Venezuela se encuentra en medio de una semana histórica. Pocas veces en la vida se tiene la conciencia de que lo que está sucediendo es único, irrepetible. Para casi todos los venezolanos los acontecimientos de los últimos meses han sido extraordinarios, impensables hace poco tiempo atrás. A diferencia de otros momentos históricos, en los cuales lo imprevisto tuvo un papel especial, en estos meses ha existido una visualización en la cual ha participado toda la sociedad democrática.
La aprobación de las sentencias por parte del Tribunal Supremo de Justicia en las cuales se anulaba a la Asamblea Nacional, hace casi cuatro meses, fueron interpretadas por el país sin confusión. Se trataba del intento deliberado por anular las pocas disposiciones constitucionales que estaban vigentes, para constituir un régimen totalitario, con todo el poder en pocas manos, y con la eliminación definitiva de la democracia como modo de vida y de gobierno.
Es por ello que desde principios de abril el país democrático se ha trasladado a la calle a manifestar reiteradamente en defensa del orden republicano. En esas manifestaciones ha quedado claro el nivel de civismo y entendimiento que los venezolanos tenemos de lo que está en juego. Ante esa determinación, demostrada incluso con más de cien personas asesinadas en el ejercicio de sus derechos políticos, y en el luto que ha afectado sus familias y a todo el país, cualquier gobierno con un mínimo de sensatez y apertura hubiera cesado la agresión, hubiera abierto las posibilidades de entendimiento, para encontrar soluciones y acuerdos.
No es el caso del régimen que se ha constituido desde hace casi 19 años en Venezuela. Se trata más bien de un régimen que quiere instalar en Venezuela un modelo totalitario, sin respeto a los derechos humanos ni a los procesos de una sociedad abierta y democrática. De allí que antes que buscar alternativas de entendimiento, se haya procedido a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente en franca violación de los derechos del pueblo venezolano para decidir. Y ante esa convocatoria se ha producido una alineación de los poderes públicos dependientes del Ejecutivo. Como resultado se ha organizado para el próximo domingo 30 de julio la elección de una Asamblea Nacional Constituyente que no puede ser más antidemocrática. Ante esta arremetida totalitaria, la Asamblea Nacional y la Fiscalía han respondido con la ejecución de las alternativas disponibles en el maltratado Estado de Derecho del país. Y por su parte, la sociedad política y civil del país han asumido la lucha en todos los terrenos disponibles: en la manifestación de voluntades como fue la consulta nacional del 16 de julio, en la protesta en las calles, en la difusión de contenidos en los medios no controlados. Todo ello ha reforzado la importancia de la defensa de la República y ha generado un mayor apoyo internacional.
Todas estas demostraciones no han generado cambio de rumbo en la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente. Es evidente que la agresión totalitaria entiende la coyuntura como una oportunidad para tomar por completo al Estado, y decretar el cese de la República como la conocemos. No ha habido ningún en pudor en anunciar lo que vendrá después de esa elección. Por eso esta semana la sociedad democrática ha decidido apelar a los medios disponibles para defender la República. Para ello cada ciudadano debe colocar todo su empeño. La encrucijada es bastante evidente.
Politemas, Tal Cual, 26 de julio de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario