Es bastante evidente que la idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente no se le ocurrió al actual presidente de la República. Si tuviera esa iniciativa, el país no hubiera llegado a esta situación de completo deterioro político, económico y social. Todas las mediciones de opinión pública indican que la popularidad del gobierno, y en particular la del actual presidente están en sus puntos más bajos. De manera que esta idea suena como recurso desesperado, para tomar un poco de aire político.
En primer lugar, la propuesta de la Asamblea Nacional Constituyente, anunciada el día de ayer, es una respuesta a las protestas ciudadanas que se han desarrollado en el país en el último mes. El gobierno tenía que decir algo. Con cada protesta, en la que cada manifestante se ha convertido en un actor con creatividad, con las imágenes dando vueltas por el mundo, la derrota del gobierno ha sido total. Ha perdido también en la calle. Todo ello muy influenciado por el liderazgo coherente y decidido de la Unidad Democrática.
En tales condiciones, algún grupo del gobierno se dedicó a buscar una alternativa. Que cumpliera con dos objetivos simultáneos. El primero de ellos, ganar tiempo, es decir, crear una dinámica con un cronograma que prolongue la vigencia de este agónico gobierno. El segundo objetivo es el más grave. Parte del supuesto de que este gobierno no puede ganar ninguna elección, su popularidad está literalmente en el piso. De allí que el paso es directo, se trata de aprovechar la coyuntura para eliminar las elecciones, al menos las elecciones de una República. Es decir, elecciones en las cuales no existan cortapisas al derecho de los ciudadanos.
La propuesta de la Asamblea Nacional Constituyente cumple con los dos requisitos. Introduce al país en una ruta de procesos y tiempos con el propósito de evitar la atención en los temas fundamentales. Además, propone un mecanismo corporativo de elecciones que anula toda condición republicana. De allí que la ejecución de esta propuesta acabaría con la República y nos llevaría directo a un Estado totalitario.
La reacción nacional e internacional no se ha hecho esperar. Y en los próximos días se profundizará. Es bastante obvio que una convocatoria de esta naturaleza debería suponer la realización de un referéndum que ratifique esta iniciativa desesperada del actual gobierno. No hacerlo sería desconocer totalmente lo establecido en el artículo 347 al indicar que es el pueblo quien puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
Lo que por supuesto no le dijeron al actual presidente cuando le llevaron esta idea, es que en la nueva dinámica del manejo del poder su participación no sería directa. Puede incluso suponerse que este proceso de subversión republicana se llevaría por delante al actual gobierno, al menos a sus actuales líderes. Le han debido ofrecer que su “futuro” político dependía de esta genial idea. Lo cual ha debido aceptar con ciertas dudas. En realidad, más bien parece que el actual gobierno ha dejado de funcionar. El intento de convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente dejó al presidente sin mando político. Y también dejó a los venezolanos luchando por la República. Otra vez.
Politemas, Tal Cual, 3 de mayo de 2017
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