sábado, 24 de octubre de 2020

¿Cómo estimar el impacto de la pandemia?

Luego de ocho meses de pandemia, quedan muy pocas dudas de que ha sido un evento único para los sistemas de salud de América Latina. En la pandemia de 1918, solo un país de la región contaba con un ministerio a cargo de la salud. Es decir, para la gran mayoría de los ministerios, la pandemia de covid-19 en 2020 ha sido el evento de mayor impacto en toda su historia, en términos de personas infectadas y fallecidas, así como de las exigencias técnicas y políticas a las cuales han estado sometidos. 

Una de las grandes preguntas que deben responderse está relacionada con el impacto que tiene la pandemia para las condiciones actuales y futuras de los sistemas de salud de la región. Se pueden distinguir, al menos, los efectos de corto, y mediano plazo. 

Con respecto a los primeros, el desarrollo de las tecnologías de la información y la Internet han influido en la generación de modalidades de seguimiento que favorecen seguir, prácticamente en tiempo real, el diagnóstico de casos y el reporte de fallecimientos. El concurso de instituciones de investigación ha permitido la generación de aplicaciones y metodologías que han facilitado datos y análisis para la toma de decisiones a escala global. En muchos países, estas alternativas también han permitido contar con información en ámbitos nacionales, pero también en niveles subnacionales y locales. Todo este cúmulo de información ha sido transmitido a personas, organizaciones y medios de comunicación, promoviendo el conocimiento de la enfermedad y previniendo a las poblaciones sobre el desarrollo de la pandemia. 

A pesar de ello, para muchos aspectos no se dispone de información detallada en la actualidad. Por ejemplo, en muchos países de América Latina no está disponible fácilmente la información desagregada sobre el número de casos en localidades o regiones. Siendo que la pandemia es un proceso netamente local, la ausencia de esta información impide que los organismos responsables puedan diseñar las mejores alternativas de acción. Por otra parte, en algunos países no se cuenta con los mecanismos de reporte de diagnóstico de manera expedita y con la calidad requerida para realizar comparaciones internacionales. 

El subregistro de casos puede ser de tal magnitud en muchos países, que las decisiones para el control de la pandemia no se correspondan con las condiciones concretas, especialmente en localidades alejadas o con menor acceso a servicios y recursos. Tampoco es uniforme la información de los pacientes que requieren hospitalización, por ejemplo, con respecto a la duración de los síntomas, las complicaciones, los tratamientos recibidos, entre otros datos básicos. Estos aspectos son de especial importancia para estimar los requerimientos de atención de estos pacientes en el corto plazo. 

En el nivel de gestión de los sistemas de salud, la ausencia de información comparada es notoria. Por ejemplo, sería ideal disponer de los datos sobre las asignaciones presupuestarias que se ha realizado en estos últimos meses, al menos en los ministerios de salud. Esto permitiría conocer las prioridades en el gasto, así como la comparación con lo previsto a principios de año. De esta manera se tendría mejor idea de los recursos fiscales que debieron utilizarse, y las implicaciones que tendrán para el próximo año. Estas comparaciones, en el estado actual de los sistemas de información de muchos de los gobiernos de la región, son prácticamente imposibles. 

A lo anterior deben agregarse las dificultades para conocer el efecto que ha tenido la pandemia en la disminución de los servicios que se prestan en los centros de salud. Por ejemplo, es fundamental estimar cómo ha variado la realización de consultas preventivas, curativas, y de rehabilitación, así como las cirugías electivas. En muy pocos países de la región existen los sistemas de información que permitan conocer estas variaciones en el año 2020. 

En cuanto al mediano plazo, tres aspectos pueden ilustrar las dificultades. En primer lugar, está el efecto en otras enfermedades infecciosas (por ejemplo, malaria, dengue, solo por citar dos de ellas). Es previsible que la demanda de servicios para atender a los pacientes por covid-19 haya impedido la atención cabal a los programas de control de estas enfermedades. Un segundo aspecto es la variación de la mortalidad, esto es, el exceso con respecto a la situación previa a la pandemia. En muchos países de la región el retraso de los sistemas de información de mortalidad es notable, de manera que estas variaciones se conocerán solo dentro de varios años. El tercer aspecto lo constituye la estimación de las secuelas de las personas infectadas. Se puede inferir que, si existe un subregistro de casos y dificultades para el seguimiento de pacientes hospitalizados, la verdadera dimensión de las secuelas será muy difícil de obtener. 

Todo lo anterior indica que a la par que se desenvuelven las restricciones actuales de la pandemia en la gestión de los servicios de salud, también están operando efectos que se prolongarán en los próximos años. Para enfrentar estas situaciones, los sistemas de salud deberán realizar cambios urgentes en los sistemas de información, y al mismo tiempo mejorar las capacidades de análisis y prospectiva. En ambas áreas el desempeño de los sistemas de salud de la región ha sido tradicionalmente insatisfactorio. La pandemia lo ha hecho más evidente.

Politemas, Tal Cual, 21 de octubre de 2020

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