A pocos días de las elecciones del 26 de septiembre, la gran mayoría del país ha comprendido la trascendencia de la decisión que tomaremos. Se trata de elegir los diputados a la Asamblea Nacional para el período 2011-2015: el parlamento con la mayor responsabilidad histórica desde que en Venezuela tenemos sufragio universal, directo y secreto.
Entre otras tareas, el parlamento que seleccionemos en menos de dos semanas deberá acometer la gran tarea de reivindicar la Constitución de 1999 y avanzar en la renovación de las prácticas democráticas y de gobierno en el país. La propia coyuntura de los meses recientes ha puesto de relieve el proceso de fortalecimiento de las fuerzas democráticas de los últimos años.
No hace mucho tiempo atrás, la visión y organización de los sectores democráticos era bastante incipiente. Muchas de las debilidades y errores que caracterizaron a estos sectores en los primeros años de este gobierno, habían dejado sus huellas. Especialmente llamativo eran las dificultades para articular una propuesta compartida, que tuviera en el centro la transformación de nuestro sistema político.
Desde el año 2005, los sectores democráticos han avanzado. Del diálogo y la coincidencia han surgido ideas y compromisos. Del acercamiento y el acuerdo se han promovido alternativas políticas y organizativas. Ello no quiere decir que todo esté resuelto, todo lo contrario. Pero lo que luce muy evidente es la disposición de transitar el camino, y hacerlo de manera coordinada, pensando a la distancia, y actuando en el presente.
Ha ayudado mucho en este despertar la creciente conciencia de lo que significa el adversario. El gobierno del presidente Chávez ha separado a los venezolanos. Ha colocado los intereses sectarios en contraposición a los intereses de todos. Ha concebido un proyecto totalitario para imponerlo sin el menor rubor. No cabe duda de que el mayor riesgo que confronta la sociedad venezolana es el ansia del actual gobierno para perseguir sus objetivos, trastocando nuestra esencia democrática. En el afán que ha colocado este gobierno en esos objetivos, ha debilitado ostensiblemente nuestra economía y puesto serias restricciones para el progreso de toda la sociedad.
De allí que las elecciones del próximo 26 de septiembre, representen una excelente oportunidad para avanzar. Para indicar que este proceso de transformación política que vive el país, no es azaroso ni automático. Responde a la articulación de visiones, a la certeza de que sólo es posible un país mejor si somos capaces de idearlo, pero también de irlo concretando. Lo que está en juego demanda lo mejor de nuestra imaginación, pero también lo mejor de nuestra perseverancia y sentido práctico. Es tiempo de retos. Es tiempo de grandes decisiones.
Entre otras tareas, el parlamento que seleccionemos en menos de dos semanas deberá acometer la gran tarea de reivindicar la Constitución de 1999 y avanzar en la renovación de las prácticas democráticas y de gobierno en el país. La propia coyuntura de los meses recientes ha puesto de relieve el proceso de fortalecimiento de las fuerzas democráticas de los últimos años.
No hace mucho tiempo atrás, la visión y organización de los sectores democráticos era bastante incipiente. Muchas de las debilidades y errores que caracterizaron a estos sectores en los primeros años de este gobierno, habían dejado sus huellas. Especialmente llamativo eran las dificultades para articular una propuesta compartida, que tuviera en el centro la transformación de nuestro sistema político.
Desde el año 2005, los sectores democráticos han avanzado. Del diálogo y la coincidencia han surgido ideas y compromisos. Del acercamiento y el acuerdo se han promovido alternativas políticas y organizativas. Ello no quiere decir que todo esté resuelto, todo lo contrario. Pero lo que luce muy evidente es la disposición de transitar el camino, y hacerlo de manera coordinada, pensando a la distancia, y actuando en el presente.
Ha ayudado mucho en este despertar la creciente conciencia de lo que significa el adversario. El gobierno del presidente Chávez ha separado a los venezolanos. Ha colocado los intereses sectarios en contraposición a los intereses de todos. Ha concebido un proyecto totalitario para imponerlo sin el menor rubor. No cabe duda de que el mayor riesgo que confronta la sociedad venezolana es el ansia del actual gobierno para perseguir sus objetivos, trastocando nuestra esencia democrática. En el afán que ha colocado este gobierno en esos objetivos, ha debilitado ostensiblemente nuestra economía y puesto serias restricciones para el progreso de toda la sociedad.
De allí que las elecciones del próximo 26 de septiembre, representen una excelente oportunidad para avanzar. Para indicar que este proceso de transformación política que vive el país, no es azaroso ni automático. Responde a la articulación de visiones, a la certeza de que sólo es posible un país mejor si somos capaces de idearlo, pero también de irlo concretando. Lo que está en juego demanda lo mejor de nuestra imaginación, pero también lo mejor de nuestra perseverancia y sentido práctico. Es tiempo de retos. Es tiempo de grandes decisiones.
Politemas, Tal Cual, 15 de septiembre de 2010
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