En las primeras del año se ha profundizado la crisis de conducción que vive el país. Que un presidente electo con el 55% de los votos hace apenas tres meses, no haya podido tomar juramento el pasado 10 de enero ya es bastante significativo. Que ese presidente esté ahora en una condición clínica que no permite comunicarse con el país durante más de un mes es todavía más inquietante. Todo indica que la enfermedad que aqueja al Presidente tiene un progreso que probablemente le impida ejercer la conducción del Estado. Sea por incapacidad o por su desaparición fìsica.
El gobierno ha dejado claro que se prepara para la falta absoluta. Eso explica su insistencia en que sea Maduro (futuro candidato) el que esté responsabilizado del gobierno. Cualquier otra opción (Cabello) hubiera sido contradictoria con la idea de “tener listo” el reemplazo decidido por el presidente Chávez. De allí el rechazo a siquiera considerar lo que se establece en el texto constitucional. La tesis de la “continuidad del gobierno” es la que ofrece mayores posibilidades. Porque es la tesis que permite concentrar los esfuerzos y transmitir a la militancia chavista mayor claridad en el rumbo a seguir. Ya sabemos la escasa consideración que el actual gobierno presta a las formas, sera jurídicas o institucionales. Ante todo, el objetivo político, especialmente cuando el rol del gobierno de Cuba es determinante.
Todo lo cual nos lleva a una situación en la que los acontecimientos serán desencadenados por eventos biológicos, sobre los cuales el control es mínimo, sujetos a todas las complicaciones que puede sufrir un paciente con cáncer internado en una sala de terapia intensiva por casi cinco semanas. Mientras esta situación avanza, el gobierno está absolutamente paralizado. El ritmo de las decisiones públicas, especialmente aquellas afectadas por los grandes desequilibrios de la economía, está reducido a su mínima expresión. Es evidente que la ausencia del presidente reelecto refuerza la idea de que no hay nadie más que él en capacidad de decidir. Ese fue el esquema que construyó, y las consecuencias las padecemos ahora. El país es altamente dependiente de un presidente que no puede ejercer realmente el gobierno. Y de lo que digan los cubanos, por supuesto.
De tal manera que el país transita lentamente hacia la falta absoluta. La salida solo será posible cuando se fije una fecha para una consulta popular que termine con la elección de un nuevo presidente, que tenga entonces capacidad real para asumir el gobierno. Mientras tanto la incertidumbre y la parálisis será la norma. Es irónico que un gobierno que se afanó tanto por el control riguroso, termine sometido a los imponderables de la biología. Es también irónico que un gobierno que se ufanó tanto de la soberanía, haya terminado como una oficina totalmente dependiente del gobierno cubano.
El gobierno ha dejado claro que se prepara para la falta absoluta. Eso explica su insistencia en que sea Maduro (futuro candidato) el que esté responsabilizado del gobierno. Cualquier otra opción (Cabello) hubiera sido contradictoria con la idea de “tener listo” el reemplazo decidido por el presidente Chávez. De allí el rechazo a siquiera considerar lo que se establece en el texto constitucional. La tesis de la “continuidad del gobierno” es la que ofrece mayores posibilidades. Porque es la tesis que permite concentrar los esfuerzos y transmitir a la militancia chavista mayor claridad en el rumbo a seguir. Ya sabemos la escasa consideración que el actual gobierno presta a las formas, sera jurídicas o institucionales. Ante todo, el objetivo político, especialmente cuando el rol del gobierno de Cuba es determinante.
Todo lo cual nos lleva a una situación en la que los acontecimientos serán desencadenados por eventos biológicos, sobre los cuales el control es mínimo, sujetos a todas las complicaciones que puede sufrir un paciente con cáncer internado en una sala de terapia intensiva por casi cinco semanas. Mientras esta situación avanza, el gobierno está absolutamente paralizado. El ritmo de las decisiones públicas, especialmente aquellas afectadas por los grandes desequilibrios de la economía, está reducido a su mínima expresión. Es evidente que la ausencia del presidente reelecto refuerza la idea de que no hay nadie más que él en capacidad de decidir. Ese fue el esquema que construyó, y las consecuencias las padecemos ahora. El país es altamente dependiente de un presidente que no puede ejercer realmente el gobierno. Y de lo que digan los cubanos, por supuesto.
De tal manera que el país transita lentamente hacia la falta absoluta. La salida solo será posible cuando se fije una fecha para una consulta popular que termine con la elección de un nuevo presidente, que tenga entonces capacidad real para asumir el gobierno. Mientras tanto la incertidumbre y la parálisis será la norma. Es irónico que un gobierno que se afanó tanto por el control riguroso, termine sometido a los imponderables de la biología. Es también irónico que un gobierno que se ufanó tanto de la soberanía, haya terminado como una oficina totalmente dependiente del gobierno cubano.
Politemas, Tal Cual, 16 de enero de 2013
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