El gobierno del presidente Chávez repite incesantemente que su gran objetivo ha sido reducir la pobreza en Venezuela. Ya sabemos que del dicho al hecho hay bastante trecho, especialmente en un país que recibe cada año más de 50 mil millones de dólares por concepto de ingreso de la venta de petróleo.
Las propias cifras oficiales, disponibles en el sitio web del Instituto Nacional de Estadística, indican que la pobreza total en Venezuela alcanza al 33,9% de los hogares (para diciembre de 2006). La pobreza extrema, aquella que incluye a los hogares que no alcanzan el ingreso mínimo para garantizar la adquisición de alimentos, afecta al 10,6% de los hogares. Luego de nueve años de “revolución”, el resultado no es menos que decepcionante.
Inspirado en las pretensiones de influir más allá de las fronteras, el actual gobierno vocifera a los cuatro vientos estos escuálidos logros. Acompañando la receta con el financiamiento proveniente de los ingentes recursos del fisco nacional, el gobierno contribuye a crear la ilusión en aquellos países que no tienen la “lluvia” de petrodólares.
Reducir la pobreza, sin embargo, es mucho más que deseos y recursos. Se necesita un gran esfuerzo de concertación de toda la sociedad y el diseño e implementación de políticas consistentes y transparentes. Esta es justamente la principal conclusión de un estudio reciente del Banco Mundial al revisar las estrategias de reducción de la pobreza en países en desarrollo.
El estudio incluyó el análisis de los casos de Albania, Burkina Faso, Madagascar, Malawi, Mali, Mozambique, Ruanda, Tanzania y Uganda. Estos casos se compararon con la experiencia de cuatro países exitosos en la reducción de la pobreza como son Chile, Australia, Corea del Sur y Sudáfrica.
Quizás la principal conclusión del estudio es la importancia que se debe asignar a la vinculación entre las estrategias de reducción de la pobreza y los recursos públicos involucrados. En los países con claras reglas para la asignación de recursos y para la evaluación de los resultados, es más factible encontrar una mayor articulación entre los actores representativos y los resultados favorables. Justamente ese el caso de los países exitosos.
Tal vinculación debe superar las estrechas fronteras de las burocracias. No basta con los deseos de las más altas autoridades del ejecutivo o del legislativo. Para ello se requiere que la sociedad, en todos sus niveles, acuerde el sentido y orientación de las políticas de reducción de la pobreza. Obviamente, es fundamental que la sociedad conozca con el mayor detalle los programas y actividades prioritarias, así como los requisitos para determinar los beneficiarios, y los tiempos de protección para cada grupo específico.
No basta tampoco con mejorar la transparencia. Es fundamental, señala el estudio, que se reduzca la fragmentación en los roles y responsabilidades de las instancias públicas. Muchas veces existe solapamiento de funciones y/o dificultades para la adecuada coordinación. Finalmente, no existe determinación de los resultados de los diferentes programas y actividades. Más que la responsabilidad de múltiples entes, se trata de integrar pareceres, al interior y exterior del gobierno. Para ello la figura de los grupos o comités ofrece mayores posibilidades que la asignada a personas o instituciones con visiones muchas veces sectarias.
La experiencia comparada, señalada en este estudio, no deja lugar a dudas: en Venezuela tenemos justamente lo opuesto a las mejores prácticas para reducir la pobreza. En primer lugar, nadie sabe cuáles son los programas prioritarios para reducir la pobreza, ni mucho menos los recursos involucrados. En segundo lugar, la Asamblea Nacional aprueba el presupuesto sin realizar ni seguimiento ni evaluación de lo realizado el año anterior. Y, finalmente, la toma de decisiones está basada en la obediencia ciega, más que en la discusión democrática y abierta.
Más que superar la pobreza, el actual gobierno ha reducido la institucionalidad para desarrollar estrategias efectivas. Ha apostado a la ilusión petrolera para crear dependencia de los recursos fiscales en las familias pobres. Diseñando y ejecutando pobres políticas conspira todos los días contra el bienestar de todos los venezolanos.
Politemas, Tal Cual, 15 de agosto de 2007
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