América Latina entra en el quinto mes de pandemia. El gobierno de México informa hace pocas horas que espera que se prolongue hasta marzo o abril del año 2021. Doce países de la región reportan que en la última semana han registrado un nuevo máximo de casos. Esto significa que el control, de producirse, se realizaría, a principios del mes de agosto. Cuatro países (Brasil, Perú, Chile, y México) se encuentran entre los diez primeros en número de casos. En el grupo de los quince países con mayor tasa de mortalidad por covid-19 están Chile, Perú, Brasil, Ecuador, y México. El desempeño ante la pandemia de la gran mayoría de los países de América Latina ha sido muy decepcionante. Quizás con la excepción de Uruguay, el resto de los países han mostrado sistemáticas deficiencias para enfrentarla.
Visto que no se aprecian cambios sustanciales en las políticas implementadas en las últimas semanas, las perspectivas de los escenarios estimados por el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington (Estados Unidos), lamentablemente pueden convertirse en realidad en muchos países. Es bastante evidente la gran distancia entre las políticas recomendadas y las efectivamente puestas en prácticas. Sin embargo, es conveniente establecer si tales alternativas de acción estaban realmente disponibles.
Supongamos que, en el mes de enero de este año, los equipos de estrategia de los ministerios de salud de la región hubieran seguido en detalle los informes elaborados diariamente por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre el 21 de enero y el 26 de febrero (fecha del primer caso registrado en Brasil), la OMS difundió 37 reportes, todos ellos disponibles en el sitio web.
En el primer reporte (21 de enero), la OMS indicó que su oficina de China fue informada el 31 de diciembre de 2019 de casos de neumonía de causa desconocida, reportados en la ciudad de Wuhan. El 11 y 12 de enero, señala el informe de OMS, se recibió información detallada de la Comisión de Salud de China indicando que el brote estaba asociado con un mercado de alimentos marinos en esa ciudad. El nuevo coronavirus fue identificado el 7 de enero. El 12 de enero, China compartió la secuencia genética del nuevo coronavirus para que fuera utilizado para la prueba diagnóstica. Casos importados de China se reportaron en Tailandia el 13 de enero, en Japón el 15 de enero, y en Corea del Sur el 20 de enero. También se señala en este reporte que los países miembros, y las oficinas regionales y nacionales de la OMS habían sido informadas de la evolución de esta situación de emergencia sanitaria.
Dos días después, el 23 de enero, la OMS indica en el tercer reporte que el riesgo involucrado para China era muy alto, y alto en el nivel regional y global. También se señala que existen evidencias sobre la transmisión del virus entre humanos. Al día siguiente, el reporte señala que los objetivos estratégicos de la respuesta eran interrumpir la transmisión del virus entre las personas en China, prevenir la exportación de casos a otros países, y prevenir la transmisión de esos casos en casos exportados en caso de que ocurriera. También se señala en ese reporte (el número 4 del 24 de enero), que la respuesta debía combinar el diagnóstico rápido de casos, la identificación de contactos, la prevención de la infección en los servicios de salud, la implementación de medidas para los viajeros, así como la información a la población sobre los riesgos involucrados.
En el reporte del 25 de enero, se describen las medidas tomadas por el gobierno de Singapur para aumentar el nivel de alerta (de 2 a 4), reflejando así los riesgos involucrados. El 26 de enero se previene sobre los riesgos para el personal de los servicios de salud. El 29 de enero se anuncia la creación de la colaboración de la OMS con el Foro Económico Mundial para suplir los suministros requeridos en la pandemia en el contexto global. El 30 de enero se recomienda a los países que deben prepararse para los requerimientos en la realización de pruebas diagnósticas. El 5 de febrero se informa que se ha elaborado el Plan Estratégico de Preparación y Respuesta, y de la disposición de la OMS para apoyar a los países en los aspectos relacionados. En el momento que se aprueba este plan, el número total de casos confirmados de covid-19 era 24.554, de los cuales solo 191 se habían reportado fuera de China.
Lamentablemente, estas recomendaciones no se concretaron en planes de acción en muchos países de América Latina. Las cuatro semanas que transcurrieron entre principios de febrero y la aparición de los primeros casos de la región, era tiempo adecuado para la organización de la respuesta. En muchos países de la región las primeras medidas no se tomaron sino al registrarse los primeros casos. Las restricciones para la toma de decisiones, conociendo las recomendaciones de la OMS, son indicativas de las brechas de planificación estratégica y de gestión que han condicionado la evolución de la pandemia. Las perspectivas de los próximos meses, de no tomar medidas para subsanar estas restricciones, afectará mucho más la situación de millones de personas afectadas. La brecha de políticas es, sin dudas, anterior a la brecha de recursos, y muchas veces, más determinante. Una mejor respuesta era completamente posible. Para ello se requería otro nivel de políticas públicas. Es una brecha inmensa.
Politemas, Tal Cual, 8 de julio de 2020
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