los venezolanos. El gobierno obtuvo 95% de los diputados cuando en la elecciones de 1998 había obtenido 56% de los votos. Es verdad que el gobierno tenía la mayoría, pero no es cierto que ello le otorgaba la prerrogativa de excluir a más del 40% de los venezolanos.

El gobierno simplemente creyó que tener la mayoría era sinónimo de gobernar sin acordar con aquellos que lo adversaban. Ya esto es una gran demostración de que la condición democrática del gobierno dejaba mucho que desear. Bajo esa premisa excluyente lo que le correspondía al gobierno era avasallar al resto de los venezolanos. Intentar por todas las vías la imposición de sus visiones de la realidad y del futuro de todo un país. No importó que del otro lado vinieran críticas, alertas, expresiones de rechazo, contundentes votaciones, cientos de manifestaciones. Para el gobierno, tales demostraciones eran “manipulaciones del Imperio”, “maniobras de la CIA”.

El gobierno no tomó en cuenta “el detalle que faltaba”. Esto es, que las mayorías en un país de raigambre democrática son variables. Que la gente puede cambiar. Que la gente se puede decepcionar, especialmente cuando tiene enfrente a un gobierno autoritario e incompetente. Que la gente no tiene lealtades eternas, especialmente cuando se quieren imponer desde la asimetría del poder.

Este es el gran cambio que se opera hoy en Venezuela. El gobierno ya no tiene la mayoría en la calle. Se respira decepción, desaliento, desesperanza por una gestión que ya no transmite ninguna orientación, ninguna posibilidad. Hasta en el propio partido de gobierno las voces disidentes no tienen empacho en señalarlo. La lucha contra el pluralismo ha llevado al gobierno a su final destino: la soledad.

Politemas, Tal Cual, 2 de septiembre de 2009

La culpa es suya, Presidente

El presidente Chávez se encuentra en emergencia. Las últimas encuestas indican que la gente empieza a endilgarle responsabilidad en la desastrosa gestión de su largo gobierno. Ya el venezolano de a pie sabe que más allá de las innumerables palabras, la obra de su gobierno es muy deficiente.

Una situación similar se tenía en la primera mitad del año 2003. Sólo el 30% de los encuestados en aquel momento consideraban adecuada la gestión del gobierno. Luego de mantenerse en más de 60% de aprobación de gestión en los primeros dos años, era un signo claro de que el gobierno ya había dejado de tener el favor popular. El presidente Chávez y su gobierno estaban en franca emergencia.

La solución de ese momento fue sencilla: pedir auxilio a Cuba. El modelo de los programas de asistencia del gobierno cubano fue la gran solución. De allí surgieron las Misiones. Todas ellas surgidas para alcanzar objetivos ideológicos, y de propaganda política. Venía el revocatorio y las elecciones presidenciales de 2006. Con los recursos petroleros y la solución cubana, el camino se despejó. Muchos venezolanos trasladaron nuevamente su apoyo a la gestión del gobierno.

Los indicios de que tal política social era mera propaganda electoral, y no tenían nada de solución seria de los problemas de los venezolanos, eran abundantes. Fueron destacadas por los centros académicos, por las asociaciones profesionales, por los vecinos organizados, entre otros sectores de la vida nacional. Nada de eso valió, las cosas siguieron su rumbo dislocado e insostenible.

En el caso particular de la Misión Barrio Adentro el gobierno no sólo fue prepotente, también fue negligente. Hasta la intervención de destacados miembros de la Asamblea Nacional hace pocas semanas, indicando certeras críticas fue pasada por debajo de la mesa. Tanto fue la magnitud de las críticas que han debido llegar a los oídos de Fidel Castro. Cuenta el propio Presidente, que Fidel Castro le dirigió una carta indicando que estaba nuevamente a la orden. Vinieron los funcionarios cubanos y realizaron el informe respectivo sobre todas las Misiones. Con ese informe, el presidente Chávez procedió a declarar la emergencia del sistema de salud. El mismo día que se declara en campaña electoral para todo el año 2010.

Para enfrentar todo esto tenía que lavarse la cara. Decir, como efectivamente lo dijo sin mayor empacho, que la culpa del fracaso en el sector salud era de todos. No, Presidente, la culpa de las desastrosas políticas de salud, las peores en toda la historia de la salud pública venezolana desde que se creó el Ministerio de Sanidad en 1936, es enteramente suya. No se mueve una sola hoja en la administración pública sin su consentimiento. Nadie osa contradecirlo, Presidente. Usted está solo con su responsabilidad. Sus subalternos son emisarios que cumplen sin chistar sus órdenes.

Usted aprobó el desmantelamiento de programa de asistencia a niños y madres embarazadas en 1999. Usted ordenó la suspensión de la descentralización de servicios de salud. Usted aprobó la creación de Barrio Adentro y al mismo sentenció el abandono del sistema de salud del Ministerio de Salud. Usted permitió que los salarios de los médicos en los hospitales públicos no se ajustaran, trayendo como consecuencia que muchos programas de postgrado cerraran sus puertas. Usted ha permitido la mayor fuga de personal de salud en toda nuestra historia. De usted, Presidente, es toda esta culpa. No intente distraer la atención. Asuma su responsabilidad, no se escude en otros. Ya está descubierto.

