Faltan menos de dos meses para la elección de una nueva Asamblea Nacional. El deterioro de la gestión del Ejecutivo es más que evidente. Estamos en presencia de un gobierno que confronta la peor crisis de sus once años. El drama económico y social es ostensible. Lo más preocupante es la incapacidad del gobierno para encarar esta crisis. Se ha quedado sin soluciones.
Todo lo anterior resalta aún más la relevancia de la elección de la nueva Asamblea Nacional. Es, sin duda, un hito central en la tarea de redemocratizar a Venezuela. La nueva Asamblea permitirá dotar a la democracia venezolana de un espacio de encuentro y discusión política. La permanente sumisión ante el Ejecutivo, rasgo notorio en la Asamblea que está por terminar, dará paso a las nuevas posibilidades de acuerdo para solucionar los problemas del país. Las nuevas iniciativas pueden encontrar en la Asamblea Nacional cauce apropiado. Tal es al menos la perspectiva que los sectores democráticos deberían contemplar.
Es verdad que la fracción del gobierno no está acostumbrada al clima de tolerancia y respeto a la disidencia que caracteriza una vocación democrática. Muchos años de dependencia del liderazgo personalista y avasallante han dejado su huella. Ello no significa, sin embargo, que la fracción parlamentaria de la Unidad Democrática no haga todo los esfuerzos necesarios para recuperar el espíritu de entendimiento que deben caracterizar a un parlamento democrático.
No bastarán las buenas intenciones en esta tarea. La posibilidad de que la Unidad Democrática concrete una victoria que le conceda la mayoría es real. En cada uno de los circuitos electorales la Unidad trabaja con dedicación para lograr este objetivo. La próxima campaña electoral será una oportunidad para plantear los argumentos que dan fundamento a la causa de la Unidad Democrática.
La nueva Asamblea tendrá un reto fundamental. Combinar las acciones de control y legislación en el marco del gobierno más autoritario de Venezuela en más de cincuenta años, con el entendimiento con el gobierno que se instalará en Miraflores en febrero de 2013 y que muy probablemente sea de la Unidad Democrática. De manera que la fracción de la Unidad Democrática deberá prepararse para que en los primeros años de su gestión se enfaticen la supervisión de la acción del gobierno junto con la habilidad para llegar a los acuerdos que sean pertinentes. Pero también deberá ver más allá, es decir, tomar conciencia de que las acciones que se tomen en esos dos primeros años irán condicionando la viabilidad de las políticas en ese gobierno de la Unidad Democrática. La adecuada mezcla de ambas visiones es bueno que se empiece a expresar en la próxima campaña electoral. El país requiere una mirada larga, en perspectiva, y la Asamblea Nacional es un buen sitio para empezar.
Todo lo anterior resalta aún más la relevancia de la elección de la nueva Asamblea Nacional. Es, sin duda, un hito central en la tarea de redemocratizar a Venezuela. La nueva Asamblea permitirá dotar a la democracia venezolana de un espacio de encuentro y discusión política. La permanente sumisión ante el Ejecutivo, rasgo notorio en la Asamblea que está por terminar, dará paso a las nuevas posibilidades de acuerdo para solucionar los problemas del país. Las nuevas iniciativas pueden encontrar en la Asamblea Nacional cauce apropiado. Tal es al menos la perspectiva que los sectores democráticos deberían contemplar.
Es verdad que la fracción del gobierno no está acostumbrada al clima de tolerancia y respeto a la disidencia que caracteriza una vocación democrática. Muchos años de dependencia del liderazgo personalista y avasallante han dejado su huella. Ello no significa, sin embargo, que la fracción parlamentaria de la Unidad Democrática no haga todo los esfuerzos necesarios para recuperar el espíritu de entendimiento que deben caracterizar a un parlamento democrático.
No bastarán las buenas intenciones en esta tarea. La posibilidad de que la Unidad Democrática concrete una victoria que le conceda la mayoría es real. En cada uno de los circuitos electorales la Unidad trabaja con dedicación para lograr este objetivo. La próxima campaña electoral será una oportunidad para plantear los argumentos que dan fundamento a la causa de la Unidad Democrática.
La nueva Asamblea tendrá un reto fundamental. Combinar las acciones de control y legislación en el marco del gobierno más autoritario de Venezuela en más de cincuenta años, con el entendimiento con el gobierno que se instalará en Miraflores en febrero de 2013 y que muy probablemente sea de la Unidad Democrática. De manera que la fracción de la Unidad Democrática deberá prepararse para que en los primeros años de su gestión se enfaticen la supervisión de la acción del gobierno junto con la habilidad para llegar a los acuerdos que sean pertinentes. Pero también deberá ver más allá, es decir, tomar conciencia de que las acciones que se tomen en esos dos primeros años irán condicionando la viabilidad de las políticas en ese gobierno de la Unidad Democrática. La adecuada mezcla de ambas visiones es bueno que se empiece a expresar en la próxima campaña electoral. El país requiere una mirada larga, en perspectiva, y la Asamblea Nacional es un buen sitio para empezar.
Politemas, Tal Cual, 4 de agosto de 2010
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