Catorce años es un período suficientemente largo para tener bien clara la dirección del actual gobierno. No faltará el ingenuo que diga que todavía es poco tiempo, que los cambios no se pueden “acelerar”. La puesta en marcha de las políticas de este gobierno ya nos ha llevado al sitio previsto: Venezuela es uno de los países más improductivos del mundo.
Las cifras de la Cepal no dejan lugar a la duda. En el año 2011, de cada 100 dólares que recibió el país por concepto de exportaciones solamente 2, repetimos 2 (dos), provinieron de bienes manufacturados con algún componente de tecnologías. Baste comparar con algunos de los países de la región para saber la magnitud de la brecha. En México el porcentaje de exportaciones con tecnologías incorporadas es 69%. Pero no hay que ser México. En Guatemala es 34%, en Costa Rica es 56%, y en República Dominicana es 64%. En nuestra vecina Colombia es 15%.
Cuando se examinan las cifras absolutas, la comparación es más impactante. En 2011 Venezuela exportó 68 millones de dólares en productos manufacturados con componentes de alta tecnología. Ese mismo año Guatemala exportó por el mismo concepto 292 millones de dólares, Costa Rica casi 2.500 millones, Brasil 10.961 millones, y México la bicoca de 78.000 millones. No hay mucho más que agregar. La incorporación de valor agregado de nuestra economía, al menos por lo que ofrecemos al exterior, es casi nula.
En un país así, con estos resultados de la política que ha aumentado la dependencia de la exportación de petróleo, con la persecución de la inversión, sea esta nacional o internacional, con un entorno económico absolutamente contrario a la estabilidad y al rendimiento de mediano plazo, no es para nada extraño lo que está pasando en las universidades nacionales, sean estas públicas y privadas.
La reducción de las asignaciones presupuestarias, combinado con una de las mayores tasas de inflación en el mundo, la disminución de las oportunidades de proyectos conjuntos con el sector empresarial, la eliminación de los incentivos para la investigación y la creación de nuevas opciones de formación, junto con el cierre de postgrados y carreras, así como el deterioro del salario real de profesores y empleados, han ocasionado la grave crisis que confrontan nuestras universidades, a todo lo ancho del país.
La razón de fondo es muy sencilla: la propuesta de desarrollo del actual gobierno, fundamentada en la ausencia del pluralismo y en la eliminación del sector productivo no gubernamental, no conduce a otro lugar que no sea a reducir las universidades a su mínima expresión. Es por ello justamente que la preservación de la universidad plural y creadora de conocimientos, es una de las principales tareas para la defensa de la democracia en Venezuela. Es por eso que las universidades estarán siempre para servir a los venezolanos.
Politemas, Tal Cual, 22 de mayo de 2013
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