Politemas, Tal Cual, 23 de septiembre de 2009

La doble moral de la OEA

La crisis hondureña se profundiza. Tal parece, como el viejo dicho, que la sensatez se impondrá luego de que se hayan agotado todas las demás opciones. Signo evidente de que se ha avanzado mucho en la intención de dividir y polarizar a la sociedad hondureña. Todo ello no ha sido inesperado. Se venía incubando en los últimos años. Ante la actitud complaciente y hasta negligente de los organismos internacionales encargados de velar por la democracia, especialmente en nuestra región.

La OEA ha sido corresponsable de la crisis hondureña. No actuó cuando debía, luego actuó tarde, ahora se pone al lado de una conjunción internacional de actores para dejar muy mal parado el principio de libre determinación de los pueblos. El propio Secretario General, sin pensarlo dos veces, hace ver que la presencia de Zelaya “aumenta la tensión”, pero “también crea oportunidades”. Por favor. Para un país sometido en la última semana a las tensiones de un estado de sitio, con todas las dificultades inherentes a una crisis internacional, las palabras del Secretario General han debido sonar francamente huecas, hasta cínicas.

Lo cierto del caso es que la OEA la tomó con Honduras. Varias sesiones extraordinarias del Consejo Permanente en los últimos días demuestran que tal interés. No es para menos. Ahora que las cosas tienden a complicarse, es buena la oportunidad para promover el diálogo y el acercamiento. Siempre que ello no signifique tratar de imponer situaciones que desconozcan los argumentos de todas las partes involucradas. Todo eso está bien.

Lo que llama la atención también son los “silencios” de la OEA. Pareciera que el organismo no puede identificar otros tipos de crisis que afloran con mayor complejidad y que afectan la gobernabilidad democrática en la región. Todas ellas surgidas de la antítesis de un gobierno democrático. Basadas en la exclusión de otros sectores.

En Argentina el gobierno que acaba de perder las elecciones al parlamento, se empeña en aprobar una ley de medios que cuenta con amplio rechazo de los sectores opositores. Contraviniendo una vieja costumbre de que las mayorías deben respetarse y dejarlas actuar, se insistió en apretar el ritmo legislativo y aprobar la ley incluso con el retiro de la bancada opositora. Ante todo ello la OEA hizo mutis.

En Ecuador se arremete contra los medios desde el Poder Ejecutivo. También se aspira aprobar una legislación que provoca rechazo de los indígenas. La tensión política se lleva a las calles y se plantean manifestaciones de protestas. Ante todo ello no se escucha ni siquiera un alerta por parte de la OEA.

En Venezuela decenas de estudiantes realizan huelga de hambre para protestar por las injusticias que han llevado a muchos venezolanos a la cárcel, por disentir de la posición del gobierno. Deciden hacerlo en la sede de la OEA en Caracas. Para pedir al organismo que intervenga y solicite, al menos formalmente, la visita de una misión que explore las violaciones de los derechos políticos en Venezuela. Sobre eso tampoco se expresa la OEA. Ni una palabra.

La OEA calla en todas estas últimas ocasiones. Esos silencios dicen mucho sobre los prejuicios de sus representantes. Ya sabemos que detrás del sectarismo viene el aumento de las tensiones políticas. Y después viene el sufrimiento de la sociedad entera. La OEA sabe todo eso y calla. Es bueno no olvidarlo. Cuando renazca la libertad plena habrá que convertir a la OEA en un organismo de defensa y mejora de la democracia. Habrá que dotarlo de una sola moral.

Politemas, Tal Cual, 30 de septiembre de 2009

Las mentiras que repite el Presidente

El Presidente decidió darle de frente con la campaña electoral. Varias horas de cadena en su programa dominical bastan para demostrar que la cosa va en serio. Hace dos semanas ya había indicado el rumbo. No solamente se trata de las elecciones de los Consejos Municipales y de la Asamblea Nacional del próximo año. También está en la mira la propia reelección presidencial del año 2012.

El Presidente sabe que la gestión de su gobierno es deficiente. La sensación en la calle es que hay expectativas negativas sobre los próximos meses. El aumento del desempleo y del costo de la vida, así como las agresiones contra el sector productivo del país, le dan al ciudadano común claras pistas de que las cosas no van por buen camino. Todo eso lo sabe el Presidente, mucho más de lo que imaginamos.

Para colmo, el Presidente sabe que las “joyas de la corona”, esto es, las Misiones de su gobierno, han sentido el golpe. En líneas generales, en los últimos meses hay un notable descenso en el número de beneficiarios de las Misiones. En algunas de ellas hasta un 20% de caída.

Una de las Misiones más afectadas en la deserción de beneficiarios es Barrio Adentro. La gente ya no va. Por varias razones. La primera, nos informó el Presidente, es que 2.000 consultorios de Barrio Adentro no tienen médicos. Sencillamente. La segunda es que la gente quiere más y mejor atención. No menos. Quiere más calidad, no menos. Si no la encuentran en Barrio Adentro, sencillamente se van a otra parte.

De allí que el Presidente haya declarado en emergencia el sector salud. En realidad, lo que está en emergencia en su propia presidencia. Las ofertas son las mismas de seis años atrás. Podemos inferir que seguirá con las mismas equivocaciones, producirá más resultados adversos.

En la justificación del “remozamiento” de su ya obsoleta política, el Presidente dice cosas que no son verdad. Las repite y repite con el objetivo de que se conviertan en verdad. Pero no es tan fácil. Buen servicio harían los asesores del Presidente si le indicaran las mentiras que pronuncia. Ellos deben saber la verdad, pero callan.

Van sólo algunas. El Presidente dijo que la mortalidad infantil había disminuido en su largo gobierno. De 23,4 muertes por 1000 nacidos vivos al principio de su gobierno, a 16,7 en el año 2007. Lo que no dice el Presidente es que apenas en diciembre de 2008 había dicho que la mortalidad infantil era 13,9. ¿Cuál es la cifra entonces? ¿La de diciembre o la del domingo? Si es la que dijo el domingo, entonces también debió decir que las últimas cifras oficiales, las del 2005, situaban la mortalidad infantil en 15,5. De manera que entre 2005 y 2007, la mortalidad infantil aumentó más de un punto. Por segunda vez en su mandato.

También dijo el Presidente que Cuba tenía el mejor sistema de salud del mundo. Por eso es que nos asesora, según él. La verdad de las cosas, según cifras de la Organización Panamericana de la Salud, es que en Cuba aumentó la mortalidad materna entre 1998 y 2005. Que en Cuba se encuentran las tasas de mortalidad más altas de América Latina por cáncer y enfermedades circulatorias. Que en realidad Cuba se encuentra muy rezagado en la atención de problemas de salud prioritarios.

También dijo que acá “no teníamos nada que se pareciera a un sistema de salud pública”. Con esa sola frase quiso eliminar de un plumazo una de las mejores tradiciones de salud pública de América Latina. El Presidente repitió mentiras. Pero muy pocos le creen. La mayoría de los venezolanos sabe que en materia de realidades concretas, el Presidente no tiene nada que decir.

Politemas, Tal Cual, 7 de octubre de 2009

El colmo de las mentiras presidenciales

El Presidente siguió sin ningún tipo de empacho. Dos días después de la larga cadena de la semana pasada, decidió ir por el premio grande. Esto es, pronunciar el juicio más inexacto y exagerado que haya emitido sobre las condiciones de la salud de los venezolanos.

El martes en la noche por el canal 8, el Presidente señaló que el 95% de la población tenía “asegurada” la cobertura médica. Dijo que tal cobertura era 21% en 1998 y que a través de la gestión de su gobierno se había elevado al porcentaje señalado.

Lo primero que el Presidente demuestra no saber, o no le han informado sus asesores, es el concepto de seguro de salud público. Tal seguro es una garantía que establece el Estado para sufragar los gastos de salud de una población determinada. Por lo tanto, debe estar estipulado en la legislación e incluir en detalle los servicios a financiar. En algunos países es un decreto, o una ley que establece el tipo de servicios, la frecuencia de uso, y los mecanismos de utilización de los niveles de especialización y tecnologías. Por ejemplo, si una mujer está embarazada se indican el número de consultas, el tipo y número de exámenes de laboratorio y de radiodiagnóstico, entre otros aspectos.

Con todo eso estipulado, las personas pueden reclamar cuando no reciben la cantidad y calidad de servicios requeridos. Es igual a los seguros privados, en los cuales existe una póliza de cobertura, bastante extensa en algunos casos. La única diferencia es que en el seguro público el financiamiento proviene de los impuestos o de las contribuciones de la seguridad social.

En Venezuela no existe tal especificación de los servicios a cubrir con fondos públicos. El gobierno actual no ha incorporado tal requisito en ninguna de las “n” versiones de la Ley del Sistema Público Nacional de Salud, la misma ley que tiene casi diez años de mora con la Constitución de 1999. En consecuencia, si no existe la obligatoriedad y especificidad de la cobertura de salud, mal puede el propio Presidente de la República señalar que abarca al 95% de los venezolanos. ¿De dónde sacó esa cifra el Presidente? ¿Del registro de personas “aseguradas”? ¿Dónde está ese registro? ¿Quién lo administra? ¿Dónde está señalado lo que le corresponde a cada ciudadano en materia de servicios de salud?

Tal registro, obviamente, no existe. Sin embargo, el Presidente se atreve a indicar la cifra, toda “exacta”, sin ni siquiera un decimal. Basa su cálculo en el número de servicios disponibles. Ya varias semanas atrás había reconocido que había 2.000 consultorios cerrados porque no tenían médicos. Entonces, ahora que tienen médicos, ¿aumentó de repente la cobertura? El Presidente desconoce, y sus asesores también, que desde hace décadas los sistemas de salud no se evalúan por los recursos disponibles (médicos, enfermeras, ambulatorios, entre otros). Se evalúan por el uso específico que se hace de ellos, es decir, por el cumplimiento de los servicios a cada ciudadano. Con nombre y apellido, y con los servicios bien detallados.

El Presidente, con gran debilidad por el ilusionismo, pretende transmitir una imagen totalmente falsa. Hasta el punto que desconoce los resultados de una Encuesta Nacional, realizada por el Conacuid en el año 2005, con la asistencia técnica de consultores europeos, en la que se constata que el 67,8% de los habitantes de Venezuela no cuenta con ningún tipo de seguros de salud. En los sectores más pobres (grupo E de la encuesta), casi el 80% de la población no tiene seguro de salud. Para todos ellos, es muy claro que el Presidente no conoce su realidad.

