Que los ciudadanos de una ciudad, o de un país, marchen para expresar sus opiniones es un acontecimiento importante, pero no para poner en situación de pavor a un gobierno. En los países democráticos los gobiernos aceptan, sin mayores complicaciones, que los ciudadanos salgan a la calle a protestar. Más bien toman las medidas para proteger a esas personas y que no ocurran situaciones desagradables. Al final de la marcha, seguramente se expresan ideas, hay oradores que dicen lo que mejor les parece. Al final, la gente retorna en paz a sus casas. Con la satisfacción de haber expresado su opinión. Sin embargo, lo que es normal en muchas partes, en Venezuela no lo es. Para empezar, tenemos un gobierno en completa situación de pánico.
La razón es perfectamente explicable. Por una parte, la inmensa mayoría de los ciudadanos de Venezuela están viviendo la situación más crítica de sus vidas. Hay dificultades serias para conseguir alimentos, muchos de ellos a precios inalcanzables para los sectores de menores ingresos. Las colas para adquirir alimentos son cada día más largas. No hay abastecimiento de medicamentos. Las dolencias más comunes se convierten en tragedias para personas y familias. Las agresiones a la vida y seguridad tienen mayor frecuencia e intensidad. La ciudadanía se encuentra desconcertada, sabe que el rumbo que lleva el país es equivocado, que cada día es más complicado que el anterior. Y antes esas circunstancias, la expresión de la frustración y la decepción están a flor de piel. Por eso la convocatoria a marchar para plantear todas esas demandas es una opción natural, compartida.
A todas las razones anteriores se suma la continuada posición de los sectores del gobierno y sus aliados incondicionales en el TSJ y el CNE, a impedir bajo cualquier consideración la realización de lo estipulado en la Constitución con respecto al referendo revocatorio. Ante esa posición, el camino de la protesta y la exigencia en manifestaciones pacíficas es una opción de especial valor para los comprometidos con la sustitución del gobierno actual a través de los medios institucionales y electorales. En consecuencia, la marcha convocada para mañana 1 de septiembre ha interpretado todos estos sentimientos que hoy están presentes en la gran mayoría de las familias del país. Y es por ello que desde todas partes han acudido miles de personas, para estar en Caracas y transmitir al mundo un reclamo firme por una solución electoral en 2016.
El actual gobierno sabe que ya no tiene el favor popular, que incluso sus partidarios cada día lo abandonan más, y que la percepción en la calle es que no hay solución con tanta incompetencia. Eso no significa en modo alguno que el gobierno no puede actuar. De hecho lo está haciendo, acude a sus tradicionales prácticas, el engaño, la manipulación, tratando de retrasar lo más que pueda. El pavor de perder el poder es la constante en actuación. Ante la imposibilidad de tener la más mínima política seria, el gobierno opta por defenderse como puede, con conductas que no hacen sino complicar más su situación, persiguiendo y agrediendo adversarios políticos, con procedimientos alejados de la más mínima noción de Estado de Derecho.
En estas horas complicadas, difíciles para la gran mayoría de los venezolanos, ante un gobierno que solo permanece para defender sus intereses sectarios, es el momento de la cohesión, de la Unidad, de transmitir a todos la vocación por la esperanza en un futuro mejor, por los grandes cambios que requiere la vida de los venezolanos. La oportunidad está servida para un liderazgo con esa visión y esa comprensión. Marchemos mañana para impulsarla.
Politemas, Tal Cual, 31 de agosto de 2016
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