El 14 de abril iremos nuevamente a los centros electorales para elegir al Presidente de la República. La segunda elección presidencial en seis meses. Los nuevos comicios se dan en el contexto del fallecimiento del líder indiscutible del gobierno. Tal evento ha mostrado con lujo de detalles la fragilidad de la alianza oficial. Baste para ilustrar este aspecto la cantidad de vericuetos constitucionales que debieron transitar para “mantener la línea”. Si eso significaba darle una nueva estocada a la Constitución, no hubo el menor ápice de duda.
En esta nueva coyuntura el gobierno tiene el viento en contra. En primer lugar, las circunstancias en la calle expresan un país que vive los rigores de la escasez y de la inflación. Los productos de consumo masivo más frecuente, especialmente los alimentos, brillan por su ausencia. Hay que ir varias veces a la semana a los mercados para obtenerlos. Y por supuesto, a pesar de todos los controles, los precios se disparan. El gobierno tuvo la prepotencia de señalar que la devaluación del 8 de febrero era una forma de corregir los desequilibrios para que el país comenzara a exportar. ¡Por favor!. Acá no hacemos otra cosa que importar. El aparato productivo languidece, y se traslada a los bienes todo el aumento del precio de las divisas.
En segundo lugar, el gobierno viene a la contienda con un candidato, el presidente encargado Maduro, que ha mostrado muy bajo desempeño en el campo de juego. No pareciera imaginarse todavía las complejidades del entramado que tejió su antecesor. Tampoco se le ve muy ducho en el manejo de las complejidades del Estado, y mucho menos del gobierno. Pareciera que no está en capacidad de aprobar un interrogatorio mínimo en el cual todas las preguntas comenzaran con la fórmula: y ante ese problema, ¿cuál es su política? Se quedaría mudo. Razón por la cual vocifera en todos los tonos insultos, provocaciones, malas palabras. No tiene otra forma de desviar la atención de la incompetencia que demuestra a pasos agigantados. En tercer lugar, muchos seguidores del líder, viendo como se comporta el candidato a sucederlo, sucumben ante la duda. No están muy seguros de que el candidato oficialista sea la mejor persona para las nuevas etapas.
En el lado de la alternativa democrática, las posibilidades están presentes y en desarrollo. A pesar de la abrumadora inequidad institucional y electoral, está muy a la vista que la Mesa de la Unidad Democrática ha logrado presentar un candidato en las mejores condiciones, conocido ya de la anterior contienda y con el aval de casi 7 millones de votos. Henrique Capriles cuenta con el apoyo de una vasta alianza, y con el entusiasmo de todos los que aspiren sustituir a este gobierno autoritario e incompetente, por una opción dedicada a servir a los venezolanos. Existe una ventana de oportunidad. A ensancharla tocan.
En esta nueva coyuntura el gobierno tiene el viento en contra. En primer lugar, las circunstancias en la calle expresan un país que vive los rigores de la escasez y de la inflación. Los productos de consumo masivo más frecuente, especialmente los alimentos, brillan por su ausencia. Hay que ir varias veces a la semana a los mercados para obtenerlos. Y por supuesto, a pesar de todos los controles, los precios se disparan. El gobierno tuvo la prepotencia de señalar que la devaluación del 8 de febrero era una forma de corregir los desequilibrios para que el país comenzara a exportar. ¡Por favor!. Acá no hacemos otra cosa que importar. El aparato productivo languidece, y se traslada a los bienes todo el aumento del precio de las divisas.
En segundo lugar, el gobierno viene a la contienda con un candidato, el presidente encargado Maduro, que ha mostrado muy bajo desempeño en el campo de juego. No pareciera imaginarse todavía las complejidades del entramado que tejió su antecesor. Tampoco se le ve muy ducho en el manejo de las complejidades del Estado, y mucho menos del gobierno. Pareciera que no está en capacidad de aprobar un interrogatorio mínimo en el cual todas las preguntas comenzaran con la fórmula: y ante ese problema, ¿cuál es su política? Se quedaría mudo. Razón por la cual vocifera en todos los tonos insultos, provocaciones, malas palabras. No tiene otra forma de desviar la atención de la incompetencia que demuestra a pasos agigantados. En tercer lugar, muchos seguidores del líder, viendo como se comporta el candidato a sucederlo, sucumben ante la duda. No están muy seguros de que el candidato oficialista sea la mejor persona para las nuevas etapas.
En el lado de la alternativa democrática, las posibilidades están presentes y en desarrollo. A pesar de la abrumadora inequidad institucional y electoral, está muy a la vista que la Mesa de la Unidad Democrática ha logrado presentar un candidato en las mejores condiciones, conocido ya de la anterior contienda y con el aval de casi 7 millones de votos. Henrique Capriles cuenta con el apoyo de una vasta alianza, y con el entusiasmo de todos los que aspiren sustituir a este gobierno autoritario e incompetente, por una opción dedicada a servir a los venezolanos. Existe una ventana de oportunidad. A ensancharla tocan.
Politemas, Tal Cual, 13 de marzo de 2013
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