El primer caso de covid-19 en América Latina fue registrado en Brasil el 26 de febrero de este año. Es decir, dos meses después que China reportara a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de neumonía atípica detectados (31 de diciembre de 2019). A la fecha, la región ha registrado el 23% de los casos mundiales (poco más de 2 millones), y el 20% de las muertes, aunque América Latina representa solo el 8% de la población mundial.
Casi al iniciarse el quinto mes de la pandemia, muy pocos países han logrado el control. Mientras en algunos países de la OECD se controló en poco más de 40 días, en América Latina este período se ha triplicado, y todavía sigue el incremento de casos y muertes. Es decir, no solo es que no se aprovecharon los dos meses transcurridos desde la aparición de los primeros casos en China, sino que tampoco se ha atinado en la implementación de las políticas. Las brechas de políticas aumentan, tanto las relacionadas con las condiciones de partida de los sistemas de salud, como aquellas que afectan el diseño y la ejecución adecuada. Estas brechas no se deben a los recursos disponibles en los países, aunque en algunos de ellos los recursos no sean muy grandes. Son ocasionadas fundamentalmente por las debilidades para definir problemas públicos y poner en marcha políticas alternativas adecuadas.
Como consecuencia de esta brecha, 14 países registraron nuevamente cifras máximas de casos en los últimos ocho días. Esto significa que alcanzar el control requerirá al menos tres semanas más, con lo cual ya la pandemia se extendería por seis meses. En 13 países, el número de reproducción (RO), que toma en cuenta el número de casos que se infectan a partir de un caso preexistente, es superior a 1, y en algunos casos, como Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, Panamá, está aumentando. Las excepciones de Uruguay, Paraguay y Cuba, solo demuestran la regla de las fallas generales señaladas. Estas situaciones en los países coexisten con políticas nominalmente de “alta rigurosidad”, especialmente en las medidas de distanciamiento social. Son nominales porque no se aplican en la práctica, pero, sin embargo, no se pueden reducir, con lo cual la credibilidad sobre las políticas resulta resquebrajada. La población sabe que es una política poco creíble, y además no la puede cumplir (por ejemplo, las personas que laboran en la economía informal). De allí que, en la práctica, como ya está pasando, los países se quedan sin alternativas de políticas creíbles y prácticas.
La continuación de las actuales políticas, en las condiciones explicadas, no puede traer sino efectos perversos. Las estimaciones realizadas por el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington, Estados Unidos, indican que en el presente curso la pandemia podría ocasionar cerca de 300.000 muertes en la región para principios de agosto. Esto significaría casi 170.000 muertes en Brasil, más de 50.000 en México, y poco menos de 20 mil en Perú (los tres países con mayor número). La estimación del IHME es incompleta porque la progresión de muertes en muchos países todavía seguiría aumentando en agosto. Esto implica que la fase de mayor afectación de mortalidad se producirá en las próximas semanas. Hasta ahora, el pronóstico del IHME más bien ha subestimado el número de muertes en algunos países (por ejemplo, Argentina, Chile, México).
Revertir este dramático pronóstico requiere medidas extraordinarias por parte de los gobiernos de la región. La dinámica de las últimas semanas indica que las instituciones nacionales están exhaustas, con el desgaste explicable por la dedicación intensa en los últimos meses. Sin embargo, los mecanismos de política requeridos no se pueden utilizar efectivamente en esas condiciones. Dadas las características de la transmisión local de la enfermedad, es clave desarrollar estrategias diferenciales en zonas, especialmente en países de gran tamaño. Acompañar estos esfuerzos con asistencia técnica internacional de expertos asiáticos y europeos es una opción a explorar, si es que no está en marcha ya. Los efectos negativos de la pandemia en los sistemas de salud de la región ya se apreciaban inmensos en las primeras semanas, ahora son de una dimensión colosal. Este impacto sin precedentes puede marcar de manera muy significativa las políticas públicas de la región en todas las áreas en los próximos años. Lamentablemente parece ser un hecho contundente.
Politemas, Tal Cual, 24 de junio de 2020
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