Politemas, Tal Cual, 14 de octubre de 2009

miércoles, 17 de abril de 2013

El brazalete del abuso

Y he aquí que el “mejor sistema electoral del mundo” tiene a Venezuela en una situación sin precedentes. Por primera vez desde 1958, el candidato derrotado en la contienda presidencial tiene sobrados motivos para no reconocer el resultado. El tradicional procedimiento para comenzar un nuevo período presidencial, esto es, que gane un candidato y que el otro reconozca la derrota, se vio empañado por la responsabilidad exclusiva del árbitro electoral. Estas circunstancias de incertidumbre y duda han sido generadas por el incumplimiento del CNE de las funciones que le asigna la Constitución.

El artículo 293 de la Carta Magna establece que los órganos del Poder Electoral deben garantizar “la igualdad, confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia de los procesos electorales”. El CNE debe velar para que sus actuaciones sean aceptadas por todas las partes que compiten en las elecciones. Para ello debe reconocerse como una instancia que tiene la autoridad y ascendencia para que sus decisiones sean aceptadas sin complicaciones.

Esa es la teoría. Lo cierto es que millones de venezolanos tienen sobradas dudas sobre el comportamiento imparcial del CNE. Baste mencionar la inequidad en el manejo de la comunicación. Se aceptan todos los excesos del gobierno, desde el uso de las cadenas de manera desproporcional, hasta la utilización de actos de gobierno para propaganda electoral, pasando por la utilización desmedida de los medios públicos. En ninguna de esas circunstancias se ha oído al CNE levantar una mínima advertencia, ni mucho menos una sanción al gobierno. Las protestas de la oposición son recibidas con la mayor indiferencia.

De manera que el CNE es inequitativo tanto en el manejo de las condiciones previas a las elecciones, como en el día de los comicios, cuando se aceptan todo tipo de irregularidades de un bando, sin que se produzca la menor intervención. Ya todo eso es bastante grave. Pero se ha llevado a límites realmente inaceptables. La Presidenta del CNE tuvo la caradura de colocarse un brazalete utilizado como propaganda política del sector oficialista en un acto público. Sin el menor desparpajo. Tomó partido, se puso las insignias de una facción, y siguió como si no hubiera pasado mayor cosa.

Días después esta misma Presidenta respondió a una solicitud de la oposición como si fuera miembro del comando oficialista. Y para remate dijo que la oposición no contaba con los votos para ganar. Así de frente, sin mayor pudor. Esa funcionaria, máxima representante del Poder Electoral, se dispuso en pocos días a ejercer su rol de árbitro en una de las elecciones con mayor ventajismo oficial, con la utilización de violencia en las mesas, con miles de denuncias de irregularidades. Y ahora le pide a la oposición que se la cale, así no más. La Presidenta del CNE se puso el brazalete del abuso y no se lo piensa quitar.

Politemas, Tal Cual, 17 de abril de 2013

El año de la Unidad

El año 2009 llega a su final. Ha sido un año difícil para los venezolanos. Cesó el ritmo de crecimiento basado en el boom petrolero. Se instaló la recesión en el tercer trimestre del año. La caída del consumo de las familias y el aumento del desempleo, se han hecho cotidianos y frustrantes. Para colmo hizo su aparición la crisis de los servicios públicos (agua, electricidad). En los últimos días hemos quedado convencidos de que definitivamente acá sólo pasa lo que se le ocurra a la voluntad presidencial (desde enviar a prisión a los jueces hasta evitar que los ciudadanos opten por la huelga de hambre como medio de lucha).

También el año 2009 nos trajo una excelente noticia. La experiencia democrática de nuestro país encontró una fórmula política para enfrentar con decisión y efectividad la situación que vivimos. Decenas de partidos políticos, animados por el afán de coincidir, por anteponer los acuerdos, han conformado una alianza que trasciende los objetivos inmediatos. Se trata de constituir una plataforma de pensamiento y acción que promueva las transformaciones que requiere Venezuela. La Mesa de la Unidad Democrática evidencia esta búsqueda de opciones y de oportunidades.

El camino para construir una nueva etapa en la vida del país, concentrada en el bienestar verdadero y en la práctica de una real democracia, será complejo. Los errores y omisiones cometidos en el manejo del gobierno en los últimos once años, junto con las deficiencias que ya teníamos, conforman un cuadro que requiere imaginación y trabajo sistemático. De allí la importancia de construir una base programática que sirva de sustento al acuerdo político que significa la Mesa de la Unidad Democrática. Tal base programática es el eje para convencer a la mayoría del país de que se tienen las soluciones y los equipos para producir las transformaciones.

En esa dirección debe fijarse la mirada en las elecciones del 26 de septiembre del próximo año. Será, sin dudas, una oportunidad muy significativa para consolidar espacios de crecimiento y lograr la expresión concreta de una nueva mayoría. La Mesa de la Unidad Democrática ha dejado muy claro al país que entiende la importancia de este reto. El requisito fundamental para lograr ese objetivo en garantizar un frente unido, en todas las circunstancias, que sea capaz de inspirar y transmitir un mensaje y una propuesta de inclusión para todos los venezolanos.

Se termina el 2009 con posibilidades reales de triunfar en las elecciones de la Asamblea Nacional. Se ha consolidado la Unidad Democrática. Se han elaborado y aprobado las normas que facilitarán los acuerdos para tener candidatos unitarios en todos los circuitos electorales. Los primeros meses del año serán la oportunidad para mostrarle al país tanto la plataforma programática, como su expresión concreta en la agenda parlamentaria a presentar en las elecciones, y la disposición de facilitar la más amplia expresión de liderazgos, más allá de los partidos políticos, que conlleve a seleccionar los mejores candidatos para asegurar la victoria.

