Los venezolanos quieren vivir en democracia. Para ello aspiran combinar la búsqueda del bienestar con el pleno ejercicio de las libertades públicas. El asedio que el actual gobierno ha desarrollado contra las instituciones democráticas, ha reafirmado aún más el deseo de transformar nuestro sistema político. Para ello se requiere reconquistar los espacios perdidos en estos años de “revolución” y acometer con seriedad los cambios que demanda una sociedad abierta, pero con débiles canales de expresión de lo público.
Para cumplir esa agenda, el país necesita partidos políticos inclusivos, convencidos de la participación, efectivos en el cumplimiento de su rol de denuncia y oposición, pero también en el manejo de responsabilidades en todos los niveles de gobierno. Los partidos políticos deben considerarse más como activos de toda la sociedad, y menos como organizaciones sectarias. Al menos cinco tareas pueden sugerirse para que nuestros partidos políticos transiten eficazmente el proceso de redemocratización que está planteado en Venezuela.
La primera tarea es consolidar una visión nacional, capaz de integrar la diversidad política e institucional que recorre todo nuestro territorio. A pesar de que el proceso de descentralización ha tenido sus marchas y contramarchas, es claro que en los últimos tres lustros han surgido instituciones que promueven una mayor relación entre los ciudadanos y sus ámbitos más locales de relación. La propia experiencia del ejercicio de los gobiernos estadales y municipales ha influido en las nuevas concepciones de lo público y facilitado la articulación con los ciudadanos.
En segundo lugar, los partidos deben fortalecerse como instituciones. Para ello es preciso contar con equipos humanos, recursos, organización. Una sociedad democrática no permite partidos políticos debilitados en lo financiero e institucional. Por esta razón es fundamental garantizar el financiamiento público de los partidos. La disposición establecida en el artículo 67 de la Constitución de 1999 sólo es compatible con un sistema de partido único, dependiente de la voluntad del gobernante de turno. En la medida que se mantenga esta restricción, nunca contaremos con partidos políticos sólidos y organizados.
El tercer reto es actualizar las propuestas programáticas para toda la sociedad. Es vital que los partidos reinterpreten los cambios, algunas veces evidentes, otras veces más sutiles, que hemos experimentado en las últimas décadas. Muchas de las tesis políticas ya han sido superadas. Ahora es necesario reformular los problemas públicos, pero es más crítico producir nuevas ideas y nuevas posibilidades. El diálogo con las distintas formas de concebir lo público se convierte en un práctica imprescindible.
También es indispensable acometer amplios programas de formación tanto de la militancia como de los simpatizantes. La práctica política requiere análisis, información, debate, construcción de consensos. Si algo caracteriza la debilidad de nuestros partidos, es justamente la ausencia de formación e intercambio. Promover un programa político es más una expresión de convencimiento que de subordinación. Nuevas ideas requieren mejores portavoces y mejores líderes.
Finalmente, los partidos políticos deben fortalecer su capacidad para interactuar con otras expresiones sociales. Esto incluye organizaciones de ciudadanos, grupos de presión, asociaciones de vecinos, instituciones académicas, entre otras. Es deseable que cada partido tenga un Consejo Asesor conformado por representantes de instituciones sociales. Tanto en el nivel nacional como en estados y municipios. De esta manera estarán más cercanos a las expresiones y demandas de la sociedad.
Venezuela requiere mejores partidos políticos. Los cambios planteados en el país no podrán hacerse sin su contribución. Transformar el debate cívico en alternativas concretas es probablemente la reconversión más significativa que deben acometer los partidos políticos. Es obligación de todos apoyarlos en esa tarea.
Politemas, Tal Cual, 6 de septiembre de 2006
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