El presidente Chávez tiene miedo. A pesar de sus permanentes y sistemáticos desafíos, no logra esconder el gran miedo que lo embarga. Tiene miedo al debate, a la confrontación de ideas, a la posibilidad de ser interpelado, a la angustia de quedarse sin argumentos. Es claro para todos los venezolanos que el Presidente prefiere el monólogo y la obediencia ciega en sus subalternos. Tiene miedo a convivir con la diversidad democrática.
Estos ochos años han sido utilizados por el actual gobierno para reducir sistemáticamente las posibilidades de expresión de una democracia abierta y plural. Amparado en la utilización de los recursos petroleros a su antojo y en la ocupación de todos los poderes públicos, el actual gobierno ha limitado las posibilidades de disentir del “discurso oficial”. Primero fue la elección de una Asamblea Nacional Constituyente sin una representación proporcional de todos los sectores. Luego la suspensión de las normas constitucionales para proceder a nombrar a sus candidatos en el resto de los poderes públicos. Posteriormente su acoso a los medios de comunicación, a los sectores sindicales y empresariales, a la Iglesia, a todos los que expresaran opiniones diferentes fuera de su marco de influencia y poder. Hasta se llegó a perseguir y castigar a aquellos que osaran firmar en ejercicio de sus derechos políticos.
Es un miedo tan grande que supera la propaganda oficial a favor de una supuesta democracia participativa y protagónica. No puede haber participación ni protagonismo cuando no hay posibilidad de disentir. Pero mucho menos podemos hablar de ningún tipo de democracia cuando las reglas de decisión están absolutamente controladas. Cuando han desaparecido los contrapesos institucionales y predomina la aceptación ciega de los mandatos presidenciales.
Aun en este clima autoritario, el Presidente no se siente seguro. Sabe que sus partidarios podrían dejar de apoyarlo, que no hay que confiarse tanto. Por eso, a escasas semanas de su reelección, cuando todo hacía suponer que la estrategia comunicacional estaba dando sus frutos, el Presidente se dejó nuevamente dominar por el miedo.
A sabiendas de que es fundamental modificar la Constitución de 1999 para prolongar indefinidamente el continuismo, el Presidente opta por la alternativa que le produce menos miedo. Esta no es otra que la reforma. Simplemente porque con una Asamblea Nacional completamente dominada, sólo tiene que preocuparse por imponer sus ideas a un pequeño grupo. Hasta ha logrado incorporar en el Consejo Presidencial para la Reforma de la Constitución a otros poderes públicos, incluso a la Presidenta de la Sala Constitucional. Todo está atado, ningún detalle dejado al azar.
Si el Presidente no tuviera miedo y confiara en la ratificación de su liderazgo y en el apoyo de los electores a sus pretensiones de conducir a Venezuela por el camino del totalitarismo y el estatismo, hubiera convocado una Asamblea Nacional Constituyente. Hubiera desafiado a sus adversarios políticos y los hubiera obligado a contarse nuevamente. Con un Poder Electoral poco equilibrado y confiable, la tarea hubiera sido relativamente sencilla.
La Asamblea Nacional Constituyente no será convocada por el presidente Chávez. Su miedo a enfrentarse con la condición democrática del pueblo venezolano es mayor que su ambición. Prefiere decidir en un pequeño cenáculo el destino del país. Prefiere seleccionar a sus obedientes interlocutores. Prefiere hablar y dictar, antes que oir y dialogar. Prefiere obligarlos a permanecer sentados escuchando sus largos discursos. Prefiere el autoritarismo a la democracia. Prefiere decidir por todos nosotros. Nada que no supiéramos.
Lo que el presidente Chávez desconoce es que su miedo no es determinante. Que millones de ciudadanos, incluyendo a muchos de los que votaron por él en diciembre pasado, quieren debatir ideas y propuestas, quieren que su palabra sea escuchada y sus reclamos aceptados, quieren examinar en detalle las premisas y las posibilidades. Quieren participar democráticamente en las decisiones sobre el destino del país. Todos esos millones no pueden dejar que el miedo del Presidente sea el factor decisivo para Venezuela.
Politemas, Tal Cual, 24 de enero de 2007
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