El próximo año será una oportunidad privilegiada para consolidar una unidad efectiva. Todos los sectores democráticos deberán realizar su mejor esfuerzo para acordar, para identificar opciones comunes, para que prevalezca lo que nos une y lo que nos articule. Será la mejor estrategia para enfrentar las dificultades, y especialmente, para demostrar que existen las alternativas para transformar a Venezuela.

Politemas, Tal Cual, 16 de diciembre de 2009

Fracaso de un gobierno "grandioso"

Once años no pasan en vano. Las mismas caras, las mismas ideas. Adornado de la retórica del Socialismo del Siglo XXI, distante de los ciudadanos, distante de los problemas de la gente. Esa es la impresión de los habitantes del país, expresada en la opinión en la calle, pero también en las encuestas de opinión pública.

La última encuesta del IVAD nos indica, con toda la gravedad del caso, que el actual gobierno es percibido muy alejado de las realidades concretas de los venezolanos. En líneas generales, el 60% de los ciudadanos del país considera que el gobierno pone poco o ningún esfuerzo en resolver sus problemas. En el caso de la inseguridad y el desempleo, más del 65% de los venezolanos consideran que el gobierno coloca poco o ningún esfuerzo en atender los dos problemas más importantes.

Que dos tercios de los habitantes de un país tengan tan decepcionante percepción de la gestión de su gobierno, es bastante significativo. Eso implica que, independientemente de la posición a favor o en contra del gobierno, se expresa la crítica al grado de abandono de la administración Chávez de su función central: resolver los problemas de la gente. Para muchos partidarios del oficialismo, el gobierno no soluciona sus problemas más cotidianos. No queda duda, entonces, que el apoyo sin restricciones ha desaparecido. He allí la clave para entender que más del 60% de los venezolanos no quiera que el actual gobierno continúe más allá del año 2012.

No se puede descuidar por tanto tiempo los intereses de la gente y querer que no aparezcan las facturas. Los problemas de la gente prácticamente no aparecen en ninguno de los dos planes de gobierno que ha tenido la administración Chávez. Temas tan sencillos y evidentes como el suministro de agua, electricidad, la lucha contra las enfermedades más frecuentes, contar con un sistema de educación de calidad, la reducción de la violencia y la inseguridad. Esas cosas “pequeñas” fueron rechazadas, excluidas, eliminadas de la agenda pública. Con el pretexto de que la “revolución bonita” se ocupa de la “grandeza”, de la “independencia”, del enfrentamiento con la potencia “imperial”.

Al final, ya lo vemos, no hemos tenido ni “revolución”, ni agua, ni electricidad, ni trabajos decentes, ni tranquilidad y sosiego en calles y barriadas. El actual gobierno se ha quedado sin respuestas, en parte porque nunca pensó en problemas. Pensó en ideas y grandes argumentos, no en la vida cotidiana y concreta de millones de venezolanos. Los resultados están a la vista, siguen los problemas. Las soluciones cercanas, concretas, no están la agenda del gobierno.

La experiencia de estos once años debe ilustrar a los sectores democráticos sobre el tipo de énfasis y de propuestas programáticas. No basta con identificar problemas, ni siquiera por señalar las fallas de la administración Chávez. Es fundamental diseñar las soluciones, surgidas de las ideas técnicas, pero también del contacto directo con la población, identificando matices, particularidades. No se trata de cualquier solución, sino de aquellas que tengan empatía en las condiciones concretas de vida de las comunidades y personas.

Para cada una de esas soluciones es importante convencer, transmitir sentido de urgencia, señalar razones, comparar con los resultados de esta gestión, supermillonaria de recursos, pero carente de ideas efectivas. Ante un gobierno sin respuestas, hay que anteponer una alianza democrática con soluciones atractivas y efectivas. Es parte sustantiva de los retos de la hora actual.

Politemas, Tal Cual, 9 de diciembre de 2009

Diez soluciones, por ahora.

En el país aumenta el desconcierto. A la crisis económica y social, se suma la sensación de que en el Alto Gobierno se sabe mucho de la corrupción, pero poco se hace. Todo ello en un clima de enfrentamientos con Colombia y de arrebatos contra toda parcela de poder que no sea la dependiente de Miraflores. Vale la pena preguntarse si no es posible tomar decisiones que mejoren rápidamente la vida de los venezolanos. Que traigan sosiego y nos devuelvan la posibilidad de construir un país con menos conflictos, con más normalidad.

Las decisiones existen. Algunas de ellas se pueden en corto plazo. Algunas de ellas no requieren mayores inversiones. Veamos diez de ellas, sólo para empezar:

1. El presidente Chávez podría dar una declaración especial contra la inseguridad. Aprovechar una de sus cadenas para decirle al país que su gobierno enfrentará activamente a la delincuencia. Que hará todo lo posible por defender la vida y los bienes de los venezolanos, especialmente de aquellos que viven en nuestras barriadas populares, las más afectadas por la violencia.

2. También el Presidente podría dictar una amnistía a favor de todos los venezolanos privados de su libertad por el “delito” de disentir. Tanto lo que hayan sido condenados como los que se encuentren en proceso. El país tiene derecho a una Navidad sin presos políticos.

