La estrategia del gobierno del presidente Chávez marcha como reloj suizo. Perfectamente sincronizada. Lo que pudiera ser el mayor retroceso político en Venezuela en el último siglo, esto es, la aprobación de la reforma constitucional, ha iniciado su curso a todo galope.
El presidente Chávez ya lo había anunciado. Quizás los detalles finales fueron acelerados por los acontecimientos de las últimas semanas. Pero la esencia permanece inalterable. Se trata de formalizar, a través de la propuesta de reforma constitucional, la mayor concentración de poder que hemos presenciado en Venezuela. Después de esa reforma sólo quedaría un poder: el del presidente Chávez, erigido como el Gran Decisor de la vida y expectativas de 27 millones de venezolanos. Nada más apartado de la vigencia de un sistema de libertades democráticas.
Ya sabemos, por otra parte, cómo enfrenta el actual gobierno una coyuntura electoral. En primer lugar, establece el objetivo muy claramente. En segundo plano, coloca todos los recursos, tanto los políticos como los financieros, para garantizar el cometido. Y en tercer lugar, concentra, a través de la utilización de todos los medios de comunicación disponibles, la difusión sistemática de contenidos electorales.
Todo lo anterior es mucho más fácil cuando se puede coartar la expresión de la disidencia. Cuando existe una sola voz y una sola obediencia. Con la utilización de todos los recursos señalados se garantiza la “unanimidad”, expresión por lo demás de los tiempos autoritarios que vivimos.
Ante todo este panorama llama la atención la conducta de los sectores democráticos. Lo que era un anuncio anticipado desde finales del año pasado, parece haber sorprendido a muchos líderes opuestos al actual gobierno. Sus respuestas y posiciones han dejado muy claro que el análisis de la situación ha sido incompleto en el frente opositor. No ha existido la coherencia ni la unidad para enfrentar efectivamente esta gran amenaza.
Luego de casi ocho meses para preparar una posición coherente, unitaria, los voceros políticos opuestos al actual gobierno lo que muestran es una gran dispersión. Algunos señalan que lo que debe convocarse en una Asamblea Nacional Constituyente, pero le dejan esa responsabilidad al Tribunal Supremo de Justicia. Como si el país gozara de un sano equilibrio de poderes. Estos líderes ni siquiera asoman la posibilidad de utilizar los recursos constitucionales para proceder a la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente.
Otros voceros proponen que la reforma se debe votar de manera separada. Hasta proceden a señalar las virtudes de algunos de los artículos propuestos por el Gran Decisor. Otros indican que la reforma debe votarse como un solo bloque. Otros más expresan que la abstención es la única alternativa. Como si no hubiera quedado claro que el único beneficiario de la abstención ha sido el actual gobierno.
Es evidente que en ese estado de desunión poco se puede hacer para enfrentar la amenaza totalitaria del gobierno del presidente Chávez. Que las consecuencias de esta falta de consistencia y visión política se expresarán en el deterioro aún mayor de las capacidades democráticas de los venezolanos.
El país democrático necesita un “No” que sea expresión frontal del rechazo al autoritarismo y al totalitarismo. Que rechace la eliminación del Estado Federal Descentralizado. Que rechace la intención trasnochada de repetir en Venezuela los fracasos del colectivismo. Para que ello sea posible es fundamental la visión unitaria dentro de la pluralidad. Que los liderazgos civiles y políticos sean capaces de concertar una visión que sume y multiplique, no que reste y divida.
Para que ello ocurra los sectores democráticos deben articular una propuesta que sea capaz de convencer tanto a los adversarios del gobierno como a sus aliados, quienes ven en la reforma la entronización de un liderazgo personalista, militarista y autoritario. Más aún, la situación amerita la generación de alianzas que abarquen el amplio espectro político nacional, incluso el de lo sectores que apoyan al gobierno. La hora exige voluntad para acordar, esfuerzos por pensar en las mejores alternativas para el país, capacidad de convocatoria, sentido de lo fundamental. Nada menos.
Politemas, Tal Cual, 22 de agosto de 2007
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