Todo el mundo sabe en Venezuela que el año próximo será difícil. El país aprovecha estos días finales del año para el reencuentro de las familias y amigos. No obstante, se percibe preocupación. La bonanza petrolera toca a su fin. Como otras veces en nuestra historia reciente, los venezolanos saben que vienen tiempos de estrechez y sobresalto.
La primera prueba será la situación social. La caída del consumo, las dificultades del crédito, así como la caída del ingreso real, afectará con más fuerza a las familias más pobres. Aquellos que lograron colocarse a duras penas en el sector formal de la economía pueden terminar desempleados. Aquellos que se encuentran el sector público saben que los aumentos de salarios no podrán con la inflación.
Es por ello que los venezolanos se encontrarán necesitados del apoyo de un sistema de protección social. Lamentablemente este sistema no se encuentra en pie. Las misiones parecen más bien cascarones vacíos. Ya no solamente tienen las limitaciones derivadas de un diseño más centrado en la propaganda y en la política. Ahora ni siquiera tienen recursos. Tampoco existe ninguna preocupación del gobierno por revitalizarlas. Estas son malas perspectivas para la población.
La segunda prueba es la nueva afectación de nuestro sector productivo. Cada vez que caen los ingresos petroleros, especialmente en un clima de rechazo a la inversión privada, se produce la caída de la inversión pública y mayores restricciones para toda la actividad económica. Nuevamente se perderán empleos de moderada o alta productividad. Oiremos de empresas que disminuyen personal o deciden marcharse del país. Es, lamentablemente, un comportamiento esperado. Otras empresas harán esfuerzos para concentrarse en el mediano plazo, a sabiendas de las dificultades previsibles para los próximos años.
La tercera prueba, quizás la que se presentará primero, es la arremetida reeleccionista que ha colocado al país democrático en situación de alerta. A pesar de los resultados del referéndum del año pasado, contrarios a la reforma propuesta por el gobierno, se insiste en la enmienda constitucional y en la nueva polarización del ambiente político. Para los sectores democráticos esta prueba estará llena de oportunidades, toda vez que el sentimiento anti-reelección se hace más sólido y presente en toda la geografía nacional.
Las pruebas son para enfrentarlas. En el campo social es una excelente coyuntura para que los gobiernos regionales y municipales, de todo signo, ensayen nuevas modalidades para llegar a todos los ciudadanos, especialmente aquellos que sufrirán con más angustias los embates de la crisis. A la vocación por lo social habrá que sumar destrezas gerenciales y políticas. Se trata de ser creativos.
La prueba económica servirá para reiterar las inconveniencias del modelo escogido por el actual gobierno. La moda del socialismo del siglo XXI se topa con la realidad. No habrá desarrollo sostenible sin la combinación adecuada de estado y mercado, de inversión pública y privada. Es poco probable que el gobierno rectifique rumbos, pero seguramente quedará muy disminuida la euforia populista de redistribuir sin crear riqueza.
La prueba política servirá para que se aproveche la oportunidad para elaborar una propuesta programática diferente a la del actual gobierno. Para que, sumado al rechazo de la reelección, se logre conformar un frente político que promueva nuevas soluciones a los críticos problemas de los venezolanos. Ojalá que estas pruebas fortalezcan la conciencia de país y los anhelos de vivir en democracia y bienestar.
Politemas, Tal Cual, 17 de diciembre de 2008
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