Ya avanzado el Siglo XXI se esperaría que la discusión sobre el desarrollo tomara en cuenta lo que sucede con la sociedad del conocimiento. Cada día es más evidente que la nueva dinámica global apunta hacia las grandes ventajas que ofrece la creación y transferencia de conocimientos. Todas las innovaciones que se producen en la vida de las personas están asociadas con la capacidad de generar ideas a través de la investigación y la innovación. Basta ver la cantidad de dispositivos de comunicación que están en las manos de las personas, para entender que tales posibilidades no estarían presentes si detrás de ellos no estuviera el concurso de una gran inversión realizada por empresas y gobiernos, muchas veces por ambos actores.
La fracción de recursos que los países asignan a las actividades de investigación y desarrollo demuestra, en gran medida, la importancia que otorgan a los procesos de creación y expansión de conocimientos. Podría decirse que la cantidad y sostenibilidad de esas inversiones se convierte entonces en un buen predictor del desempeño de los países. Si revisamos con detalle la información disponible sobre este aspecto, se obtienen algunas evidencias que son muy significativas.
La revisión de los datos del Banco Mundial sobre la proporción de recursos, en términos del PIB, asignados a investigación y desarrollo, indica, en primer lugar, que esa información no está disponible para las dos terceras partes de los países. Puede señalarse, entonces, que estos aspectos son muy poco conocidos por las sociedades de esos mismos países. Se puede presumir, entonces, que en estos países el intercambio sobre los retos planteados es también muy bajo. Y de allí que la posibilidad de que estos temas tengan las políticas adecuadas es todavía más remota. Mera ilusión, pues.
Si se analizan solamente los países para los cuales está disponible la información, encontramos que solo seis países asignan 3% o más de los recursos a actividades de investigación y desarrollo: Corea del Sur (4,2%), Israel (4,11%), Japón (3,58%), Finlandia (3,17%), Suecia (3,16%), Dinamarca (3,08%). Todos ellos son países con altos niveles de diversidad productiva y sostenibilidad del desarrollo.
En el caso de los países de América Latina la situación es muy diferente. Los países con mayor proporción de estos recursos son Argentina y México (poco más de 0,5%), vale decir, la octava parte de los países desarrollados. En algunos casos, como Colombia y El Salvador es menor a 0,2%. Se entiende entonces con más claridad, las grandes dificultades para la productividad en nuestra Región y el inmenso cambio que debe ocurrir para encontrar mejores rutas en la sociedad del conocimiento.
A todas estas, usted, apreciado lector, se habrá preguntado por los datos de Venezuela. Para saber cuál es nuestra situación. Lamentablemente, como quizás usted se lo imaginó, en la información del Banco Mundial no hay datos de Venezuela. Demostración nuevamente de lo alejado que estamos de los temas relacionados con la sociedad del conocimiento. Lo que sabemos es que tenemos la peor economía del mundo y la menor cantidad de producción de altas tecnologías de la Región. Resultados de tener el gobierno con la peor gestión pública del Siglo XXI en el mundo. Eso sí es muy evidente.
Politemas, Tal Cual, 19 de octubre de 2016
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