Todas las evidencias están en frente del país. La crisis humanitaria ha dejado de ser una posibilidad, ya está acá, instalada en toda su extensión, afectando el bienestar directo de los venezolanos en proporciones nunca vistas. Es una crisis de grandes magnitudes que amerita medidas urgentes, amplias, en el marco de un plan de transformación integral.
Los venezolanos sufren las consecuencias de una parálisis económica que está iniciando su tercer año. Especialistas han señalado que en los últimos tres años hemos perdido el 25% de la actividad económica. A eso hay que sumarle que estamos en el cuarto año con la inflación más alta del mundo. En 2015 la inflación está cercana a 300%, a pesar de que no se tienen las cifras oficiales. La semana pasada el FMI anunció que el pronóstico de la tasa de inflación para 2016 es 720%.
Lo preocupante de esta situación es el vertiginoso deterioro social combinado con la parálisis del gobierno para tomar medidas. Las causas de la debacle económica radican en las políticas implementadas desde 1999 en las cuales se ha eliminado prácticamente la mayor parte de la capacidad productiva del país en áreas esenciales. La visión de que el Estado debía ser el único actor económico ha terminado por restringir de manera monumental las posibilidades de los venezolanos.
Las consecuencias en la vida cotidiana han sido directas y amenazan con empeorar. En un año se ha duplicado la población en pobreza extrema, hasta representar a mediados del año pasado a al 50% del país. La pobreza total alcanza al 76% de los venezolanos. A ello hay que agregar la escasez que oscila entre 50 y 80% de los productos, especialmente en los medicamentos en los cuales se coloca en 80% según instituciones del sector farmacéutico. Esto significa que las necesidades básicas de alimentación y protección de la salud no están garantizadas para el 80% de la población.
Todo lo anterior sería ya muy preocupante. Lo más grave es la incapacidad del gobierno para coordinar una respuesta adecuada a esta crisis. Las últimas decisiones no hacen sino ratificar que no hay coherencia en el seno del gobierno, o que las respuestas, ejemplificadas en el Decreto de Emergencia Económica rechazado por la Asamblea Nacional, están en la dirección contraria a las requeridas soluciones. El gobierno luce perdido, fragmentado, sin capacidad de interlocución real, sin ideas para esta crisis. El gobierno, en dos platos, ha sido sobrepasado por una situación que empeora día a día.
Los efectos en la vida de las familias se producen hoy, y también mañana. Una familia sin alimentos, sin medicamentos, sin ingresos, tiene daños inmediatos. La única manera de empezar a resolver esta situación es poner en ejecución un amplio programa de transformación económica que el actual gobierno no está en capacidad de diseñar ni articular. Y uno de los componentes centrales es la asistencia de corto plazo para las personas y familias en mayor riesgo. Urge que todos los liderazgos de la sociedad enfrenten a través del esfuerzo concertado este drama que afecta con crudeza a todos los venezolanos.
Politemas, Tal Cual, 27 de enero de 2016
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