América Latina entra en el tercer mes de la pandemia por Covid-19. En un momento comparable, es decir, a los sesenta días del primer paciente diagnosticado, ya Corea del Sur había reducido los casos nuevos a una décima parte. El primer caso de Covid-19 fue confirmado en este país el 24 de enero. El máximo número de casos nuevos ocurrió el 3 de marzo (851 casos). Para el 23 de marzo (a los sesenta días), el número de casos nuevos se había reducido a 76. Ahora bien, para llegar a 8 casos nuevos se requirieron 25 días más. El 4 de mayo se reportaron sólo 3 nuevos casos.
La experiencia de Corea del Sur demuestra que es posible controlar casi completamente la pandemia, pero ello requiere estrategia, recursos, y tiempo para ejecutarla. Justamente por la rapidez en las acciones emprendidas en este país, no fue necesario realizar confinamientos generales de la población. La efectividad de estas acciones está relacionada con la preparación y la capacidad para tratar personas infectadas por Covid-19, pero también para anticipar aquellas personas que eran contactos, y que por tanto podían padecer la enfermedad o transmitirla.
La situación en América Latina al día de hoy es completamente diferente. En doce países, la cifra más alta de casos nuevos se ha registrado en la última semana. Solo en Costa Rica y Uruguay la cifra más alta se produjo hace más de un mes. En estos dos países, el número de casos al 4 de mayo era tres y dos, respectivamente. Que esta tendencia se mantenga en estos países, depende fundamentalmente de la capacidad diagnóstica y del seguimiento de contactos.
En el resto de los países las tendencias son preocupantes. A pesar de que varios de ellos (Chile, Perú, Panamá), tienen altas cifras de pruebas diagnósticas por población (en niveles comparables con Corea del Sur), en otros países se aprecia el estancamiento de este indicador (Bolivia y México, por ejemplo). Por otra parte, siete países de la región no tienen datos disponibles en la base de datos “Our World in Data”, entre ellos Brasil y Venezuela. Es por ello que en muchos casos no es posible conocer la situación real.
La pandemia afecta de manera significativa, pero no única, a la mortalidad. Doce países de la región tienen ya tasas de mortalidad por Covid-19 superiores a la de Corea del Sur. En Ecuador, con la mayor tasa, la mortalidad es veinte veces superior. El número de casos de Covid-19 por 100.000 habitantes en Panamá y Ecuador es casi nueve veces el registrado en Corea del Sur.
En estas circunstancias es evidente que el confinamiento per se, o las prácticas de distanciamiento social, no son suficientes para controlar la pandemia en el grado requerido. De hecho, la continuación de estas medidas sin cambios, puede ocasionar mayores efectos en la dinámica productiva y social de los países. Es fundamental, entonces, minimizar la propagación de la pandemia, en los niveles cercanos a “cero casos”, y retomar en plazos perentorios la reanudación de las actividades sociales y productivas.
En aquellos países que están implementando confinamientos, es fundamental que se produzca una reducción sustancial de casos nuevos. La experiencia de algunos países europeos (España, Italia, Alemania), indica que al menos se requiere un mes para que la tendencia de los casos nuevos se reduzca sistemáticamente. Esto significa, de replicarse esta dinámica europea (lo cual no es necesariamente así, por supuesto) que, en algunos países como Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, República Dominicana, El Salvador, Honduras, México, Panamá, alcanzar un número de casos compatible con una tendencia de franca reducción, puede llevar un mes más (primera semana de junio).
Asumiendo que en un mes se alcanza esa situación en la región, queda una gran pregunta, ¿cuáles son los países que están en capacidad de detectar adecuadamente los casos nuevos y evitar que se produzcan nuevos episodios de la pandemia? Por lo descrito, tal parece que las mejores condiciones se dan en Costa Rica y Uruguay, países de baja población comparativamente en la región. Esto significa que la mayor proporción de la población de América Latina puede estar sujeta a la perversa dinámica de casos de Covid-19 de curso intermitente, obstaculizando aún más la recuperación económica y social.
La evolución dramática de la pandemia en países europeos indica que una de las razones fue no contar con capacidades para realizar detección masiva de contactos en una magnitud superior al ingreso de pacientes en los centros de salud. También ha sido reconocido que la mejor forma de evitar en la actualidad la reaparición de la pandemia, es identificar la mayor cantidad de contactos. De allí que, en las últimas semanas, varios gobiernos europeos han iniciado el diseño e implementación de programas de “rastreadores sanitarios”. En el Reino Unido se planea reclutar 18 mil en las próximas semanas. En Alemania se ha propuesto que se necesita 1 rastreador sanitario por cada 25.000 habitantes. En el estado de Nueva York se ha estimado la cifra entre 6 y 17 mil.
Los países de América Latina deben considerar seriamente esta opción. Con urgencia. No se puede esperar que la tendencia de casos empiece a disminuir. Se deben implementar estos programas a la brevedad. Si se aplica el criterio de un rastreador por cada 5.000 habitantes, se puede estimar que se necesitan 120.000 mil rastreadores sanitarios en la región. Este personal puede ser menor en los países que han mostrado capacidades para esta tarea (como Costa Rica y Uruguay), o en otros que estén realizando ya estos ajustes.
Esta opción supone organizar cuerpos técnicos dependientes de los ministerios de salud, con el propósito de detectar contactos y supervisar la realización de los servicios para esta población. Podrían participar personas que están actualmente en los servicios de salud, pero probablemente se requiera incorporar otros nuevos. El centro de actividad de los rastreadores sanitarios es la comunidad, por cuanto deben interrogar a las personas diagnosticadas, elaborar la lista de contactos, identificar cada uno de estos contactos y establecer si padece la enfermedad o si la puede padecer. Para ello deben realizar pesquisas a través de llamadas telefónicas o visitas a domicilios y sitios de trabajo. Toda la información recolectada debe ser ingresada en bases de datos para realizar el análisis detallado. Se debe establecer quiénes son las personas en mayor riesgo. El criterio de éxito es que todos los nuevos casos hayan sido contactos de casos previos. De esta manera se irá cercando la propagación del Covid-19 hasta que no exista ningún caso en el territorio de los países. Mientras no exista la vacuna, esta debe la estrategia para garantizar la estabilidad social y productiva.
Los rastreadores sanitarios deben ser personas de trato afable, comunicativas, con disposición a interpretar las particulares condiciones de las familias afectadas por el Covid-19, con sensibilidad por la salud pública, con vocación por el trabajo en la comunidad, con manejo de las nuevas tecnologías, y con competencias para apoyar la gerencia de servicios de salud.
Estos cuerpos de rastreadores sanitarios están adscritos a las instituciones nacionales o locales de salud. Son profesionales de salud pública. En consecuencia, deben asignarse los recursos para sufragar sus servicios, vehículos para desplazamientos, servicios para alojar a las personas asintomáticas que requieran aislamiento y no puedan cumplirlo en sus domicilios, y toda la logística complementaria. Se trata de una amplia operación de seguimiento de personas orientado a evitar casos y proteger la salud de la población. Los ministerios de salud deben examinar los recursos disponibles para constituir estos programas, que no deben ser muchos en estos momentos. En ese caso, los gobiernos pueden acudir con celeridad a los organismos internacionales para solicitar recursos para financiar estos requerimientos. Se trata de programas que deben estar funcionando en el plazo máximo de un mes.
La superación de la tremenda crisis que ha significado la pandemia para los pueblos de América Latina requiere la constitución urgente de miles de equipos de rastreadores sanitarios, atravesando las inmensidades de la geografía de la región. En la medida que se haga con mayor rapidez, se podrá iniciar la recuperación de los efectos severos de la pandemia. Es fundamental asignar los recursos, para lo cual será de gran valor el rol de los responsables económicos en los países y en los organismos internacionales.
No debe haber preocupación por la sostenibilidad de estos equipos, porque luego de controlada la pandemia, queda una gran cantidad de enfermedades infecciosas que afectan la región, y también se encuentran decenas de millones de personas con enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, solo para nombrar dos, que todavía no están diagnosticadas. Estas tareas también requerirán rastreadores sanitarios por las próximas décadas. La constitución y sostenibilidad de los cuerpos de rastreadores sanitarios puede ser una de las inversiones más significativas y de mayor retorno para el mejoramiento de las condiciones de salud en la historia de América Latina.
Politemas, Tal Cual, 6 de mayo de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario