El gobierno tenía que minimizar el incompetente manejo que ha tenido de la crisis social y económica que experimenta el país. Más de un mes de protestas estudiantiles, convertidas ahora en amplias protestas sociales, han dejado en evidencia las grandes debilidades que tiene el actual gobierno para enfrentar y resolver problemas.
Antes que tomar en serio todas estas manifestaciones, buscar sus causas, los efectos que están teniendo, y, especialmente el grado creciente de malestar que se ha instalado en los venezolanos, el gobierno optó por la subestimación, y en segundo término, por la represión. Parte de esa rutina es la combinación de dos rasgos que para este gobierno son predilectos.
En primer lugar, la utilización de cualquier circunstancia para sacar provecho comunicacional. Lo cual en la actual situación no tiene mucho mérito, dada la enorme desproporción entre los medios de manejo oficial y los pocos que se manejan de manera independiente. De allí que la forma termina opacando cualquier posibilidad de ir al fondo de las cosas, de llegar a cambios sustantivos que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de los venezolanos.
En segundo lugar, el gobierno acude a su manida práctica de subestimar a los adversarios. Prácticamente se concentra en intentar anularlos. Sea porque el insulto y la procacidad constituyen a veces la forma preferida de los gobernantes para comunicarse. Sea porque se incluye a otros actores que no son los más representativos de la gran legión de venezolanos que no está de acuerdo con la forma como se conduce la administración del Estado. El objetivo es siempre el mismo: eliminar cualquier forma de disenso.
A pesar de todo lo anterior, lo cierto del caso es que la vida en Venezuela ha estado trastocada en estas semanas. Y que tal situación ha tenido impacto en el contexto internacional. De manera que es muy costoso para el gobierno seguir ignorando lo que pasa, y de allí que se esfuerce en enviar algunos mensajes al exterior para minimizar tal impacto. Y es así que se decide buscar una instancia que se preste para sus objetivos. Y no hay otra mejor que Unasur.
Varios de los gobiernos de Unasur, Chile, Perú, Argentina, Brasil, como muchos gobiernos del mundo, han tenido protestas en los últimos años. Todos han debido sentarse con los sectores organizados. Y en cada caso se resolvieron pacíficamente estos problemas. Son estos mismos gobiernos lo que ven que el gobierno de Venezuela es incompetente para resolver el problema. Y salen en carrera a prestar su “tutela” temporal. Una especie de amparo para lavarse la cara ante la comunidad internacional. Sin embargo, esa pretendida “imparcialidad” de Unasur no tiene mucha credibilidad que se diga. Todo lo contrario, la presencia de esa misión en Venezuela dejará más que evidente la tremenda incapacidad que trastorna al actual gobierno.
Politemas, Tal Cual, 19 de marzo de 2014
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