La marcha de un sistema de salud se puede conocer por la situación de la mortalidad materna. Al igual que se toma solo una muestra para analizar la hemoglobina o los glóbulos blancos en toda la sangre del cuerpo, la mortalidad materna nos puede indicar en gran medida las características del funcionamiento del sistema de salud. En primer lugar, a pesar de que el número de muertes maternas es una pequeña proporción de las muertes totales en un país dado, su significación es muy alta. Porque la muerte de una madre tiene repercusiones familiares tremendas. Significan esposos sin su compañera, otros hijos sin su madre, y muy probablemente un recién nacido en riesgo. Por otra parte, las muertes maternas son altamente evitables, solo en eventos muy raros y complicados es difícil evitarlas. De manera que la reducción de la mortalidad materna al mínimo posible debería ser una meta fundamental de cualquier sistema de salud. Además, tendría un efecto sinérgico en otras áreas de atención como la mortalidad infantil o en salud reproductiva, solo por señalar dos.
La mortalidad materna se mide a través de la “razón de mortalidad materna”. Esto es, el número de muertes relacionadas con el embarazo, el parto y el período de 42 días siguientes al parto, independientemente de la duración de la gestación, con relación al número de nacidos vivos registrados en un año dado.
En Venezuela, el dato más reciente de la razón de mortalidad materna corresponde al año 2013, exactamente 68,7 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos registrados de ese año, según se reporta en el sitio web de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Hay que señalar que ya deberíamos tener el valor de este indicador hasta 2016. La cifra de 2013 es 34,1% superior a la que presentaba el país en 1998, cuando la razón de mortalidad materna era 51,2 muertes maternas por 100.000 nacidos vivos registrados. Dicho de otra manera, la razón de mortalidad materna de 2013 era similar a la de 1975. Es decir, prácticamente un retroceso de 40 años.
Veamos esta situación ahora desde una perspectiva comparada con los países de la región. Entre 1998 (o el año más cercano) y 2013, todos los países de la región disminuyeron la razón de mortalidad materna con excepción de tres: Cuba, Venezuela y Costa Rica (en orden de magnitud del aumento). El país con la menor razón de mortalidad materna en 2013 fue Chile con 15,2 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos registrados. El aumento de la mortalidad materna de Venezuela solo es superado por el experimentado por Cuba (47%). De un total de 20 países de la región, 12 de ellos presentaron en 2013 una razón de mortalidad materna menor a la de Venezuela. Los países que tenían una razón de mortalidad materna superior a la de Venezuela eran: Honduras, Perú, Paraguay, República Dominicana, Guatemala, Haití y Bolivia.
Tomando en cuenta solamente lo que sucede con la mortalidad materna, es bastante obvio que el sistema de salud de Venezuela tiene uno de los desempeños más bajos de la región. A las restricciones de recursos, aumentadas en los últimos años, se debe sumar las limitaciones en la estrategia para identificar riesgos específicos en el caso de las mujeres embarazadas. Es muy posible que esta situación haya empeorado en los últimos cuatro años. Sin duda, las mujeres venezolanas deben tener en este momento el riesgo más alto en la región para morir o complicarse por eventos relacionados con el embarazo y el parto.
Politemas, Tal Cual, 13 de septiembre de 2017
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