3. Con una llamada telefónica el Presidente podría traer mucha tranquilidad en la zona del Táchira. Aceptar la invitación del presidente Uribe a discutir la problemática entre los dos países ayudaría a bajar las tensiones, favorecer un clima de entendimiento, restablecer ciertas bases de normalidad entre dos comunidades tan interdependientes.

4. Convocar al Consejo Federal de Gobierno sería otra medida de mucho impacto. Paralelamente solicitar a la Asamblea que desista de aprobar la Ley del Consejo Federal. Con la invitación a los gobernadores y alcaldes a Miraflores, para sentarse alrededor de la misma mesa, a pensar y actuar por todas las comunidades del país.

5. Asignar recursos para un programa de emergencia que asista a las familias más pobres (el cincuenta por ciento de ellas no recibe ningún beneficio del gobierno). Esos recursos serían para alimentación y otros gastos básicos.

6. Convocar al sector privado para diseñar y ejecutar un plan conjunto de inversiones que promuevan empleos decentes, al menos 600.000 nuevos empleos por esta vía en los próximos tres años.

7. Retornar a nuestro anterior huso horario, de manera que las personas puedan llegar a sus casas cuando todavía haya luz solar. Los ahorros en electricidad por este concepto ayudarán a disminuir riesgos de sobrecarga en las conexiones eléctricas del país.

8. Cesar las estatizaciones de empresas y revisar los procesos de este tipo realizados en los últimos años. Trasladar nuevamente al sector privado aquellas empresas que han visto afectadas su rentabilidad y eficiencia en manos del sector público.

9. Disminuir al mínimo posible los trámites para la creación de empresas. De esta manera se incentiva la creación de empleos y se otorga estabilidad a la inversión privada.

10. Dejar sin efecto la suspensión de las estaciones de radio y televisión (incluyendo la de Radio Caracas TV).

Lamentablemente, apreciados lectores, sabemos que el actual gobierno no tomará estas decisiones. Su interés no es resolver estos problemas y mejorar la vida de los venezolanos. Es bueno saber que un gobierno alternativo, unitario, puede tener soluciones como éstas. Y que después de estas diez, vendrían muchas más.

Politemas, Tal Cual, 2 de diciembre de 2009

Gobernar para la Gente

Así, con mayúscula. Tal es el reto que tiene el liderazgo democrático del país. Luego de casi once años de un gobierno autoritario e incompetente, la vida común de millones de venezolanos y venezolanas está siendo afectada en grado cada vez más creciente.

Ya no se trata solamente de los riesgos ante la inseguridad en las calles. En lo que va de año ya ha quedado bastante claro que estamos en una recesión económica que elimina empleos, encarece el costo de la vida y ha paralizado el aparato productivo. Para colmo en las últimas semanas se ha hecho evidente que los servicios básicos (agua, electricidad, gas doméstico) no han tenido las inversiones adecuadas para garantizar el suministro que se deriva del aumento de la población. Por si fuera poco, los derechos políticos y de propiedad son afectados a conveniencia, todo ello fundamentado en la ausencia de contrapesos institucionales. No hablemos de los cambios urgentes que requieren los sistemas de salud y educación, sólo por decir dos que afectan no sólo lo cotidiano sino la garantía de calidad de vida en el mediano plazo.

Todo ello tiene su origen en las monumentales fallas de una “revolución” que nunca tuvo interés real en resolver los problemas de la gente. Antes que eso, el objetivo era la conquista del poder, y luego ha sido mantenerlo, prorrogarlo, hacerlo vitalicio. La política social del gobierno siempre ha sido instrumental de los objetivos políticos. Hasta el punto que ante la caída de los ingresos fiscales muchas de las Misiones han visto disminuir las asignaciones presupuestarias. En época de crisis social, indicativo de que muchas familias se quedarán sin el apoyo básico para subsistir.

Los Planes de la Nación (2001-2007 y 2007-2013) excluyeron deliberadamente muchos de los problemas que preocupan a los ciudadanos. Temas como la nutrición, el agua, la electricidad, las enfermedades más frecuentes, la calidad de educación, prácticamente no aparecen. Las pocas veces que aparecen no tienen asignadas metas ni proyectos. Podríamos decir que la administración pública venezolana ha estado casi once años en una gran marcha sin rumbo, completamente subalterna a los objetivos de centralización del poder y anulación de las instituciones.

En este contexto se debe situar el esfuerzo político que se expresa en la Mesa de Unidad Democrática. Decenas de partidos políticos del país han diseñado un espacio de encuentro para pensar el país. Con los problemas no resueltos antes de 1998, y también con aquellos que han empeorado en el gobierno de la “revolución bonita”. Pensar el país es el primer paso. Pero la concreción de estas ideas sólo se dará cuando se ejerza efectivamente el gobierno.

Esa es la magnitud real de la tarea que se propone la Mesa de Unidad Democrática: asumir con la seriedad requerida la exigencia de ser gobierno en Venezuela, para resolver los problemas centrales de la vida de los venezolanos, para dotar al país de las políticas que permitan alcanzar el desarrollo y generar bienestar sostenible.

Este propósito de los partidos políticos es meritorio. Indica con claridad que la cultura democrática venezolana está muy viva, especialmente por el énfasis en colocar primero lo que nos une y nos acerca, antes que lo que nos divide y aleja, porque se tiene también la convicción de que los partidos son fundamentales, pero que también deben conectarse con las más amplias expresiones de nuestra vida social y comunitaria. Gobernar para la Gente es la manera más efectiva de concretar la unidad democrática.

