El presidente Chávez sabe que debe echar el resto. Cumplida la farsa de la discusión de la “reforma constitucional” en la Asamblea Nacional, el resto de los poderes públicos se prepara para la debida genuflexión. No se puede esperar otra cosa de un gobierno que aspira a realizar la mayor involución política en la historia de Venezuela.
Lo que presenciamos en estas semanas no es sino la ejecución de un plan deliberado. Que responde a una interpretación profundamente anti-democrática. Si bien es cierto que no ha sido fácil para el actual gobierno eliminar todos los rasgos de democracia en Venezuela, no es menos cierto que hoy tenemos muchas menos posibilidades de libertad, en todos los ámbitos, que al inicio del mandato del presidente Chávez.
El autoritarismo que nos gobierna no cree en otra cosa que no sea el control de Estado. Quiere una sociedad subyugada al arbitrio de los funcionarios de turno. Dicen: “controlemos el Estado, para luego controlar la sociedad”. Una sociedad sin disidencia, sin protestas, sin reclamos ante los gobernantes, uniforme, obediente.
Una de las preguntas centrales de la hora actual está relacionada con las posibilidades reales de consolidar un régimen totalitario en Venezuela. Es evidente que el control de la riqueza derivada del petróleo es un aspecto fundamental para llevar a cabo tal propuesta totalitaria. La inmensa cantidad de recursos fiscales son utilizados para someter instituciones, dentro y fuera del país, al mismo tiempo que se debilita la inversión privada, sea ella nacional o internacional.
En el grupo de los productores de petróleo asociados en la OPEP, Venezuela es el único en el cual se desarrolló un proceso de estabilidad democrática en la segunda mitad del siglo XX. Entre los países fundadores, Irán, Irak, Kuwait y Arabia Saudita, lo más frecuente ha sido la presencia de regímenes autoritarios, despóticos en unos casos, monárquicos en otros. Entre los otros miembros de pleno derecho (Argelia, Angola, Indonesia, Libia, Nigeria, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos), tampoco ha florecido la democracia. Todos estos últimos son también gobiernos autoritarios, con la excepción de Indonesia, lo cual no puede obviar la historia de las dictaduras de Sukarno y Suharto.
De tal manera que la experiencia de alternabilidad y civilidad que experimentó Venezuela luego de la dictadura de Pérez Jiménez, pareciera ser un soporte para enfrentar los graves riesgos que enfrentamos. No puede extrañar que el país democrático se resista a aceptar los excesos autoritarios, y mucho menos el proyecto totalitario que hoy luce más claro y peligroso.
Para que esta experiencia sea efectivamente un antídoto se requiere la coincidencia de objetivos y prácticas, así como la capacidad de crear espacios que permitan la integración de ideas y de propuestas. Mientras eso no sea una realidad, las posibilidades de redemocratizar a Venezuela lucirán endebles e inseguras. Es por ello tarea de todos los sectores del país, con conductas y sentir democrático, reforzar el trabajo colectivo, difundir ideas, abrirse al debate, evitar la confrontación violenta y provocadora, convencer con argumentos y trabajo ciudadano, en cada pueblo, en cada comunidad, en cada grupo asociativo, en cada empresa. Será una forma efectiva para derrotar al totalitarismo petrolero que se quiere imponer.
Politemas, Tal Cual, 7 de noviembre de 2007
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