Tener un plan de largo plazo es en muchos contextos una idea fuera de lugar. Asomar algo así en los países de América Latina inmediatamente es rechazado por falta de realismo. Simplemente se descarta por principio. Los argumentos sobran: hay que concentrarse en lo más urgente, si no se enfocan las acciones en el corto plazo no tienen efectividad, y así sucesivamente se indican razones en contra. Preguntar a los líderes políticos, económicos y sociales sobre sus visiones a diez, veinte o cincuenta años, genera miradas de sorpresa y desconcierto. Pensar en futuros tan lejanos no es una práctica habitual, para decirlo sin mayores adjetivos.
Tanto está enraizada esta visión, que imaginarse que en alguna parte del planeta se está planificando para los próximos cien años, puede sonar bastante exótico. Incluso es fácilmente asimilable solamente con las prácticas de los países llamados avanzados. Por alguna razón se asume que la planificación de largo plazo es algo que solo pueden contemplar los países de mayor desarrollo. Porque solo en esos países, se dice, es posible “darse el lujo” de pensar en el futuro. De esta manera se reitera el mito de que aquellos países de menor desarrollo no pueden ni deben tener una idea tan “extravagante” como planificar el futuro, y mucho menos en plazos tan largos.
Pero sorpresas da la vida. Basta con colocar “plan 2100” en cualquier buscador de internet, para obtener como resultado que el país que aparece no es uno de los más esperados. Es Bangladesh, conocido más bien por las dificultades de desarrollo que ha confrontado. Su origen deriva de la mezcla, muchas veces dramática, entre colonialismo y pobreza. Bangladesh es producto de la separación de Pakistán a principios de la década de los setenta del siglo pasado, a través de demandas independentistas apoyadas por India. En las últimas décadas, Bangladesh dejó de ser un país de bajo ingreso, según la clasificación del Banco Mundial, para convertirse en un país de “ingresos medios bajos” en 2015. Y ahora se ha planteado con seriedad transformarse en un país de “ingresos medios altos”.
Ahora bien, la razón fundamental para la elaboración de un plan hasta 2100 por parte de Bangladesh, es que, dadas las tendencias en la evolución del cambio climático, el país podría quedar bajo las aguas en las próximas décadas. Se estima que, ante el aumento del nivel del mar a escala global, el 70% de la superficie del país, que actualmente supera apenas un metro de altura, quedaría sumergida. También estos efectos ocasionarían sequías de grandes proporciones y aumento de salinidad de las aguas. En la práctica, Bangladesh ocupa el quinto lugar entre los países que serían más afectados por los efectos del cambio climático. Perspectivas muy preocupantes para un país de 160 millones de habitantes. y el de mayor densidad poblacional entre los países con más de 2 millones de personas.
La alternativa de Bangladesh, antes que responder con medidas de corto plazo, ha sido lo contrario: elaborar un plan a desarrollar en las próximas ocho décadas. Ha solicitado asistencia técnica a los Países Bajos y el Reino Unido. Ha acordado asistencia financiera con organismos multilaterales para implementar el plan. Desde 2018 cuenta con un plan de desarrollo hasta 2100, orientado a eliminar la pobreza extrema en 2030, alcanzar el nivel país de ingresos medios altos también en 2030, y convertirse en un país próspero a partir de 2041. Para ello se aspira asegurar la seguridad ante inundaciones y el cambio climático, así como la eficiencia en el uso de aguas, sostenibilidad de los sistemas fluviales, desarrollar efectivas instituciones y alcanzar la utilización óptima de las tierras y los recursos hídricos. El plan se convierte entonces en un estabilizador de la sostenibilidad del país.
Los países severamente afectados no son solamente aquellos que pueden quedar sumergidos. También están los países que pierden capacidades productivas, ven a una fracción inmensa de sus habitantes emigrar a otros países, sufren descalabros en la institucionalidad política, y padecen altos porcentajes de pobreza y subnutrición. En estos países, muchas veces los liderazgos, en el mejor de los casos, colocan sus metas en lo que sucederá en la próxima semana. Quizás poniendo el acento en los factores que condicionan la propia supervivencia de los países y en una visión de largo plazo, como ha hecho Bangladesh, se podrían gestar los consensos que permitan superar las terribles circunstancias del corto plazo. A lo mejor vale la pena intentarlo.
Politemas, Tal Cual, 15 de enero de 2020
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