El gobierno entró en su fase final. Durante trece años estuvo en capacidad de estirar su vida útil. Varios factores contribuyeron en esa dirección. En primer lugar, la ausencia de una contraparte organizada que actuara de manera coordinada y contundente. Debe recordarse que el actual gobierno llega al poder en el marco de un colapso del sistema de partidos. Las fuerzas políticas que intentan enfrentar al actual gobierno estaban debilitadas, sin los recursos políticos e institucionales para ejercer una oposición orgánica, inmersos en el desconcierto de los errores cometidos en las dos décadas precedentes.
En ese contexto el gobierno supo combinar el liderazgo carismático del actual Presidente con opciones de políticas basadas en la exclusión y el uso ideológico. Recordemos que en los primeros cuatro años de esta gestión hubo una ausencia muy clara de propuestas alternativas, especialmente en la política social. Si a ello sumamos el efecto del boom económico de mediados de la década pasada, y los errores y omisiones de los sectores alternativos, es fácil entender la reelección del gobierno en 2006.
Pero hasta allí llegó en realidad la fuerza relativa del gobierno. Desde ese año, con los primeros intentos de conformar una alternativa democrática por la vía institucional y electoral, el gobierno se ha ido debilitando. En la medida que las fuerzas alternativas han madurado en estrategia, visión programática, organización, presencia pública y en la instancia legislativa, también se ha acelerado la crisis que hoy afecta sobremanera a la actual gestión. La enfermedad del Presidente es, obviamente, un elemento influyente. Pero uno más de una cadena de limitaciones evidentes.
El actual gobierno ha sido autoritario e incompetente. Como producto de ese autoritarismo ha centralizado toda la gestión pública. Hoy no se mueve una hoja sin la venia del Presidente. Tal grado de centralización conduce al inmovilismo. Y es entonces que aparece la monumental incompetencia que hoy prevalece. La que condiciona que haya más crimen, menos empleos de calidad, menos viviendas, peores servicios públicos, menos libertad para participar, más restricciones para crear riqueza. Y como corolario, el gobierno no tiene sino un Jefe. No hay segunda línea de mando. Todos los liderazgos han sido anulados.
Una gestión así no puede perdurar. Faltaba la aparición de una Alternativa Democrática innovadora, pujante, con calle, cercana a los problemas de la gente. Y allí está desde el 12 de febrero. El candidato de la Unidad Democrática, Henrique Capriles Radonski, está caminando el país, llevando soluciones e ideas, generando confianza. La mesa está servida para que los votos de los venezolanos traigan un mejor gobierno, de progreso y paz.
En ese contexto el gobierno supo combinar el liderazgo carismático del actual Presidente con opciones de políticas basadas en la exclusión y el uso ideológico. Recordemos que en los primeros cuatro años de esta gestión hubo una ausencia muy clara de propuestas alternativas, especialmente en la política social. Si a ello sumamos el efecto del boom económico de mediados de la década pasada, y los errores y omisiones de los sectores alternativos, es fácil entender la reelección del gobierno en 2006.
Pero hasta allí llegó en realidad la fuerza relativa del gobierno. Desde ese año, con los primeros intentos de conformar una alternativa democrática por la vía institucional y electoral, el gobierno se ha ido debilitando. En la medida que las fuerzas alternativas han madurado en estrategia, visión programática, organización, presencia pública y en la instancia legislativa, también se ha acelerado la crisis que hoy afecta sobremanera a la actual gestión. La enfermedad del Presidente es, obviamente, un elemento influyente. Pero uno más de una cadena de limitaciones evidentes.
El actual gobierno ha sido autoritario e incompetente. Como producto de ese autoritarismo ha centralizado toda la gestión pública. Hoy no se mueve una hoja sin la venia del Presidente. Tal grado de centralización conduce al inmovilismo. Y es entonces que aparece la monumental incompetencia que hoy prevalece. La que condiciona que haya más crimen, menos empleos de calidad, menos viviendas, peores servicios públicos, menos libertad para participar, más restricciones para crear riqueza. Y como corolario, el gobierno no tiene sino un Jefe. No hay segunda línea de mando. Todos los liderazgos han sido anulados.
Una gestión así no puede perdurar. Faltaba la aparición de una Alternativa Democrática innovadora, pujante, con calle, cercana a los problemas de la gente. Y allí está desde el 12 de febrero. El candidato de la Unidad Democrática, Henrique Capriles Radonski, está caminando el país, llevando soluciones e ideas, generando confianza. La mesa está servida para que los votos de los venezolanos traigan un mejor gobierno, de progreso y paz.
Politemas, Tal Cual, 7 de marzo de 2012
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