Politemas, Tal Cual, 25 de noviembre de 2009


Cuando el 2010 nos alcance

Algo tiene que haber salido mal en la Sala Situacional del Alto Gobierno. Lo que comenzó siendo como una campaña para convencer al país de que estábamos “blindados”, ha terminado como una pesadilla. No tanto por el año que está terminando, malo, ciertamente, sino por el año que viene. El 2010 es un año que el gobierno quiere sacar del almanaque. Quisiera que pasara rápido. Que llegáramos de un viaje al 2012. No es tan fácil.

Apenas el 25 de febrero de este año, el ministro Rodríguez Araque anunció que la economía venezolana podía sostenerse “tres años sin sacrificios”. Hablaba el Ministro de la “garantía de solidez” que presentaba el cuadro económico del país. Seguía el Ministro en la “lucidez” de su análisis: “en comparación con otros países, Venezuela está en muchas mejores condiciones para encarar el conflicto”. Ya se había producido la caída de los precios del petróleo. Sin embargo, el Ministro hablaba de la “estabilidad” asegurada por el precio de nuestro casi único producto de exportación. Una perogrullada para terminar: “… en el caso de Venezuela, la crisis sólo nos afectará en función de la variación de los precios del petróleo”. Análisis de antología, pues.

No había pasado un mes de estas declaraciones cuando el gobierno se tuvo que dirigir al país para informarle que la “solidez” no era tal. Y así empezó la lucha del gobierno por esconder la gravedad de la situación. Apostando a su única carta: el aumento de los precios del petróleo. Es muy probable que el gobierno haya creído que podía cerrar el año 2009 con un pequeño crecimiento económico. Quizás esperando que para esta época del año ya el precio del barril hubiera vuelto por sus fueros.

No se trata de una caída temporal de precios. Se trata de que tal disminución de ingresos fiscales encuentra al país en un período de caída brutal de la inversión, con desajustes evidentes en los sectores productivos, comprando más en el exterior que lo que producimos. De manera que el aumento de los precios no es suficiente para obviar la profundidad de la crisis productiva que vivimos.

Es por ello que hace menos de una semana, el ministro Rodríguez Araque tiene que reconocer que la estimación del gobierno es “cero” crecimiento para este año. Y siguió tan campante. Con crecimiento poblacional de 2,5%, no es muy buena noticia constatar el crecimiento nulo de la economía Especialmente cuando hay riesgo de que incluso haya decrecimiento.

También para desviar la atención el ministro plantea su “recetario” de políticas. Incluye en ellas que debe haber “alta inversión en el sector productivo”, “reforma estructural de una serie de instrumentos legales”, “incrementar la producción de alimentos”, “construcción de viviendas”, “inversión en infraestructura”. Como si el Ministro no hubiera participado en el gobierno desde el día inicial de estos casi once años. Como si no hubiera ninguna responsabilidad por parte del gobierno en la crisis que padecemos.

Todo no paró allí. El Ministro también reconoció que la “meta” de crecimiento es 0,5% para el año que viene, “con la idea de ir llegando progresivamente hasta un 4% en el 2012”. Lo dijo rápido, como si quisiera “saltar” de una vez tres años por delante. Para obviar el mar de dificultades que experimentarán los venezolanos, especialmente los más pobres, porque hay un gobierno en Miraflores que no tiene la capacidad política y técnica para enfrentar el desarrollo sostenible del país. Para hacernos olvidar lo complicado que se avizora el año 2010. Porque quizás el Ministro sabe que el destino del 2010 ya lo alcanzó.

Politemas, Tal Cual, 18 de noviembre de 2009

Con su fracaso a cuestas

Se le vieron todas las costuras. En su último programa dominical, el Presidente hizo méritos para varios Oscar de la Academia. Trató por todos los medios de desviar la atención de su problema central: la caída de su popularidad y confianza es estrepitosa.

La gente quiere agua y electricidad todos los días, las veinticuatro horas, los siete días de la semana. También quieren calles sin huecos, viviendas de calidad, la mejor educación para los hijos, servicios de salud que atiendan todos los problemas, transporte rápido y cómodo, sólo para decir algunas cosas. El Presidente sabe todo eso. Y también sabe que no tiene las respuestas que la gente espera.

Luego de casi once años de la misma cantaleta, el Presidente se ha quedado hablando solo. El mismo lo reconoce. Nadie en su gobierno habla de revolución, ni de Socialismo del Siglo XXI. Es por eso que intenta distraer la atención. Primero, con la amenaza de guerra a Colombia. Luego, tratando de trasladar las culpas de la incompetencia de su gobierno a sus ministros y vice-ministros. Es muy evidente, Presidente. Nadie le cree ya.

Los ministros, Presidente, los ha nombrado usted. Muchos de ellos los ha “rotado” de un cargo a otro. Los planes de la Nación de sus dos gobiernos no hubieran sido aprobados sin contar con su anuencia. No se mueve, Presidente, ninguna hoja en la administración pública venezolana sin su consentimiento. Usted ha acumulado más poder en el gobierno venezolano que ningún presidente desde el Benemérito.

Es por eso bastante patético que después de once años usted le empiece a pedir “resultados” a sus ministros. Si eso hubiera sido un rasgo distintivo de su gobierno, muchos de ellos no estarían en los cargos que tienen. Detrás de eso usted quiere desviar la atención de la verdadera responsabilidad que tiene en estos once años de gestión pública. Usted es el gran responsable. Usted es el que no ha podido con los “resultados”. Antes que exponer a sus subalternos, usted debería dar la cara, asumir sus responsabilidades. No lo ha hecho, Presidente. La suya es, sencillamente, una gestión muy deficiente. Sólo nombremos algunos casos.

En su gobierno Venezuela ha perdido capacidad para crear valor. Exportamos hoy menos bienes industrializados que a mediados de los noventa. Eso significa menos empleos de calidad. Y eso, Presidente, significa menores posibilidades de derrotar la pobreza. Tampoco ha habido éxito contra la pobreza extrema y el hambre. Casi 2,6 millones de venezolanos, según las cifras oficiales, se van a la cama todos los días sin haber comido completo. Nada más en el año 2007, último año de cifras oficiales, 600 niños menores de cinco años murieron por desnutrición. Esos son pésimos resultados.

Agreguemos a este pobre desempeño, las fallas en la implementación de políticas que nos han traído a un país que marcha con apagones, cortes de agua, daños ambientales severos, basura por doquier. Para colmo, sin reformas serias en los sistemas de salud y educación. Todos estos malos resultados, Presidente, se han producido bajo su coordinación, bajo su responsabilidad. Usted es el Primer Magistrado, Jefe del Ejecutivo, con un Legislativo sumiso, y sin equilibrio de poderes. El gobierno que usted preside es el mayor fiasco en la historia de la administración pública venezolana. Por los recursos utilizados y por las esperanzas defraudadas. Esos son sus resultados, Presidente. No trate de evadir sus responsabilidades. Usted está ante la historia solo, con su fracaso a cuestas.

Politemas, Tal Cual, 11 de noviembre de 2009

La "revolución" toca fondo

Debe haber muchas preocupaciones en el Alto Gobierno. Lo que era una gran alharaca por el crecimiento de la economía se ha convertido en un estruendoso silencio. Hace pocas semanas, en las ruedas de prensa para anunciar las “medidas”, se dejó colar una plegaria a todos los santos. El gobierno quiere que la economía crezca, pero no es tan fácil. Casi diez años de improvisaciones e incompetencias han alejado el motor del crecimiento económico. Las perspectivas para la “revolución” son complicadas.

Ha tenido que ser muy duro para la burocracia gubernamental reconocer que este año ya no habrá crecimiento económico. La tasa de crecimiento del año 2007 (exactamente 8,4%) parece lejana. La del año 2008 fue casi la mitad (4,8%). El pronóstico del Fondo Monetario Internacional para este año es un decrecimiento de 2%.

El ciudadano de a pie no necesita muchos análisis para entender que si la economía no crece, no hay mucho bienestar que se diga. Si no hay quien compre, las empresas cierran sus líneas de producción. De la caída del consumo se pasa a la de la producción. Es allí cuando el gasto público debe aparecer. Para que se reactive la producción. Eso es lo que hacen los gobiernos, siempre y cuando hayan estimulado adecuadamente la inversión privada.

Todo ello es justamente lo contrario de lo que hemos tenido en Venezuela. El gobierno se las ingenió para ahuyentar la inversión privada. Para colocar trabas a todo el proceso productivo. Desde las amenazas y el amedrentamiento, hasta injustas expropiaciones. Mientras, muchos de los países de América Latina tienen recursos para reanimar sus economías con programas de inversión pública. No es el caso de la “revolución bonita”.

Todo ese panorama influye en una especia de “racionalización” de parte del gobierno. Como el cuento de que las “uvas estaban verdes”. Ahora el gobierno dice con la mayor naturalidad que el crecimiento estará a “nivel de cero”. Como si se pudiera decir eso y seguir tan campante. Después de casi once años de gobierno, llegamos al “llegadero”: una economía que no crece. Una economía anémica.

El pronóstico del FMI para el año 2010 indica que Venezuela será una de las dos economías de la Región que no crecerá (la otra es Jamaica). Tendremos 0,5% de decrecimiento. Es decir, entre 2009 y 2010 decreceremos casi 3%. Esto significa menos bienes, menos consumo, menos empleo, más pobreza. Todos los demás países de la Región habrán recuperado su crecimiento. Llama la atención los casos de Perú (crecerá casi 6%), y Chile (más de 4%).

Lo peor no se queda allí. Según el FMI, en los años 2011 y 2012 nuestro crecimiento será menor al 0,5%. Casi nada. La peor tasa de crecimiento de América Latina. Para un país con una población que crece casi 2% interanual, esto es muy mala noticia. La consecuencia más directa de la incompetencia en el manejo de nuestra política económica.

Un país sin crecimiento es un país sin oportunidades, sin progreso. Peor aún cuando tuvimos una de las épocas más “esplendorosas” en lo que a ingresos fiscales se refiere. Todo ello explica la sensación de desaliento en el Alto Gobierno. La imposibilidad para articular una explicación que convenza a los venezolanos de que esta ausencia de crecimiento se la debemos al “imperialismo yanqui”. Es evidente, tanto para estos funcionarios como para la sociedad en general, que la suprema incompetencia de este gobierno nos ha traído a una de nuestras peores crisis económicas. La “revolución bonita” se hunde en sus errores. Lo saben ellos, lo sabemos todos.

Politemas, Tal Cual, 4 de noviembre de 2009