Venezuela vive una coyuntura excepcional. La encrucijada del año 2006 muestra dos caminos. Por una parte, la prolongación del gobierno autoritario incompetente que hemos tenido en los últimos siete años. Por la otra, la posibilidad de iniciar una nueva etapa en la que predominen los valores de una democracia moderna y el bienestar de toda la población.
Para que superemos eficazmente las consecuencias negativas del actual gobierno, es fundamental discriminar sus dos características centrales. El actual gobierno es autoritario porque ha utilizado todos los canales para imponer su voluntad. Porque ha eliminado los contrapesos institucionales que definen una democracia. Porque la obediencia al Poder Ejecutivo es la regla central en las políticas públicas. Pero también, el gobierno ha sido incompetente para generar bienestar. La inmensa cantidad de recursos fiscales de los últimos años no se compadece con los pobres resultados en las condiciones de vida de los venezolanos.
Estas dos características, autoritario e incompetente, no deben separarse. Criticar al gobierno solamente porque es incompetente no contribuye a entender las demandas actuales de la sociedad venezolana. Criticarlo solamente porque es autoritario no favorece la búsqueda de las soluciones a los problemas de pobreza y calidad de vida. Los retos de la sociedad democrática deben concentrarse siempre en los dos aspectos. De esa manera es más fácil discriminar las etapas que tenemos por delante.
Para enfrentar el autoritarismo la sociedad democrática tiene una agenda política y electoral. Mientras el cumplimiento de esa agenda no refleje el mayor consenso posible, disminuyen las posibilidades de ser efectivos. Una gran mayoría del país rechaza los liderazgos que creen tener el monopolio de las lecciones aprendidas. También reclama una salida electoral sin dobleces. Que esté basada en la aceptación de las mejores condiciones. En caso de que ello no se produjera, la alianza democrática debe considerar el retiro de la competencia electoral. Pero ello supone tener una estrategia alternativa.
Para eliminar la pobreza y generar la mayor calidad de vida posible, también necesitamos un acuerdo. Que coloque el centro de las decisiones de la sociedad en la creación de empleos productivos. Aquellos que generan estabilidad del ingreso de las familias, que son fruto de la formación y de la inversión pública y privada, que tienen protección social, que atraen nuevas inversiones para crear nuevos empleos.
El objetivo central de ese acuerdo podría ser contar en un plazo razonable con 80% de empleos de alta y mediana productividad en nuestra fuerza de trabajo (en este momento solamente tenemos 40%). Para ello se requiere implementar al menos cuatro estrategias complementarias, todas al mismo tiempo.
La primera estrategia es atender eficazmente a toda la población que ha estado excluida de las oportunidades de formación que permiten acceder a empleos de calidad. Esto supone compensar los déficit educativos (por ejemplo, garantizar la educación básica de calidad para toda la población) e iniciar programas de readiestramiento masivo con apoyo del sector público y privado. La segunda estrategia consiste en garantizar los mejores sistemas de salud, nutrición educación y protección social para toda la población.
La tercera estrategia es ordenar la inversión pública, especialmente la relacionada con vivienda, servicios e infraestructura, al mismo tiempo que se acuerda con el sector privado las mejores alternativas para promover la inversión en sectores de alta demanda de empleos calificados. La cuarta estrategia debe concentrarse en los cambios institucionales, tanto en la esfera pública como privada, que condicionan la estabilidad de este acuerdo, por ejemplo, la organización de un estado descentralizado y la transformación de los servicios públicos.
Ojalá seamos capaces de acordar las salidas del autoritarismo y las políticas para el bienestar. Tales son los retos de la hora actual.
Politemas, Tal Cual, 1 de marzo de 2006
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