domingo, 12 de mayo de 2019

La brecha de estabilidad política en América Latina

Los estimados más recientes de organismos internacionales indican que la prosperidad económica en los países de América Latina luce comprometida para los próximos años. No es solamente que el crecimiento pareciera ser menor que lo esperado, también está en duda la capacidad de diversificación de las economías. De manera especial, las economías de mayor tamaño (Brasil, Argentina, México), confrontan significativas restricciones, especialmente en la arena política. Es por ello que la vinculación entre lo que suceda en los ámbitos político y económico es un tema de creciente relevancia en la región.

Para el año 2030 América Latina tendrá un poco más de 700 millones de habitantes. Esto significa que en la próxima década aumentará la población en alrededor de 100 millones de personas. La forma de resolver la vinculación entre la política y la economía marcará la vida de la próxima generación de latinoamericanos. Esta relación es directa pero muchas veces no tan evidente. Los países requieren estabilidad política para que el crecimiento económico y la diversificación se puedan consolidar. Pero también requieren que las economías progresen para que la estabilidad política se fortalezca. No son procesos consecutivos, sino paralelos. Se trata de avanzar en ambos componentes del desarrollo, al mismo tiempo, y con profundidad.

No es fácil comparar la estabilidad política. A diferencia de otras dimensiones cuantificables, la gobernabilidad, en general, tiene mucho de percepción, de las dimensiones que tienen impacto en la toma de decisiones y en la opinión de los actores sociales. El Banco Mundial ha realizado el seguimiento de la gobernabilidad desde 1996. Para ello utiliza diversas fuentes de datos en los países, desde encuestas de personas y empresas, hasta información proveniente de organismos especializados, nacionales o internacionales. La metodología de análisis y los respectivos datos se encuentran disponibles en el sitio web: “Worldwide Governance Indicators”, con lo cual se pueden realizar comparaciones entre países o grupos de países.

De acuerdo con esta base de datos, en 2017 (año de la información más reciente), en doce países de América Latina (sobre un total de 20), la estabilidad política (incluyendo los riesgos de violencia y terrorismo) tenía una percepción negativa. A esto habría que agregar que en el último año (2018) se han complicado las situaciones en Nicaragua, Brasil, Perú, Venezuela, Haití. El país con la mejor medición de estabilidad política para ese año era Uruguay. Cuando se compara la evolución de la estabilidad desde 1996, se puede constatar que las mejoras son muy discretas. En ese año, 14 países de la región tenían una valoración negativa con respecto a la estabilidad política.

Para tener una idea más precisa de las dimensiones de la brecha de estabilidad política que tiene la región, se puede comparar con los valores de los 19 países de la Zona Euro. En este caso, en 1996 todos los países tenían valoraciones positivas de la estabilidad política. En 2017, solo Grecia tenía una valoración negativa. Lo cual es demostrativo de que la estabilidad política es un resultado de acuerdos sociales y prácticas de gobierno. En la medida que las sociedades y los gobiernos asignan prioridad a contar con un marco de relaciones políticas y electorales basadas en instituciones, así como en el rechazo a la violencia y el terrorismo, se consolida el impacto en la gobernabilidad.

Que América Latina esté a punto de comenzar la tercera década del milenio, a pocos años de 2030, en grandes restricciones para la diversificación económica, ya es una mala noticia. Pero que también esté confrontando severas limitaciones de la estabilidad política, empeora las perspectivas. Las grandes exigencias que tiene la región para las próximas décadas solo pueden alcanzarse con acuerdos sostenibles tanto en lo político como en lo económico, so pena de que las capacidades para generar bienestar para la población actual y la que se incorporará en los próximos años, se vean también limitadas. En la medida que la estabilidad política y la diversificación económica no sean tomadas en cuenta en los acuerdos de los países, se afectarán significativamente las posibilidades de alcanzar el desarrollo sostenible en la región. Esperemos que los liderazgos de las sociedades estén a la altura del desafío.

Politemas, Tal Cual, 1 de mayo de 2019

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