Debe haber muchas preocupaciones en el Alto Gobierno. Lo que era una gran alharaca por el crecimiento de la economía se ha convertido en un estruendoso silencio. Hace pocas semanas, en las ruedas de prensa para anunciar las “medidas”, se dejó colar una plegaria a todos los santos. El gobierno quiere que la economía crezca, pero no es tan fácil. Casi diez años de improvisaciones e incompetencias han alejado el motor del crecimiento económico. Las perspectivas para la “revolución” son complicadas.
Ha tenido que ser muy duro para la burocracia gubernamental reconocer que este año ya no habrá crecimiento económico. La tasa de crecimiento del año 2007 (exactamente 8,4%) parece lejana. La del año 2008 fue casi la mitad (4,8%). El pronóstico del Fondo Monetario Internacional para este año es un decrecimiento de 2%.
El ciudadano de a pie no necesita muchos análisis para entender que si la economía no crece, no hay mucho bienestar que se diga. Si no hay quien compre, las empresas cierran sus líneas de producción. De la caída del consumo se pasa a la de la producción. Es allí cuando el gasto público debe aparecer. Para que se reactive la producción. Eso es lo que hacen los gobiernos, siempre y cuando hayan estimulado adecuadamente la inversión privada.
Todo ello es justamente lo contrario de lo que hemos tenido en Venezuela. El gobierno se las ingenió para ahuyentar la inversión privada. Para colocar trabas a todo el proceso productivo. Desde las amenazas y el amedrentamiento, hasta injustas expropiaciones. Mientras, muchos de los países de América Latina tienen recursos para reanimar sus economías con programas de inversión pública. No es el caso de la “revolución bonita”.
Todo ese panorama influye en una especia de “racionalización” de parte del gobierno. Como el cuento de que las “uvas estaban verdes”. Ahora el gobierno dice con la mayor naturalidad que el crecimiento estará a “nivel de cero”. Como si se pudiera decir eso y seguir tan campante. Después de casi once años de gobierno, llegamos al “llegadero”: una economía que no crece. Una economía anémica.
El pronóstico del FMI para el año 2010 indica que Venezuela será una de las dos economías de la Región que no crecerá (la otra es Jamaica). Tendremos 0,5% de decrecimiento. Es decir, entre 2009 y 2010 decreceremos casi 3%. Esto significa menos bienes, menos consumo, menos empleo, más pobreza. Todos los demás países de la Región habrán recuperado su crecimiento. Llama la atención los casos de Perú (crecerá casi 6%), y Chile (más de 4%).
Lo peor no se queda allí. Según el FMI, en los años 2011 y 2012 nuestro crecimiento será menor al 0,5%. Casi nada. La peor tasa de crecimiento de América Latina. Para un país con una población que crece casi 2% interanual, esto es muy mala noticia. La consecuencia más directa de la incompetencia en el manejo de nuestra política económica.
Un país sin crecimiento es un país sin oportunidades, sin progreso. Peor aún cuando tuvimos una de las épocas más “esplendorosas” en lo que a ingresos fiscales se refiere. Todo ello explica la sensación de desaliento en el Alto Gobierno. La imposibilidad para articular una explicación que convenza a los venezolanos de que esta ausencia de crecimiento se la debemos al “imperialismo yanqui”. Es evidente, tanto para estos funcionarios como para la sociedad en general, que la suprema incompetencia de este gobierno nos ha traído a una de nuestras peores crisis económicas. La “revolución bonita” se hunde en sus errores. Lo saben ellos, lo sabemos todos.
Ha tenido que ser muy duro para la burocracia gubernamental reconocer que este año ya no habrá crecimiento económico. La tasa de crecimiento del año 2007 (exactamente 8,4%) parece lejana. La del año 2008 fue casi la mitad (4,8%). El pronóstico del Fondo Monetario Internacional para este año es un decrecimiento de 2%.
El ciudadano de a pie no necesita muchos análisis para entender que si la economía no crece, no hay mucho bienestar que se diga. Si no hay quien compre, las empresas cierran sus líneas de producción. De la caída del consumo se pasa a la de la producción. Es allí cuando el gasto público debe aparecer. Para que se reactive la producción. Eso es lo que hacen los gobiernos, siempre y cuando hayan estimulado adecuadamente la inversión privada.
Todo ello es justamente lo contrario de lo que hemos tenido en Venezuela. El gobierno se las ingenió para ahuyentar la inversión privada. Para colocar trabas a todo el proceso productivo. Desde las amenazas y el amedrentamiento, hasta injustas expropiaciones. Mientras, muchos de los países de América Latina tienen recursos para reanimar sus economías con programas de inversión pública. No es el caso de la “revolución bonita”.
Todo ese panorama influye en una especia de “racionalización” de parte del gobierno. Como el cuento de que las “uvas estaban verdes”. Ahora el gobierno dice con la mayor naturalidad que el crecimiento estará a “nivel de cero”. Como si se pudiera decir eso y seguir tan campante. Después de casi once años de gobierno, llegamos al “llegadero”: una economía que no crece. Una economía anémica.
El pronóstico del FMI para el año 2010 indica que Venezuela será una de las dos economías de la Región que no crecerá (la otra es Jamaica). Tendremos 0,5% de decrecimiento. Es decir, entre 2009 y 2010 decreceremos casi 3%. Esto significa menos bienes, menos consumo, menos empleo, más pobreza. Todos los demás países de la Región habrán recuperado su crecimiento. Llama la atención los casos de Perú (crecerá casi 6%), y Chile (más de 4%).
Lo peor no se queda allí. Según el FMI, en los años 2011 y 2012 nuestro crecimiento será menor al 0,5%. Casi nada. La peor tasa de crecimiento de América Latina. Para un país con una población que crece casi 2% interanual, esto es muy mala noticia. La consecuencia más directa de la incompetencia en el manejo de nuestra política económica.
Un país sin crecimiento es un país sin oportunidades, sin progreso. Peor aún cuando tuvimos una de las épocas más “esplendorosas” en lo que a ingresos fiscales se refiere. Todo ello explica la sensación de desaliento en el Alto Gobierno. La imposibilidad para articular una explicación que convenza a los venezolanos de que esta ausencia de crecimiento se la debemos al “imperialismo yanqui”. Es evidente, tanto para estos funcionarios como para la sociedad en general, que la suprema incompetencia de este gobierno nos ha traído a una de nuestras peores crisis económicas. La “revolución bonita” se hunde en sus errores. Lo saben ellos, lo sabemos todos.
Politemas, Tal Cual, 4 de noviembre de 2009
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