Entramos al segundo trimestre del año. El panorama económico sigue sin mejoras. La economía no crece, la inflación sigue sin control. Las encuestas de opinión pública continúan indicando que uno de los primeros problemas de los venezolanos es el empleo. Tanto la ausencia de él, como lo que es más preocupante, su calidad.
La llamada “revolución bonita” no hizo mucho caso del empleo como fuente generadora de riqueza. Si esa hubiera sido la estrategia, el gobierno se hubiera preocupado de generar las condiciones para que se crearan más empleos. Fundamentalmente empleos de calidad. Esos que cuentan con la debida protección social y que están basados en el manejo de habilidades y competencias. Es decir, todos los que se deben al progreso educativo.
Nada de eso se lo planteó el actual gobierno. Apostó todas sus energías a los ingresos derivados de la venta de petróleo. Como consecuencia, para el año 2008 casi el 95% de los ingresos por exportaciones está derivado de la venta de barriles de petróleo. Eso significa que 0,2% de nuestras exportaciones son productos de alta tecnología. Apenas 125 millones de dólares sobre un total de 83 mil millones de dólares de ingresos por exportaciones. Países como El Salvador y Guatemala nos superan en exportación de productos de alta tecnología.
De manera que el sesgo de exportaciones petroleras nos ha conducido a unas condiciones de empleo francamente deplorables. Venezuela tenía en 2008, según cifras de la Cepal, 58% de su fuerza laboral en condición asalariada. Este porcentaje es inferior al que se encuentra en Chile (75,7%), Argentina (75,8%), Brasil (65,8%), Costa Rica (72,9%), México (72,1%). De la misma manera, los trabajadores por cuenta propia, muchos de los cuales no son profesionales ni técnicos, representan el 35,8% de la fuerza laboral. Más de diez puntos porcentuales superior a los países señalados anteriormente.
Si comparamos con el empleo que teníamos en 1990, Venezuela ha perdido casi diez puntos porcentuales en empleos asalariados. No es muy aventurado suponer que en esas condiciones los empleos de baja productividad son mayores en la actualidad. Efectivamente, para 2008 casi la mitad de los empleos en Venezuela son considerados, según Cepal, como de baja productividad. En Chile, por ejemplo, es apenas el 30%.
De tal manera que la gente tiene mucha razón cuando expresa su insatisfacción por el empleo. No solamente por la falta de él, como hemos visto que se ha agravado en los últimos tiempos, sino por las dificultades para contar con empleos que estén asociados con mejoras en la productividad. La “revolución bonita” es incapaz de ofrecer esa alternativa a los venezolanos. En el mundo de la totumocracia no importa la calidad de los empleos.
La llamada “revolución bonita” no hizo mucho caso del empleo como fuente generadora de riqueza. Si esa hubiera sido la estrategia, el gobierno se hubiera preocupado de generar las condiciones para que se crearan más empleos. Fundamentalmente empleos de calidad. Esos que cuentan con la debida protección social y que están basados en el manejo de habilidades y competencias. Es decir, todos los que se deben al progreso educativo.
Nada de eso se lo planteó el actual gobierno. Apostó todas sus energías a los ingresos derivados de la venta de petróleo. Como consecuencia, para el año 2008 casi el 95% de los ingresos por exportaciones está derivado de la venta de barriles de petróleo. Eso significa que 0,2% de nuestras exportaciones son productos de alta tecnología. Apenas 125 millones de dólares sobre un total de 83 mil millones de dólares de ingresos por exportaciones. Países como El Salvador y Guatemala nos superan en exportación de productos de alta tecnología.
De manera que el sesgo de exportaciones petroleras nos ha conducido a unas condiciones de empleo francamente deplorables. Venezuela tenía en 2008, según cifras de la Cepal, 58% de su fuerza laboral en condición asalariada. Este porcentaje es inferior al que se encuentra en Chile (75,7%), Argentina (75,8%), Brasil (65,8%), Costa Rica (72,9%), México (72,1%). De la misma manera, los trabajadores por cuenta propia, muchos de los cuales no son profesionales ni técnicos, representan el 35,8% de la fuerza laboral. Más de diez puntos porcentuales superior a los países señalados anteriormente.
Si comparamos con el empleo que teníamos en 1990, Venezuela ha perdido casi diez puntos porcentuales en empleos asalariados. No es muy aventurado suponer que en esas condiciones los empleos de baja productividad son mayores en la actualidad. Efectivamente, para 2008 casi la mitad de los empleos en Venezuela son considerados, según Cepal, como de baja productividad. En Chile, por ejemplo, es apenas el 30%.
De tal manera que la gente tiene mucha razón cuando expresa su insatisfacción por el empleo. No solamente por la falta de él, como hemos visto que se ha agravado en los últimos tiempos, sino por las dificultades para contar con empleos que estén asociados con mejoras en la productividad. La “revolución bonita” es incapaz de ofrecer esa alternativa a los venezolanos. En el mundo de la totumocracia no importa la calidad de los empleos.
Politemas, Tal Cual, 7 de abril de 2010
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