El gobierno que tanto se vanaglorió de haber constituido el “mejor sistema electoral del mundo”, ha terminado por mostrar que todas esas supuestas virtudes se han evaporado. Los resultados anunciados el pasado domingo con motivo de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente no son creíbles, contradicen el sentido común y son consistentes con las innumerables objeciones que organismos internacionales y nacionales formularon durante todo el proceso.
Los principios del Poder Electoral, expresados claramente en el artículo 294 de la Constitución de 1999, son: “independencia orgánica, autonomía funcional y presupuestaria, despartidización de los organismos electorales, imparcialidad y participación ciudadana; descentralización de la administración electoral, transparencia y celeridad del acto de votación y escrutinios”. Un somero análisis de la realidad política del país y las acciones del Poder Electoral, ilustran la distancia que existe entre la letra y la práctica. Baste con citar que el Poder Electoral aceptó sin titubeos que no se consultara al pueblo sobre la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente.
También los eventos del 30 de julio demuestran la inexistencia de las garantías que son responsabilidad del Poder Electoral, tales como: “igualdad, confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia de los procesos electorales, así como la personalización del sufragio y la representación proporcional”. Solo con indicar que en la elección se permitió que se eligiera un representante en cada municipio, independientemente de la población, se aprecia la dimensión entre la norma y la realidad.
De tal manera que luego de setenta años de las primeras elecciones de sufragio universal, los venezolanos no cuentan con un Poder Electoral que genere la confianza de todos los actores políticos. Las acciones y resultados relacionados con las elecciones más que unir a la población, se convierten en fuente de mayor división. Es obvio que la responsabilidad de las máximas autoridades que ejercen la mayoría en el CNE en esta situación es total. Con sus acciones y omisiones, han minado sistemáticamente la confiabilidad en la institución que genera las decisiones para seleccionar a los responsables de la gestión pública en el país.
En estas condiciones, es decir, mientras permanezca la actual mayoría en el Poder Electoral, cada elección que se realice seguirá disminuyendo la credibilidad de la institución que debe velar por la majestad del voto de los venezolanos. Todo lo cual debe ser motivo de especial reflexión para los ciudadanos. Sin confiabilidad en el voto no hay posibilidad de democracia estable y bienestar. Los venezolanos de esta época lo estamos viviendo todos los días.
Politemas, Tal Cual, 2 de agosto de 2017
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