El gobierno del presidente Chávez continúa su marcha acelerada por imponer un mayor control de la sociedad venezolana. Los anuncios oficiales no dejan lugar a dudas. En la última semana de mayo el gobierno ha ratificado que no renovará la concesión a RCTV.
Sectores de la oposición han llegado incluso a aseverar que la anulación de la concesión de RCTV equivale a pasar la “raya amarilla”. Después de eso, señalan estos voceros, se impedirá el “retorno a la cotidianidad democrática”.
Tal pareciera que estos voceros de la oposición tienen un concepto un tanto estrecho de la “raya amarilla” de la democracia. Independientemente de todo lo repudiable que pueda ser el cierre de un medio de comunicación, no puede considerarse esta circunstancia como el hilo que separa a la democracia del autoritarismo. Independientemente de la agresión a la libertad de expresión que significa este cierre, es obvio que este hecho autoritario es uno más en una cadena que ha padecido el país en los últimos nueve años.
Una concepción más exigente de la democracia presentaría otros rasgos. En primer lugar, el respeto al bienestar, la seguridad y la vida de los ciudadanos. También podría citarse la garantía del Estado de Derecho y el adecuado funcionamiento de las instituciones. No debería excluirse la separación de poderes, la imparcialidad del sistema electoral, la coordinación de los distintos niveles del gobierno, el acatamiento a las decisiones de los tribunales, el estímulo a la vida asociativa y a las organizaciones políticas. No quedarían atrás la aceptación de la diversidad, la convivencia con los sectores de oposición, la búsqueda de acuerdos y las coincidencias con todos los sectores del país.
De manera que la “raya amarilla” debería ser, en realidad, una gran franja que establezca con precisión las amplias exigencias que debemos tener cuando hablamos de democracia y bienestar. Reducir esa franja solamente a las consideraciones sobre la libertad de expresión no le hace bien a la democracia, ni a los ciudadanos. Nos coloca límites poco exigentes. Nos minimiza. Estos voceros de oposición deberían ser más estrictos cuando caracterizan nuestras demandas democráticas.
El gobierno del presidente Chávez ha anulado muchas de las características de esa franja democrática. Diseñó y organizó una Asamblea Nacional Constituyente para contar con un apoyo mayor del obtenido en las urnas electorales. Asedió a las representaciones de los poderes públicos que no mostraron apoyo a sus pretensiones. Dejó sin efecto a la Constitución de 1999 para proceder al nombramiento de poderes públicos plegados a su visión autoritaria y excluyente.
Controló el Poder Electoral a través de la intervención pactada con el Tribunal Supremo de Justicia. Desconoció los arreglos con los gobiernos de los estados y municipios, especialmente en aquellos dirigidos por representantes de la oposición. Ha intentado amedrentar a medios de comunicación y periodistas. Se ha valido de su control de todos los poderes públicos para impedir averiguaciones sobre las innumerables fallas en la gestión pública. Ha alejado a la Fuerza Armada de su responsabilidad constitucional, esto es, ser esencialmente profesional y sin militancia política. Eliminó el financiamiento público de los partidos políticos con lo cual los ha convertido en instituciones débiles, incluso aquellos que son partidarios del gobierno.
En meses recientes, apoyándose en el control total del Poder Legislativo, aprobó una Ley Habilitante que autoriza la aprobación de legislación en muchas áreas de políticas públicas. Por si fuera poco, ha propuesto una reforma de la Constitución para eliminar todas aquellas disposiciones que se opongan a su vocación autoritaria.
Es claro que el actual gobierno cruzó hace tiempo la “raya amarilla”. Por esa razón es que no puede decirse que Venezuela sea una democracia. Seguir pensando que existe una estrecha “raya amarilla” es desconocer lo que hemos vivido en Venezuela en los últimos nueve años. También coloca un gran peso en la recuperación democrática del país. Es evidente que estos voceros de oposición no aciertan en el diagnóstico. Signo de que tampoco tienen las alternativas.
Politemas, Tal Cual, 16 de mayo de 2007
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