El presidente Chávez no puede ocultar su debilidad por la monarquía absoluta. La propuesta de reforma constitucional derrotada en diciembre de 2007 era su versión de su tipo preferido de gobierno.
Según el presidente Chávez, el gobierno ideal es aquel que no tiene equilibrio de poderes, en el cual el Jefe del Ejecutivo controla al Poder Legislativo y al Poder Judicial. En ese gobierno el Poder Ciudadano y el Poder Electoral son apéndices subalternos del Poder Ejecutivo. Tampoco los gobiernos de los estados y de los municipios gozan de autonomía. Nada de descentralización del poder político. Todo el poder para el “líder indispensable”, sin el cual la sociedad está al garete.
Ese es el gobierno que ha intentado consolidar el presidente Chávez desde 1999. Todos los pasos fueron dados para limitar las capacidades democráticas de los ciudadanos venezolanos. Hasta que se le pasó la mano.
Convencido de que su proyecto le convenía a su “pueblo devoto”, el presidente Chávez intentó llegar al punto más alto. La posibilidad de reelección indefinida, objetivo central de la mal llamada reforma, era la expresión más concreta del tipo de gobierno favorito del liderazgo de la “revolución bonita”. En ese gobierno sólo hay “uno” capaz, sólo hay “uno” que decide por toda la sociedad.
Tal aspiración chocaba con las convicciones democráticas de millones de venezolanos. De allí la derrota que sufre el gobierno en diciembre. Pero en modo alguno ello ha significado una reconsideración. Convencido de que es la “luz” que guía a los venezolanos, el presidente Chávez trata de construir un partido a su imagen y semejanza. Un partido con una sola obediencia y una sola voz.
Es así como la prensa nacional reporta para sorpresa de muchos seguidores del presidente Chávez, que ahora él será “el dedo” que resolverá las discrepancias por las candidaturas del oficialismo en las elecciones del 23 de noviembre. Los candidatos que quieran ser apoyados por el PSUV prácticamente deberán arrasar. En caso contrario les sale “dedo”. Esto es, una entrevista con el propio decisor. Nada de votos, ni opiniones de los ciudadanos, ni de los miembros del partido, ni de los asesores. Sólo el presidente Chávez cargará con la decisión que afectará los habitantes de todos los estados y municipios venezolanos. Sólo comparable con las monarquías absolutas.
Para los miembros del PSUV su soberanía está enajenada. El presidente Chávez decide por ellos, siempre que haga falta. De manera que de un viaje el PSUV retrocede al menos doscientos años. Ya en la primera constitución de Venezuela, por allá en 1811, en el artículo 145 se estipulaba: “ningún individuo, ninguna familia, ninguna porción o reunión de ciudadanos, ninguna corporación particular, ningún pueblo, ciudad, o partido, puede atribuirse la soberanía de la sociedad”. Hasta que llegó el partido de la “revolución bonita”.
También olvida el presidente Chávez que desde 1819 en Venezuela el Poder Ejecutivo es ejercido por un presidente de la república. No por un rey. Ese presidente estaba bajo el control de la sociedad, al menos en la teoría. No como en este caso que se aspira controlar la sociedad.
Algunos de los partidarios del presidente Chávez le hacen la tarea más fácil. En una muestra de postración que pasará a la historia, el gobernador Diosdado Cabello llegó a afirmar: “Yo creo que ese dedo, que a unos no les gusta, debería tener el peso específico, porque es el jefe del proyecto”. No sólo hay un aspirante a rey, también tenemos los súbditos de ocasión. Esos súbditos, al parecer, quieren dejar claro que la responsabilidad de la derrota electoral será solamente del candidato a rey.
Politemas, Tal Cual, 14 de mayo de 2008
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